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Un testigo del sitio

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Un testigo del sitio

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La niebla llega con la medianoche, se esparce por el llano. Por la mañana el paisaje es una página en blanco hasta que el sol la convierte en pura policromía. De la niebla surgieron aquella vez los jinetes de la legendaria caballería camagüeyana. Entre la niebla se divisaban los regimientos Máximo Gómez y Jacinto. El nombre de este último como recuerdo y homenaje al combate librado por el mayor Agramonte en la contienda de los Diez Años. Ambos pertenecían a la brigada de infantería del Camagüey, comandada por el general colombiano Avelino Rosas. Junto a ellos, en la trinchera de El Rosario, el capitán norteamericano Frederick Funston, quien dirigía el único cañón de los cubanos en aquel sitio. Años más tarde, aquel norteamericano llegaría a ser comandante del ejército norteamericano.

En Cascorro, junto al Tercer Cuerpo que operaba en la provincia al mando del general Javier de la Vega, confluyeron soldados de otros cuerpos del Ejército Libertador. Allí había infantería de Oriente y soldados de Las Villas, porque al sitio del pueblo asistió también, junto a otros jefes, el general Serafín Sánchez. Sólo que la entrevista de Serafín con Gómez sería la última, pues El Viejo le ordenó enérgicamente marchar a preparar la guerra simultánea en Puerto Rico —objetivo estratégico para dar fin al coloniaje—; y quiso la fatalidad que el valiente, quien salió de Cascorro apremiado, sin la compañía de prácticos, muriera antes de cumplir la orden, en el Paso de Las Damas, en Las Villas.

El jovencito Juan de la Cruz Vos sintió miedo. No era la primera vez que el pueblo sería atacado por tropas insurrectas en aquel año 1896, pero eso sí, en esta ocasión el ataque se vislumbraba de una magnitud jamás vista. Entonces Juan se refugió en El Principal, no porque pensara que era el fuerte más seguro, sino porque su amigo, Antonio Costal, un soldado español, lo llevara allí. Muchos vecinos se refugiaron en ese lugar mientras otros se fueron al monte cuando el ataque se hizo inminente. Juan pudo ver a los insurrectos acercarse a través de las aspilleras por donde Antonio respondía con su fusil. Los vio aguerridos en la cabalgata entre el humo y el polvo, como aparición apocalíptica; mientras el cañón de doce libras hacía estremecer la sabana con su rugido ensordecedor y los máuseres y rémingtons llenaban el aire de pólvora.

Desde el mes de abril de 1895 se había establecido nuevamente la Capitanía en Cascorro. En el momento del sitio, de los más de doscientos mil hombres que España tenía en Cuba entre soldados, voluntarios y guerrilleros, según las fuentes históricas, la guarnición del pueblo contaba con ciento setenta soldados de línea del Regimiento de María Cristina No.63, bajo el mando de tres oficiales comandados por el capitán Francisco Neila y Ciria, quien había arribado al pueblo en julio de 1896.

Las crónicas pierden los matices del orden lógico en aquel accionar constante durante más de quince días alrededor del pueblo. Días en los que el cañón no calló ni los disparos de fusilerías cesaron. El sitio no fue una derrota, por el contrario, la Historia lo retoma como un éxito táctico en la estrategia mambisa, pero el capitán Neila quiso asumir todo el valor hispano en el pueblo anónimo.

El primer teniente Carlos Perié y su segundo, el sargento Tropel, comandaban el fuerte De García, hacia el lado oeste. En la dirección opuesta se alzaba el fuerte de la Iglesia, emplazado en el edificio del templo católico recién construido, bajo las órdenes del primer teniente Silverio Rodríguez y su segundo, José López. Las tres edificaciones se unían mediante una profunda zanja recubierta de alambrada. Los disparos del cañón mambí eran dirigidos con puntería certera, pero las cápsulas no estallaban. Por este inconveniente, los cubanos se limitaron a presionar a emisarios, abriendo trincheras alrededor del poblado, bloqueando cada entrada o salida, pero debieron aguardar para no perder vidas en un ataque contra las fortalezas casi inexpugnables para una insuficiente artillería.

Juan de la Cruz Vos escuchó cuchichear a los quintos: “Dicen que al frente viene el Viejo General del demonio… ¿Cuál será?” Fue entonces que alguien a sus espaldas dijo despacio, como para sí: “Gómez, el general Gómez”. Y fue esa misma voz la que le ordenó ir junto al resto de los vecinos refugiados. El capitán que le había hablado era el jefe de la plaza. Nadie sabrá jamás cuándo tomó la decisión de no izar la bandera blanca ante el viejo caudillo mambí, o si esa convicción estaba arraigada desde siempre en su conciencia. Aquel secreto quedó entre los muros del silencio, pero de esa decisión manaban las órdenes trasmitidas al primer teniente Marcial Duarte, su segundo, y de éste a los ordenanzas que le seguían los pasos.

A Juan se le aflojaron las tenazas del miedo cuando el capitán Neila explicó, sonriendo irónico: “Los obuses no sirven, y es sólo un cañón”.

