Al Sr. D. Manuel de Pineda y Apéstegui, marqués de Campo Santo
Amigo mío: V. benevolentísimamente acogió esta obrilla: V., antes que otro alguno, alentóme a darla a la estampa; y no sin nota de ingratitud podría ilustrar sus páginas con un nombre que no fue(se) el de tan generoso amigo. Dígnese (ilegible) pues aceptar este pequeño testimonio de mi cordial agradecimiento.
Puerto Príncipe 25 de abril de 1870
Enrique José de Varona (sic)
Figuras
España
Cuba
El Genio del bien.
Acto único
(Terreno fragoso. A un lado un palacio con las armas de España y puerta verdadera: en el opuesto se abre un despeñadero. Junto a él Cuba dormida.)
El Genio del bien (saliendo)
—¡Cuba! ¡Cuba!
Cuba (dormitando)
—¿Qué?
Genio
—Despierta,
Aunque mi clamor te asorde.
¿Así de un abismo al borde
Te adormeces inexperta?
¡Cuba!
Cuba (despertando)
—¿Qué? ¿Quién eres?
Genio
—Soy
Quien, aunque te cause enojos,
Por el cristal de tus ojos
En tu alma leyendo estoy.
Y al ver el dolor, que rudo
Tu triste pecho combate,
Y cuan oprimido late,
Aliento a infundirte acudo.
Yo soy del flaco sostén,
Al ciego sirvo de guía.
Cuba, Cuba, en mí confía;
Escucha al Genio del bien.
En años tierna doncella,
Mecida en honesta cuna;
Mimada por la fortuna,
Tan donosa como bella;
De finísimos cendales
Ayer te admiré ceñida;
Y hoy te lamento perdida
Por entre ásperos breñales;
Rasgada la rica falda,
Colgando el manto en girones,
Descompuestas las facciones,
Suelto el cabello a la espalda.
Perdiste las maravillas,
Realce de tu belleza;
Y con las de tu cabeza
Las flores de tus mejillas.
¿Dó vuelas? Ignota senda
Hollando vas entre abrojos;
Anochecidos tus ojos
Por oscurísima venda;
Y no ves, triste, no ves
En tu beoda carrera
La honda sima que te espera
Rugiendo bajo tus pies.
Dejaste el materno abrigo,
Su honrado solar manchaste,
Y en el mundo te lanzaste
En pos de un artero amigo.
Que miel del labio vertiendo
Emponzoñaba tu oído,
Con huecas frases de ruido
Tu inocencia destruyendo.
De su mentirosa boca
Falsas promesas oíste;
Le adoraste, le seguiste,
¡Pobre loca! ¡Pobre loca!
Apenas de amor herida
Te vio a sus plantas postrada,
Sola, a ti misma entregada,
Te abandonó escarnecida.
Y sin tino en tantos duelos
Todo valladar saltaste.
¡Ay Cuba! ¿por qué dejaste
El hogar de tus abuelos?
Trocaste puros amores,
Y los maternales brazos
Por los impúdicos lazos
De pérfidos seductores.
La paz del alma trocaste
Por hervorosas pasiones;
Y tus castas ilusiones
En lodo inmundo abrevaste.
Raudas huyeron las horas
De aquella dicha soñada;
Y escaldan tu faz ajada
Lágrimas abrasadoras.
En tu mirada indecisa
Se ve temblar al delito:
Y en ese labio marchito
Ha muerto toda sonrisa.
Y para herirte con creces
Nuevos dolores se aprestan,
Cuitada Cuba, que restan
Aun en tu copa las heces.
Pues entre tanta vileza
No faltará mal tu grado,
Algún chalan que al mercado
Quiera sacar tu belleza.
¡Ah infeliz! ¡ah malhadada!
No veles el rostro. Escucha.
Es mucha tu culpa, mucha.
Pero puede ser expiada.
Vuelve en ti: torna al sendero
Que nunca dejar debiste.
Cuba
—¿Y adónde llegaré? ¡triste!
¡Escarnio del mundo entero!
Fementidos me engañaron,
Que libertad me ofrecieron,
Mil delicias me dijeron,
Dulce vida me pintaron.
Y luego, luego dolosos,
De mi pena mofa haciendo
Me han dejado aquí muriendo
Entre tormentos furiosos.
