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Amagos de revolución (De Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895)

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Amagos de revolución (De Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895)

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A mediados de marzo (de 1894) había ocurrido una crisis parcial en el Gabinete Sagasta, dejando sus respectivas carteras Gamazo, de Hacienda, y Maura, de Ultramar. Éste fue un severo golpe para el proyecto de reformas para Cuba, pues la salida de su inspirador era señal infalible del fracaso, que ya se veía determinar, por los esfuerzos que hacían los integristas en las Cortes. A Maura sucedió Becerra, cuyo estrecho criterio en los asuntos antillanos era ya conocido.


Hacía ya más de un año que dirigía y redactaba exclusivamente, en la Habana, el ilustre crítico y escritor Manuel Sanguily, un periódico mensual titulado Hojas Literarias. Un periodista español lo calificó de Hojas Incendiarias. Tal era la propaganda que hacía, y en la que exponía con claridad y energía la torpe política colonial de España. Los escritos de Sanguily se leían con avidez en toda la Isla, y eran una verdadera enseñanza para el pueblo y una preparación para la nueva Revolución.

En el número de mayo, en el notable artículo Doctrinas y tendencias, contestando al señor Pérez Vento, hacía el señor Sanguily la siguiente declaración:

Sí, la Independencia —y en estos tiempos en que no consiente la razón las imposiciones de ningún dogmatismo, conviene advertirlo con franqueza— es un ideal legítimo y fecundo, y nadie podrá persuadirme de que vale más ser cliente de España que dueño de la propia tierra. Infiltrar en el corazón cubano como grande, como benéfica y gloriosa, como digna y vivificadora, la ilegítima miserable aspiración de permanecer eternamente esta Isla remolcada por un país pobre, atrasado y distante, —será otro, jamás yo, quien se imponga semejante apostolado!


A fines de marzo hubo gran sensación en Cuba y entre los emigrados cubanos en los Estados Unidos. Se tuvo noticia de que en la ciudad de Puerto Príncipe se habían capturado 200 rifles y 40 mil cartuchos. Esas armas y pertrechos habían sido llevados a Nuevitas por el vapor americano Alert, procedente de Nueva York, escondidas entre el material rodante que iba como carga, destinado al ferrocarril urbano de la citada ciudad de Puerto Príncipe. El conductor del material y el responsable del contrabando era el joven señor Enrique Loynaz del Castillo, secretario de la Empresa del Urbano, que con el Delegado señor José Martí pactó medio tan ingenioso para servir los intereses de la Revolución. El propósito resultó un fracaso, y no hay duda que obedeció a que el Camagüey no estaba dispuesto a ayudar la Revolución que se iniciaba, pues Loynaz del Castillo no encontró allí persona que quisiese asumir responsabilidad alguna en el caso. Loynaz, con los carros y las armas en la ciudad camagüeyana, no encontró quien quisiera esconderlas. Entre los que se enteraron del asunto, tres de ellos, los señores Antonio Aguilera, Miguel Machado y Bernabé Sánchez, se presentaron al Gobernador don Alonso Gaseo denunciándole el hecho, con la condición que no se le siguiese proceso a Loynaz y se le dejara salir de la Isla. Gaseo se apoderó de las armas y municiones, y Loynaz se embarcó para Nueva York, a donde llegó sobre el 14 de abril.

El incidente demostró que el Partido Revolucionario trabajaba sigilosamente; pero que con el Camagüey no podía contar decididamente. No faltaron sus comentarios sobre el caso; pues se decía que si de antemano no se tenía conocimiento de quién o quiénes debían recibir las armas en el Camagüey, no debían haberse enviado, pues el fracaso estaba anticipado.


En las elecciones verificadas por el Partido Revolucionario Cubano resultaron elegidos nuevamente para los cargos de Delegado y Tesorero, respectivamente, los señores Martí y Guerra.