Atacar sin perder vidas era el lema de los cubanos, y resistir, el de los españoles. Fue una enconada lucha donde no cesaban los disparos, voces, estruendos, en el transcurso de días y noches. Los toques de ordenanzas españoles se confundían con las cornetas insurrectas. Las trincheras y campamentos mambises rodeaban al pueblo bloqueando salidas y entradas, y la caballería lo circundaba a intervalos. El insomnio estuvo presente en uno y otro bando. Muy poco se comía, obcecados como estaban todos por sobrevivir, por ser el más fuerte. El fuego de fusil era constante, sus ríos se cruzaban bajo las nubes de la sabana. En aquellos largos días del sitio cayeron otros patriotas cascorreños, como Regino Galindo, soldado del regimiento Jacinto, y Cornelio Álvarez.

El día 29 pareció que la situación se inclinaba en favor de las armas cubanas cuando se presentó en el cuartel general el teniente coronel mambí Braulio Peña, con una segunda pieza de artillería que levantó vivas a los insurrectos porque entre nubes de humo derribó el fuerte de García. El primer teniente Perié y el sargento Tropel, con los cuarenta soldados bajo su mando, atravesaron la zanja a paso doble hasta El Principal. No duraría mucho la euforia. El nuevo cañón no hizo el efecto deseado en las otras dos edificaciones defensivas y el sitio volvió a estancarse en la llanura.

El día 30, el general Gómez, para incrementar la actividad del pueblo y arrancar la decisión de la capitulación a la jefatura de la Plaza, dadas las negativas reiteradas a sus parlamentarios, comisionó al teniente coronel Fermín Valdés Domínguez para que al frente de otra trinchera en el camino de La Deseada continuara hostilizando a los sitiados. En esa trinchera se emplazaron veintiún números de tropa y el capitán Pedro Sosa, un lugareño de la escolta de El Generalísimo. Los atrincherados realizaban múltiples toques de ordenanzas para con este ardid aparentar un mayor número de soldados de los que en realidad había en sus fuerzas, y amedrentar así al enemigo.

El sitio al pueblo, que se extendió entre septiembre y octubre de 1896, no fue un hecho aislado, fortuito, sino parte de un plan de acción de quien fuera el genial estratega de la épica contienda, catalogada como otra de las brillantes campañas del general Gómez, quien obligó a los españoles a replegarse hacia la ciudad, quemando todos aquellos pequeños reductos militares. En la llanura libre volvió a ondear la estrella solitaria.

Del día 26 de septiembre Juan de la Cruz no quería acordarse… pero en algún momento escaparon sus recuerdos frente a Víctor Somonte Bueno, cronista del pueblo. Además, estaban presentes otras personas, entre ellas José Reboiro. Su amigo, el soldado español Antonio Costal, de veintiún años, tuvo la mala suerte de venir de quinto, dejando sola a su madre en Puente Arco. Ella no pudo pagar las dos mil pesetas que la ley estipulaba para redimir a su hijo del reclutamiento y que no fuera enviado a ultramar. A su padre nunca lo había conocido. Juan no quiso preguntarle sobre eso, pero otra curiosidad lo hizo mover la lengua: dónde quedaba. Costal respondió aliviado: “Allá en Pontevedra” y la frase sonó tan lejana, inalcanzable, imposible, que Juan pensó en ella cuando lo vio tendido en un charco de sangre. Un dolor punzante le traspasó el pecho, le ahogó, hasta ir disminuyendo con las lágrimas.

Muchos años más tarde, luego de la ocupación norteamericana, después de 1902, de que cambiaran muchas veces los rostros de vecinos y pasara el primer ciclón grande, Juan de la Cruz Vos dejó su carrito de helados y se sentó a llorar por donde había estado el fuerte El Principal. Era otro 26 de septiembre y los vecinos iban y venían por las calles del pueblo con sus tristezas y sus sueños, sin conocer que allí se combatió, se derramó sangre y lágrimas, y soldados de una y otra tierra murieron por sus banderas. Un día Juan de la Cruz Vos, el testigo, se marchó para siempre del pueblo.


Tomado de Un soplo de niebla en la llanura. Camagüey, Editorial Ácana, 2015, pp.48-52.

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Comentarios
Rodrigo López Martínez
3 años

Así es la historia de los pueblos, los ricos y los pobres, los esclavos y los explotadores, las víctimas y los verdugos, la escena está dispuesta. ¡Que entren los actores...

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Leopoldo Vázquez
3 años

Que cronica tan bella. Tenemos una historia que tenemos que estar orgullosos, continuen escribiendo nos fortalece el alma

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Oreidis Pimentel
3 años

Los proyectiles cubanos de Simms Dudley (cañón neumático para dinamita), no explotaban, se encajaban en lo fortines, estaban defectuosos. Este sitio de Cascorro provocó la inmensa campaña española de la heroicidad del quinto Eloy Gonzalo, con una estatua en Madrid y hasta una película. Juan Padrón lo utilizó en un cómic de Elpidio, pues la historia no pasó de ser un equívoco manipulado.

