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Prólogo (de Con sombrero de yagua)

Prólogo (de Con sombrero de yagua)

Hagamos nuestro prólogo. Divaguemos veteranistamente. Concretemos, como componentes de la minoría exigua que impuso en todas las épocas la libertad y estado republicano, los casos que contrarresten las opiniones contra los emancipadores y que sus labores llevadas a cabo en plena manigua heroica, es deuda liquidada. Si ha habido alguno que se ha apartado de la línea, allá él. Si los próceres con sus legados y enseñanzas, los supervivientes, aún más, en minoría exigua, no han podido incultar e imponer la doctrina a tanto bribón, guerrillero, autonomista weyleriano y al extranjero desagradecido, que han ahogado a la vez a esos menos en número del E. L., ¿qué culpa tienen esos luchadores que siempre en Cuba, antes, en y ahora hayan triunfado por el número, con sus conveniencias y retrogradismos?

A la revolución, fue en su mayoría, aparte de los directores, una gran masa obrera, de la clase media y campesina, que a la hora del triunfo ha sido ahogada por el político militante o muñidor de la ominosa, los leguleyos de levita, fracasados doctores y amos di los bienes confiscados a los cubanos.

Entre los elementos neutrales, se podrían contar algunas excepciones y ahora la juventud cubana universitaria, que unida a la mujer y a alguna prensa, muy contados congresistas y gobiernistas, está actuando, de manera decisiva, siguiendo la senda de nuestros antepasados y hasta tomando nota de sus propios errores, que también enseñan al procomún para desenvolverse en la vida ciudadana.

A los Granitos de Oro de Martí, y a los Pensamientos del Generalísimo, de “con todos y para todos” y de “la concordia y fraternidad”, fueron acogidos esos elementos, pero para inculcar sus moldes tradicionales de la ominosa, la envidia al triunfo revolucionario, defensa de sus conveniencias y ataque a la buena fe de los que supieron cumplir con sus deberes libertarios.

Nunca se acierta. Si los veteranos hubiesen seguido unidos hasta afianzar sus bellos ideales, en el acto esos mismos elementos, que componían la mayoría, organizados, nos hubiesen calificado de clase privilegiada y combatido desde su campo poderoso del número y el dinero, calificándonos de autoritarios e incurrir en la falta de no cumplir con los dictados del manifiesto de Montecristi. La campaña veteranista fue prueba de todo ello.

El revolucionario cubano, luchó en el campo a sangre y fuego, pero no pudo castigar con su mano al traidor, al weyleriano, al guerrillero criollo que criminalmente actuó contra el hogar, la familia y el mambí, distintamente a como se comportaron los Capdevila y Sandoval.

Nosotros, estimados lectores, no fuimos más que un átomo en esas grandes contiendas, y descendientes de familia que tuvo muchos en ella y hasta que nuestro abuelo con ser “gallego” actuó como caballero y amigo de Joaquín Agüero, desde su plano español a la altura que sus sentimientos humanitarios a ambos caracterizaba, pero creyéndonos en el deber, de alguna manera, humilde pero sincera y honrada, de hacer por la historia de nuestra Patria, es que nos hemos atrevido a publicar esta otra parte de nuestras impresiones de la guerra, y que así como en Memorias de la Guerra aludimos a unos aspectos de nuestras notas, ahora vamos en Con sombrero de yagua, como complemento, a ampliarlas por medio de tópicos, vida, gestos, datos, anécdotas, pasajes, explicaciones, del campamento, los pabellones, la marcha, los hospitales, en contraste con la pelea que todo con la conformidad, esperanza, privación, sacrificio, constancia, tenacidad del soldado mambí, forman un conjunto excelso de virtud y patriotismo.

Después de la guerra hemos palpado muchas realidades. Lo de la sustitución del machete cubano por el sable español, a la Guardia Rural. Ese machete que la Guardia Civil usara para atropellar al criollo y que Máximo Gómez, después de ser sargento, nombrado por el poeta Palma, entonces guerrero, en el 68, enseñó su uso a las huestes libertadoras. El machete que se usara bajo la orden de Agramonte de: “Corneta, toca a degüello.”

