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Sobre la raza, y razas

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Sobre la raza, y razas

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Conformidad biológica, conformidad psicológica. Todo el que sea un poco observador habrá visto, aunque no se haya detenido a pensar en la causa del fenómeno, cómo en Cuba se topa a cada día, a cada hora, en la calle, en el conocimiento personal, etc., con gentes blancas indiscutiblemente, cuya conformidad facial, fisonomía y cualidades típicas del esqueleto, corresponden a un tipo medio de la raza etiópica; asimismo con otros que siendo indiscutiblemente de esta raza por el pigmento de la piel, su ángulo facial y su parecido físico, corresponden al de esa transición, más propiamente dicho, a las características del criollo.

Prescindiendo de las uniones materiales de ambas razas, a lo que achacáis el intercambio, yo os digo que hay que remontarse a otro origen y darle otra interpretación al hecho. Las energías son cosas concretas y reales, capaces de los fenómenos de la materia independientemente de ella tantas veces… Y es que en el medio biológico que nos envuelve, la naturaleza por sí sola, fuera de toda intervención sexual, se ha hecho cargo de hacer la fusión de los elementos, que culmina en la transacción de un tipo de hombre cubano.

Ciertamente que hoy no somos, sino por excepción, y esto representa el caudal de elementos nuevos del género, ni el castellano, ni el andaluz que colonizó la anchurosa llanura camagüeyana; ciertamente que no somos ni el congo ni el lucumí de las expediciones africanas, tipos puros ya muy raros entre nosotros, y repito que aparte de los cruces reales sanguíneos, hay un cruce étnico fraguado en el crisol del medio, que constituye la prueba más fuerte, no ya de la adaptación de los etíopes, sino de la fusión absoluta en la esencia de Cuba de los elementos que la integran, siendo, por tanto, elementos ellos mismos.


Y sin que yo quiera ahondar en ello ahora, no puedo menos que anotarlo de paso. ¡Los indios no han muerto! ¡Aquí están entre nosotros! Trajinan en el aire; se mecen en los plumeros de las palmas reales; secretean entre las hojas de las yagrumas; se quejan en el canto de las tojosas; brincan sobre las cunas de los niños; se cuelan entre las sábanas de los lechos enamorados, y de cuando en cuando sale entre nuestra progenie un nieto de Camugiro o un hijo de Onaney. Y cuando allá por la bruta e intrincada Sierra Maestra se queda el criollo solo, por generaciones sucesivas, sale el indio puro, atezado y aguileño, pelo de carbón, frente fugitiva, y habla la más dulce del hablar, siempre llena de risa, igual a aquel que extinguiera con el chuzo envenenado de rejalgar, la codicia del conquistador.


De
La raza negra en Cuba. Santiago de Chile, 1937. Tomado de Emilia Bernal: Antología literaria. Verso, prosa y traducción poética. Selección e introducción de Manuel J. Santayana Ruiz. Prólogo, edición y notas de Emilio Bernal Labrada. Colección Pulso Herido. Nueva York, Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2020, pp.232-233

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