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Javier Vázquez
3 años

@Oreidis Pimentel Tras leer el otro texto de Mariem Gómez, no me parece que haya habido ningún equívoco.

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El Camagüey
3 años

Llama la atención la presencia en Cascorro de militares extranjeros. En el caso del colombiano Avelino Rosas, Wikipedia explica, respecto a su actuación en la Guerra de Independencia de Cuba: "En octubre de 1895, estando en Curazao, Rosas aceptó la invitación del general Antonio Maceo, para que se integrara al Ejército Mambí (Ejército Libertador) en la Guerra de Independencia cubana que había comenzado meses antes. Es así que viajó a Estados Unidos y se alistó con cien cubanos en una expedición bajo el mando del general Calixto García a bordo de un barco de vapor. La nave zozobró el 26 de enero de 1896 dejando cinco muertos. "El 15 de marzo siguiente zarpó desde Atlantic City (Nueva Jersey) una nueva expedición al mando de García y con Rosas como segundo comandante con el grado de brigadier general del Ejército Libertador de Cuba. Llevando a bordo 78 hombres y un considerable cargamento de pertrechos bélicos. Al desembarcar en Cuba fueron recibidos por hombres del regimiento Baracoa, a las órdenes de Félix Rue­nes. "El general en jefe Máximo Gómez nombró a Rosas jefe de la Brigada de Infantería de Camagüey y tras una exitosa campaña pasó a Las Villas junto al general Serafín Sánchez siendo testigo de la muerte del cubano en la Batalla del Paso de las Damas el 18 de noviembre. En Sancti Spiritus rechazó un ataque enemigo al campamento que alojaba al Estado Mayor y luego asaltó con éxito al general español Adolfo Jiménez. También participó en el ataque contra la base de Cascorro, y comandó la infantería cuando el núcleo del Ejército Libertador atraviesó la Trocha de Júcaro a Morón. Adicionalmente obtuvo victorias en las provincias de Matanzas y La Habana.​ "En enero de 1897 Rosas fue ascendido a general de División siendo designado jefe de la División de Matanzas en sustitución del general José Lacret. Seis meses después, Máximo Gómez destituye a Rosas. Sin embargo logra recuperar su grado y lucha en Santiago contra el primer gobierno militar estadounidense en Cuba a mediados de 1898. Tras la disolución del Ejército Libertador regresó a Colombia." En El Camagüey trataremos de acercarnos a sus vínculos con esta región. Nótese, además, que Maceo lo llamaba "El león del Cauca". Interesante dato.

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Romel Hijarrubia Zell
3 años

@El Camagüey Es algo común ignorar,- porque no se enseña-, la participación de "extranjeros" en nuestra guerra de independencia. Comencemos por españoles : catalanes republicanos o masones, que fueron ascendiendo a generales del Ejército Mambí, polacos, venezolanos, chinos, estadounidenses, etc., etc. que se sumaron a nuestra lucha y en ella pelearon con honor. ¡Hasta dos rusos! Nuestra lucha continúa por la libertad e independencia nacional fue conocida en el mundo entero. R.

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El Camagüey
3 años

@Romel H. Zell Tiene muchísima razón. Algo intentaremos hacer desde El Camagüey. Incluso, nos encantaría dar con el discurso de Daniel Stikles, mencionado en el siguiente comentario.

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Javier Vázquez
3 años

@Romel H. Zell ¿Rusos? Entonces lo que cuenta Juan Padrón en unos dibujos animados de Elpidio Valdés está basado en la realidad histórica. Siempre me llamó la atención la presencia de un ruso, junto a un chino y otro extranjero (no recuerdo su nacionalidad) junto a los mambises, aportando cada uno sus artes militares. Recuerdo al chinito con su "Viva Cuba" y la banderita y me da gracia.

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El Camagüey
3 años

De Frederick Funston logramos precisar estos detalles, también muy interesantes: Se unió al Ejército Revolucionario Cubano que estaba luchando por la independencia de España en 1896 después de haber sido inspirado por un conmovedor discurso pronunciado por el general Daniel E. Sickles en el Madison Square Garden en la ciudad de Nueva York . Tras un ataque de malaria, el peso de Funston bajó a unos alarmantes 95 libras. Los cubanos le dieron un permiso de ausencia. Cuando Funston regresó a los Estados Unidos, fue comisionado como coronel del 20º de Infantería de Kansas en el Ejército de los Estados Unidos el 13 de mayo de 1898, en los primeros días de la Guerra Hispanoamericana. En otoño, conoció a Eda Blankart en una reunión patriótica y, después de un breve noviazgo, se casaron el 25 de octubre de 1898. A las dos semanas de su boda debió partir para la guerra en Filipinas como parte de las fuerzas estadounidenses que se involucrarían en la Guerra Filipino-Estadounidense. Tuvo una destacada actuación militar en Filipinas, y fue también una figura muy controversial. Explorar sus vínculos con Camagüey y con las tropas de esta zona: otro asunto pendiente para El Camagüey.

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