El día 8 de abril llegó a Nueva York el ilustre general Máximo Gómez, procedente de su residencia La Reforma, en Montecristi, República Dominicana. Su viaje dio lugar a múltiples comentarios, pues coincidía con lo de las armas de Loynaz. Lo que no dejó duda era de que el General estaba de lleno dentro del movimiento revolucionario. Las conferencias con el Delegado eran constantes, y además asistió a una reunión de los Clubs unidos del Partido El Director de El Porvenir tuvo una entrevista con el General, y habiendo éste ido a Central Valley a visitar al señor Tomás Estrada Palma, donde pasó tres días, recibió la siguiente carta:

Central Valley, abril 13, 1894.
Señor Enrique Trujillo.
Estimado amigo:

Como el asunto que me trajo aquí lo he terminado, pienso regresar en el mismo vapor que me condujo, y que saldrá mañana en la tarde. De no hacerlo así, tendría desde luego que esperar después quién sabe cuántos días más, y me desesperaría andando por aquí sin oficio, habiéndolo podido evitar.

Siento mucho lo precipitado de mi viaje; pues hubiera querido pedirle que atemperara (pero razonando con usted) El Porvenir, por conveniencia patriótica y a beneficio de los intereses personales de usted. Porque yo lo estimo a usted, Trujillo, y me parece que usted por otro camino podrá prestar grandes servicios a su Patria. No me mueve el intento, al expresarme así, de ninguna manera, entiéndalo bien, de que usted abdique de sus ideas sostenidas con tanto tesón y calor, sin que, a la verdad, no haya usted hecho eco; pues siendo la discordancia por cuestión de formas, muchos (no se deje alucinar) toman eso como un pretexto para no hacer nada por la Patria, y cualquiera que sea la forma de organización que nos demos, ésos mismos no harán nunca nada por aquélla.

La imagen de Flor Crombet en un sello postal cubano de 1959.

Ésta es mi opinión; y puede usted quedar muy bien. Cerrar (éste) ya el período de su llamamiento inútil a las reformas, dejar marchar las cosas como ellas van y formar una agrupación aparte que reúna fondos, para cuando llegue la hora esos fondos pasen por mi medio, que soy el Jefe del Ejército, a manos de su queredor amigo Flor, que como usted sabe es jefe de primera línea y necesita mucha pólvora. Esa misma agrupación, en la cual, indudablemente, ha de ejercer usted gran influencia, puede servir de base para, andando el tiempo, y si el desarrollo de los sucesos y la opinión general así lo indican, venga a constituirse en la forma de organización que usted defiende condenando la que actualmente han aceptado o se han dado las mismas emigraciones.

Si usted hace eso, no solamente andará en lo acertado, sino que por de contado el resultado será mejor y más provechoso.

Todo lo que le he dicho es inspirado en mis más puros y sinceros deseos de concordia; pues dada mi actitud independiente, por mis condiciones militares, no me deben importar nada las formas revolucionarias de fuera, sino las de dentro, que es el teatro de mis operaciones.

Quién sabe si nos vemos otra vez pronto, y mientras tanto eso suceda, quedo, como siempre, su afectísimo amigo

M. Gómez


Nueva York, abril 14, 1894.
Señor General Máximo Gómez.
Presente.

Mi General y respetado amigo:

Recibí su interesante carta del 13. En la seguridad de que el vapor en que usted me anuncia su viaje no salía hasta el miércoles próximo, he ido en su busca varias veces; mis esfuerzos han sido inútiles por encontrarlo. He llegado a sospechar que algún mago lo tenía a usted aprisionado deseoso de que no se comunique con nadie.

Sírvase, si está usted conforme, darme cita, pues tengo un cúmulo de asuntos de que tratar con usted antes de su partida.

Su amigo y admirador

E. Trujillo


Nueva York, abril 20, 1894.
Señor Máximo Gómez.
Presente.

Mi respetado y querido General:

Sírvale esta carta de cariñosa despedida.

Hago votos por su salud y completa felicidad.

Si Panchito creyere que puedo servirle de algo, que acuda a mí, que le atenderé como si fuera mi hijo.

Y aquí quedo atendiendo a los deberes patrios.

