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El regimiento “El Expedicionario” (de Con sombrero de yagua) (5)

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El regimiento “El Expedicionario” (de Con sombrero de yagua) (5)

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La República para todos; pero dirigida por los leales
que hayan pagado y merecido su cubierto.
Martí


En 1895 invadía el Generalísimo Máximo Gómez la región camagüeyana, uniéndose a las huestes que comandaba el venerable patricio Salvador Cisneros, Marqués de Santa Lucía.

Lo escoltaban fuerzas compuestas de aguerridos orientales mandados por el valiente Paquito Borrero, que cayó a los pocos días en el heroico ataque y toma del poblado de Altagracia (simpático e histórico pueblo que en la paz nos honrara con el cargo de Delegado de los Veteranos, nuestros queridos compañeros de armas, y ante el Consejo Nacional de Veteranos, y por lo tanto representante de tan buenos compañeros y paisanos, que desempeñamos en ese mismo Consejo, por la patria de Agramonte, nuestro querido terruño).

De acuerdo con la Constitución de Jimaguayú (lugar sagrado donde cayera dignamente por nuestra causa el mayor general Agramonte de lema vergüenza), comenzó a reorganizar el Generalísimo su escolta, entrando a formar parte de ella infinidad de hijos del suelo donde viera la luz Joaquín de Agüero, contándose entre ellos el sargento ordenanza de Goyo Benítez en la guerra del 68, que siendo un niño desempeñó el cargo, Bernabé Boza, quien ascendido a alférez por reconocimiento del grado inmediato como estaba instituido fue nombrado el jefe de la escolta del General en Jefe.

Salieron los invasores hacia Occidente y terminada la obra monstruosa de la invasión el titán Maceo se quedó sosteniendo tan grandiosa acción en los remates de Guane, Pinar del Río, y el Generalísimo tomó rumbo a Oriente en reorganización, busca de refuerzos para Occidente y revista de todas las demás fuerzas de la República.

Mientras esto ocurría en Camagüey el comandante Armando S. Agramonte, hijo del célebre diputado de la Cámara del 68, Francisco Sánchez Betancourt (El Cao), uno de los jefes del Regimiento de Caballería Agramonte organizaba el Regimiento de Caballería que se le llamó “El Expedicionario”, para reforzar las fuerzas del General en Jefe, el cual unido a éste fue aceptado como un regimiento de fuerza volante para operar siempre a sus órdenes, lo que así fue ocupando siempre la vanguardia y demás puestos de confianza y peligros hasta la terminación de la guerra, de cuyos componentes salieron infinidad de jefes, oficiales, clases y soldados valerosos y verdaderos patriotas.

En Camagüey lo demostraron durante las acciones de Desmayo, Lugones, Saratoga, Conchita, Cascorro, Guáimaro, Machucas, Faro y Purísima...

En las Villas, en Juan Criollo, Reforma, Santa Teresa, Majagua, Casitas, Guayacancitos, Hoyos, Tamarindo, Gloria, Veguitas, Jagüeicito, Hondonas, Ranchuelo, Esperanza, Papaya, Olivas, Casa de Tablas, Laurel, Arroyo Blanco, Ramones, Delicias, San Marcos, Trilladeritas, Punta Alegre, Mayajigua, Chambas, Jatibonico y Blanquizal.

Se desarrollaron y fueron teatro esos campamentos, esos lugares y esos puntos de acciones de todos los combates, escaramuzas, emboscadas, asaltos, encuentros, tiroteos, guardias; exploraciones; escuchas, vigías; ataques y tomas de pueblos sin contar la consiguiente hambre y miles de privaciones, como falta de ropa, comida, sal, equipo, caballos, café (traguito caliente indispensable por la mañana), en que tomaron parte y sufrieron sus componentes tan abnegados como valientes de este regimiento de caballería “El Expedicionario” y reconocidos luchadores por nuestra independencia con la exposición de sus vidas y valor estoico.

¡Cuántos yacen en esos campos de Cuba Libre que perecieron dignamente, unos de hambre, otros de enfermedades y los más de heridas en pleno combate, todos sucumbieron por nuestra libertad, hoy muchos casi ignorados, para que a costa de esos sacrificios estén gozando en nuestra querida patria de Cuba Libre de la bienandanza de la paz y recogiendo el fruto inmerecidamente que aquéllos cosecharon con su abnegación!

Aún recuerdo tantos por mis notas, como en mi memoria, el nombre de los heridos: Quirino Rodríguez, Benjamín Fornés, Esteban Bauta, Alfredo Álvarez, Benjamín Sánchez, Francisco Benavides, Miguel Casas Miguel Peyrellade, Miguel Barreto, Pedro Fernández, Manuel Jiménez, Rafael Peláez, Manuel Ramos, Gabino Madrigal, Aurelio Conde, José María Varona, Francisco Ramos, Vidal Cabrera, Felipe Avilés y Armando S. Agramonte, nuestro querido jefe.

Muertos: Antonio Caballero, Francisco Benavides, Adalberto Piña, José Gómez, Luciano López, Eladio Iraola, Pedro Sanzá, Luis Aranda, Gustavo Agüero, Antonio del Río y Antonio Caballero...

Se puede contar presentándolo también como otras pruebas de méritos de este Regimiento que ha contraído para con la patria y por lo tanto eficaces servicios militares, cubanos dignos de encomio y su constancia de haber estado siempre en puntos de peligros, el haber perdido infinidad de caballos, citando, por ejemplo, uno solo de esos hechos, el de Juan Criollo, donde avanzó hasta pechar con el enemigo por orden del General en Jefe y donde perdió cerca de 30 caballos, heridos y muertos... (Entre los muertos, el mío.)

La Historia se encargará de hacerles justicia...

Tomado de Con sombrero de yagua. La Habana. Molina y Cía., 1932, pp.19-20.

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