Y después que las primicias
Gozaron de mis amores,
En lejas tierras ¡traidores!
Se olvidan de mis caricias.
Y yo mi faz ocultando
Por la más fragosa breña,
De una peña en otra peña
Voy mi baldón arrastrando.
¿Haber puede a quien le cuadre
En aqueste golfo incierto
Ser a mis borrascas puerto?
¡Imposible!
Genio
—Tienes madre.
Cuba
—¡Madre! ¡Sí!... ¡No! ¡La tenía!
¡Y era tan buena, tan buena!
Y este corazón de hiena…
(sollozando)
¡Madre mía! ¡Madre mía!
Desdeñé su blando arrimo;
Odié su amoroso gremio;
Y a su cariño por premio
De lutos di fruto opimo.
¿Adónde iré maldecida
si hui del materno lado?
¿Si la muerte he procurado
A la que debo mi vida?
La que en mis años primeros
Iba adestrando mis pasos,
Tan torpezuelos y lasos,
Cuanto después altaneros.
La que mi lloro acallaba,
Y mis sonrisas bebía,
Y despierta me asistía,
Y dormida me velaba.
La que disipó las nieblas
Que oscurecían mi mente,
De la ignorancia, fulgente
Alumbrando las tinieblas.
La que alza (ilegible) hízome al cielo
Mis ojos, y en lo infinito
El nombre de Dios escrito
Leer para mi consuelo.
Por ella en gracias crecida
De goces viví cercada,
Por las gentes envidiada,
De mil galanes servida.
Nunca importunos enojos
Rugaron mi frente pura,
Ni lágrimas de amargura
Enrojecieron mis ojos.
¡Qué ingrata, que ingrata fui!
Yo sus timbres infamé,
De su sangre renegué,
Su noble faz escupí.
¿Y volver? De indignación
Siento su mirada llena
Aun en mis ojos truena
Su sagrada maldición.
Genio
—Alienta, mísera, alienta.
Cuba
—Y ¿cómo puedo alentar
Si ella no ha de perdonar
Mi avilantez y (ilegible) afrenta?
Genio
—Mal midió tu felonía
De la generosa España
La grandeza que acompaña
Su acrisolada hidalguía.
Que de la insigne matrona,
Por celeste inspiración,
El osado corazón
Es tan grande que perdona.
Pues no en vano su alma enciende
El sacro amor de la fama;
Y del ingenio la llama
En sus miradas esplende.
No en vano su heroico pecho
Conmueven nobles pasiones;
Y a sus ilustres acciones,
Ha venido el orbe estrecho.
Y bajo regios doseles,
Que su virtud ilumina,
Su frente sólo se inclina
Al peso de cien laureles.
Ven, ven; y puesta de hinojos
Satisface sus agravios
Con suspiros de tus labios,
Con lágrimas de tus ojos.
No más la duda te aflija,
No más tu aflicción baladre;
¿Has conocido una madre
Que no perdone a su hija?
Cuba
¡Ay! no sé; pero tu acento
Con tanta dulzura mueve
Mi corazón, que se atreve
A seguir tu pensamiento.
Se me deshace en pedazos.
¡Y yo le creí de roca! (Transición. Con vehemencia.)
¿Qué? ¿y me besará su boca?
¿Y me rodearán sus brazos?
Y su semblante sereno
Retratará mi pupila;
Y me adormiré tranquila
Reclinada en aquel seno.
Y al ver que de nuevo brilla
Puro el sol sobre mi frente,
Olvidaré dulcemente
Esta horrenda pesadilla.
Genio
(Toma de la mano a Cuba y se dirige con ella al palacio.)
—Sí, sí, ven. Mira las puertas
De tus plácidas moradas.
Pensaste hallarlas cerradas.
Ya ves cómo están abiertas.
Tu planta allá se dirija.
Alguien vendrá a vuestro encuentro.
Hay una madre allí dentro
Que está esperando a su hija.
Cuba
—Vamos. ¿Mas tanta laceria
Postrare a sus dignas plantas?
Genio
—Es tu madre, ¿qué te espantas?
¡Iberia!
España (adentro)
—¿Quién llama?
Genio
—¡Iberia!
Mi voz a tu alcázar suba
En instante bienhadado.
Sal, que retorna a tu lado
Tu hija extraviada.
