Creíamos los escritores que nuestro pueblo era, casi por definición, indiferente a la cultura: ello robusteció las “torres de marfil” y el hermetismo. El Primer Festival del Libro Cubano que actualmente se celebra en las ciudades de La Habana y Santiago de Cuba ha dado al traste por fortuna con esa tesis cuando, en unas pocas horas, ha esparcido prácticamente en manos del pueblo, ávido de cultura, varios miles de libros de autores cubanos en colecciones de a diez. A la clásica apelación vendedora de nuestra publicidad las obras más atractivas, los best sellers, deben ser libros extranjeros, novelas a lo Sagan, la ha sustituido la de los libros nacionales; a la concepción de la cultura como secuestro de conocimientos por una minoría, la de la cultura para las masas, mas no haciendo descender el nivel de esa cultura para hacerla accesible y atractiva, sino superando el nivel de captación del pueblo, capacitándolo para recibirla.
Pero hay, creo, una necesidad tan urgente como la de popularizar la cultura y que quizás se complemente con ella, y es la de descentralizarla. Toda nuestra cultura se desarrolla en La Habana. Los que hemos llegado de las provincias que somos la mayoría, conocemos bien las limitaciones del ambiente “espeso y municipal”, la ignorancia que por falta de medios y materiales básicos, y no de talento, se cierne sobre el ambiente cultural del interior. Recientemente, los poetas de Cienfuegos y Camagüey escribían quejándose del habanismo absurdo que padece nuestra cultura. Nada llega a las provincias, y cuando llega ya está completamente trasnochado. Con las revistas literarias, por ejemplo, ocurría que un número de Orígenes, y luego de Ciclón, para para nosotros en Camagüey, en pleno 1955, digamos, una verdadera joya bibliográfica. Creo que ahora la Revista Cubana está siendo mejor distribuida.