Esa arma histórica en nuestras luchas emancipadoras, que brillara bajo el sol tropical de nuestra querida Cuba y en medio de nuestras verdes campiñas a la voz de: “Al machete, cubanos, “A la carga”, “A ellos, que son pocos”, y que sirvió tantas veces para cumplimentar las órdenes de los jefes de avanzar hasta pechar con el enemigo... todo por la independencia de la Isla.

Para ver luego a jóvenes “BIEN”, adinerados y doctores, asociados a centros extranjeros, contribuyendo a sus sostenimientos, mientras los Ateneos y Círculos Cubanos, que no tenemos a derecha ninguno, mueren de inanición.

Menos mal que a otros los vemos en Instrucción Pública, velar por la escuela y defenderla del clericalismo. A un general, que a su paso por ese centro supo mantener a raya a la saya negra, que pretende manejar este ramo del Estado laico, apoyado a lo mejor por representantes que solicitan diplomáticos para el papado y que la religión católica sea la oficial del Estado contra el programa de la Revolución, de espíritu laico, y que esos señores, en su vida han leído, sentido y mucho menos estimado, sin contar otra labor, la de que puedan obtener la Universidad y el Instituto para, a lo mejor, enseñar a sus discípulos solamente la vida de San Antonio, lo que debe depositarse en los cepillos de las iglesias, y la del Rescate de Sanguily por Agramonte y la gran obra de la Invasión, relegadas al olvido; y si se trata, de manera sencilla, ligera, para llenar las formas y aludiendo a los alzados, cuyo jefe fuera el mulato Maceo, y que Cuba es un protectorado americano, y el célebre proyecto de que Cuba diplomáticamente estuviese representada en el Vaticano.

Sabemos de cómo se disuelve una institución, pues nuestras prácticas colectivas, desde la escuela, en la guerra, en la casa, en la Masonería y los I. O. O. F., nos han obligado, velando por ellas y nuestro espíritu de asociación, a estudiar esos procedimientos para contrarrestarlos, y por eso afrontamos estos datos a ver si logramos algo en defensa del futuro de nuestro pueblo.

Una sola vez hemos hecho política militante en nuestro país y de ella salimos asqueados, pero nunca hemos dejado de votar para poner con nuestro “inri” la ceniza en la frente a los malvados, no votando por ellos y sí por los que hubiesen merecido nuestra selección para bien de todo el procomún.

De estas impresiones, habrá apreciaciones distintas, pero sólo nos ha impulsado a escribirlas nuestra buena fe, de corazón a corazón, sin hipocresías, sin prejuicios e hijas de nuestras observaciones y como datos para la historia patria.

Así se condujo ideológicamente Martí, actuando Maceo, con su carácter Gómez y su desinterés Aguilera, Céspedes y Palma y tantos más que todos conocemos, que por senda tan noble tratamos de seguir a pesar de las ingratitudes, envidias, pero impulsados por el más vivo deseo por llegar a la meta de los sueños de esos mentores.

Olvidando como se nos calificaba de bandidos, feroches, pero a la vez arrasando con las mujeres y los niños, destruyendo sus ranchos y asesinando al campesino indefenso e insultando a las familias en las poblaciones que sabían tenían algún miembro de ella en los campos de Cuba, haciendo por su tierra hasta lograr verla libre de su yugo opresor, pero no perdonando y recordando a la vez los gestos de los Capdevila y Sandoval.

Aspiramos a que la ideología mambisa se afiance. Que nuestros tribunales se mantengan incólumes. El Ejército sea lo menos posible y el defensor de la ley y de su pueblo. Que haya muchos maestros y menos mandarines. Que se imponga la ley a la espada; y por eso, sin presumir de literato, es que nos atrevemos a poner este granito de arena por la paz, el amor y la verdad en Cuba, para que el futuro sea venturoso, de acuerdo con el dictado de los progenitores y para tranquilidad de nuestras conciencias y espíritus de buenos ciudadanos. Rectifiquemos y sigamos hasta lograrlo, y ahora les toca hablar a ustedes, queridos lectores.

Tomado de Con sombrero de yagua. La Habana. Molina y Cía., 1932, pp.5-7.

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