Cuba
—Cuba
España (saliendo del palacio)
—¡Ah!
(precipitándose hacia ella)
—¡Madre, madre, perdón!
Aunque tu pecho taladre
Mi ingratitud…
España (tendiéndole los brazos)
—¡Hija!
Cuba (lo mismo)
—¡Madre!
España (abrazándola)
—¡Hija de mi corazón!
¿Con que (sic) vuelves? ¿y mi llanto
Mi risa podrá secar?
¿Por qué te has hecho esperar?
¡Has tardado tanto, tanto!
Cuba
—Antes, mucho antes volviera;
Mas tu indignación temí
Los pérfidos que seguí
Forjaron esta quimera.
Fingíante arrebatada,
De rabia toda encendida,
Amenazando mi vida,
De ira y venganzas armada.
Y yo sencilla criatura,
Como culpada medrosa,
A la sierra más fragosa
Iba a llorar mi amargura.
Donde, por más que te asombre,
Mira cómo me engañaban.
Todas mis carnes temblaban
Solamente de oír tu nombre.
España
—¡Alevosos! ¡Yo! La saña
En nobles pechos no habita.
La saña, pasión maldita,
No la ha conocido España.
¡Y contra ti! Si supieras
Cuánto han llorado mis ojos!
No mis cuitas; los enojos
Que tú padecer pudieras.
¿Qué he sentido en horas tantas
Tu corazón no adivina
Mil muertes por cada espina
Que ha desgarrado tus plantas?
Al contemplarte a merced
De la miseria y olvido,
Hambre como tú he tenido
Como tú he tenido sed.
Y mil veces, hija mía,
Cuando cerca te juzgaba,
Con mis voces te llamaba,
Y mis brazos te tendía.
tú continuabas ciega
En tu carrera insensata;
Y yo me decía: ¡ingrata!
Me mira, me oye, y no llega!
Mas ¿qué importa; si llegó
Mi voz al fin a su oído?
Si me viste, y has venido,
Ya todo, todo pasó.
Imploraste tu perdón
Con tiernas frases contritas:
¿Para qué lo necesitas
Si tienes mi corazón?
Cuba
—¡Ah madre! deja que adore
Prosternada tu grandeza;
Y confiese mi vileza,
Y tus pies besando llore.
¡Oh! deja, deja que dude
De mi obcecación impía,
Una madre así tenía
¡Y desconocerla pude!
Pero de hoy más adorarte
Sólo mi pecho sabrá:
Mi labio se moverá
Tan solo para loarte:
Y si por estas mancillas
Mi amor tu pureza enloda,
Emplearé mi vida toda
En servirte de rodillas.
Mi perdón solicité,
Y tu corazón me das,
Y si más pudieras, más
Me dieras, harto lo sé.
Que aunque se avienen tan mal
Tu alteza y mi humillación,
No en vano es tu corazón
Un corazón maternal.
Genio
—Así por siempre hermanadas
Vivid en amantes lazos,
La una de la otra (ilegible)
Confundidas las (ilegible)
Al olvido tanto (ilegible)
Dad. Renazca la (ilegible)
En esos rostros, (ilegible)
Sobre vosotras el cielo.
(a España)
Tu firme apoyo le presta:
(a Cuba)
Tu vigor le comunica)
(a España)
Sea por ti de glorias rica.
(a Cuba)
Por ti se conserve enhiesta.
Y si gozar queréis vos
Cierta y valedera calma,
Haced porque sola un alma
Os vivifique a las dos.
Y tú, que en eterno día
Del amor sublime Padre
A la hija y a la madre
Ves con ojos de alegría.
Tú, que con supremo arcano
No a mi voz posible asunto,
A este riguroso punto
Las trajiste por tu mano;
Haz que su pena prolija
Termine perpetua unión:
Y caiga tu bendición
Sobre la madre y la hija.
Puerto Príncipe 24 de abril de 1870
Tomado de Enrique José Varona: La hija pródiga (alegoría dramática). Puerto Príncipe, Imprenta de El Fanal, 1870.
Al final del libro donde aparece esta obra se lee lo siguiente: Puede imprimirse y representarse previa la venia de la Autoridad local. Fernández.
El Camagüey agradece a José Carlos Guevara la posibilidad de publicar este texto.