Siempre su admirador y amigo

E. Trujillo.


Nueva York, abril 21, 1894.
Señor Enrique Trujillo.
Mi estimado amigo:

Recibí su carta despidiéndome. Creo no tener necesidad de venir aquí muy pronto. Escríbame, pues, siempre, y siga los consejos del viejo amigo de usted y de Cuba. Mire que si nos la sabemos averiguar, me parece que esta vez ganamos. Esta no es obra de Martí ni de nadie, sino de los propios sucesos. que por supuesto los hombres ayudamos.

Library of Congress, Washington, D.C.

Ayer escribí a mis amigos del Cayo sobre El Porvenir, para que lo ayuden; pues sin prensa no hacemos nada.

¿Cómo no me ha mandado el último número de El Porvenir? Después del número en que salió la carta de Fraga, no he tenido el gusto de ver otro. A las cuatro estaré a bordo; diríjalo allá.

Panchito se queda en ésta y tiene orden de ir a ver a usted.

Salude en nombre mío a su familia y quedo de usted afectísimo amigo

M. Gómez


Para esta época se agravaba la situación en Cuba, y en editorial del 25 de abril la definía así El Porvenir:

SITUACIÓN GRAVE. — En los catorce años de paz aparente que han trascurrido en Cuba no había atravesado la Isla por una situación como la actual. El país está desmoralizado en lo económico y en lo político. La cosecha de azúcar, para la que se hacían cálculos brillantes, no llegara a dos tercios de lo que se suponía, y los precios son muy bajos. Los hacendados no han tenido recursos para mover la zafra, y muchos Centrales han paralizado sus trabajos. La situación aflictiva del Banco Español, que puede considerarse en bancarrota, ha agravado la del mercado en general. El tabaco, otra fuente de riqueza, alcanza bajo precio. Las manufacturas de esta hoja están casi paralizadas por la falta de demanda. La cuestión moneda, por otra parte, ha hecho resentir el comercio al por menor.

Todo es desbarajuste en Cuba, y la burocracia siempre aprovechando cuanto sea aprovechable, en esta especie de despedida de América que está haciendo España desde hace 25 años. Porque a la larga o a la corta, España se va de América La cuestión es de tiempo, y España, torpe como siempre, trabaja para irse más pronto.

Hará unos seis meses, había cierta confianza para el porvenir y se creía asegurada la paz por algún tiempo. Esta esperanza nació al calor de las proyectadas reformas del Ministro Maura, y se vislumbraba también por la actitud conciliadora en que se colocaban ciertos antiguos elementos intransigentes, convertidos al reformismo. No eran gran cesa las reformas; pero, a nuestro juicio, en ellas se consignaba el principio de la autonomía, del gobierno propio a que tienen derecho los colonos, principio consignado en la Diputación única.

El país en general acogió con simpatía y esperanza el proyecto. Hasta los militares de la Revolución de Yara, en documento muy importante, consignaron que la paz de la Isla dependía de las tales reformas.

En los momentos actuales todo es desconcierto. España se burla de sus colonos una vez más. Lo que pasó en 1866 se vuelve a repetir en 1894. Los españoles no escarmientan. Han perdido, por sus torpezas, sus posesiones una a una, y el filón de Cuba se le ha de ir de entre las manos. Inútil ha sido el buen sentido del país y su llamamiento a la paz; inútil ha sido la favorable tendencia del elemento español reformista; inútiles son las lecciones de la historia.

Las reformas de Maura cayeron con su autor, y España continúa su farsa colonial.

Lo hemos dicho una vez y lo repetimos:

La política de Cuba se fragua en Madrid. La política de los revolucionarios cubanos del extranjero se fragua en Cuba.

Si allí el país estuviera, no decimos satisfecho, siquiera esperanzado en los frutos de la evolución, de seguro que no habría por qué capturar armas y municiones por el Camagüey, ni el ilustre general Gómez, como dice El País, estaría ya dispuesto a moverse.

Las agitaciones de fuera no se fraguan sino por la política de dentro.

La situación actual es grave.

Así van las cosas. Con ellas marchamos. Así lo manda nuestro deber. Así lo exige el verdadero y desinteresado patriotismo.

Carga al machete (boceto)
Armando Menocal


Tomado de Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895. Nueva York, Tip. De El Porvenir, 1896, pp.196-202.

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