El nacimiento
Nimbado por celestes resplandores,
soñando con los ángeles del cielo,
duerme el Niño... Y la Virgen con anhelo
dulce y tierno lo muestra a los pastores.
El nacimiento
Nimbado por celestes resplandores,
soñando con los ángeles del cielo,
duerme el Niño... Y la Virgen con anhelo
dulce y tierno lo muestra a los pastores.
Los Magos de tesoros portadores
postrándose piadosos en el suelo
ofrecen a Jesús con santo celo
del incienso los místicos olores....
Al fulgor del lucero esplendoroso
que los guía al pesebre silencioso
de la divinidad las claras huellas
adoran en el Niño santamente
mientras envuelve en luz su nívea frente
un beso que le mandan las estrellas!
El bautismo
Sobre las aguas del Jordán sagradas
recibe Cristo con fervor ardiente
el Bautismo que Juan Piadosamente
le ofrece de las ondas argentadas.
Descendiendo en minúsculas cascadas
a su cabeza el agua transparente,
ha dejado unas gotas en su frente,
rodando como perlas desgranadas...
Y las aguas del río que espumosas
deslizábanse raudas, impetuosas
por las verdes campiñas a través,
al ver a Cristo que las recibía
agolpándose todas en porfía,
se detuvieron a besar sus pies.
La oración del huerto
En el cielo, fingiendo un gran diamante,
la luna inunda el huerto de fulgores,
y bañando en los claros resplandores
orando estaba Cristo sollozante.
En mística plegaria suplicante
al Creador ofrendaba sus dolores,
la enviaba en la fragancia de las flores
la confiaba a la brisa susurrante.
Tras la lúgubre noche, en el oriente,
la aurora despuntó resplandeciente
prendiendo en el azul sus gasas rojas...
Y al alumbrar su luz el huerto umbrío
vio temblar con las gotas de rocío
las lágrimas de Cristo entre las hojas...!
La última hora
Por mísero cinismo compelido
se encuentra Judas en aquella cena
y aunque la envidia y el temor refrena
entorna las pupilas confundido...
Cristo, de sus ensueños abstraído,
y con palabras de dulzura plena
sin ira dice, con quietud serena,
“¡uno que aquí se encuentra, me ha vendido!”
Entonces los apóstoles temblaron
miráronse con miedo: vacilaron...
y Pedro, levantándose, exclamó:
“¡Di quien es de nosotros el culpable
para escupir el rostro al miserable!”
Y Cristo nada dijo! sonrió...
El beso de Judas
Presidiendo la turba enfurecida,
que ruge como fiera acorralada,
va Judas con el alma acobardada,
por la infamia y el miedo consumida.
Mas, viendo a Cristo su temor olvida
y envolviéndolo en cínica mirada
se acerca y —con dulzura simulada—
le besa la alba frente adolorida.
¡Fue el beso del traidor tan execrable,
de un cinismo tan cruel y miserable,
que en el cielo temblaron los querubes,
el pueblo vaciló de espanto preso,
y el mismo sol por no alumbrar tal beso
cubrióse con el manto de las nubes...
La corona de espinas
Su pálida cabeza que reposa
sobre el pecho, inclinada tristemente,
ostenta, entre la nieve de la frente,
la corona de espinas dolorosa.
En medio de la plebe ignominiosa
es Cristo un blanco lirio transparente
que arrancara del tallo el inclemente
vendaval una tarde tempestuosa.
Y rodando sus lágrimas mezcladas
con las gotas de sangre derramadas
por la impiedad en su furor salvaje
tembláronle en la barba cual si fueran
rubíes y diamantes que prendieran
los finos hilos de un dorado encaje.
Al Calvario
Trémulo el paso, la mirada errante,
arrastrando su cuerpo doblegado
por el enorme peso, y coronado
de espinas, tembloroso, agonizante,
Va Cristo entre la turba delirante
que presa de furor arrebatado
viéndole tan humilde y resignado
llega a escupir su pálido semblante.
¡Ay! no es la Cruz que como dura prueba
sobre los hombros desgarrados lleva
la que combate su resignación.
¡Aún es más cruel su dolorosa carga
que es otra cruz la que su paso amarga:
¡la cruz que lleva sobre el corazón!
La crucifixión
Al llanto y a la súplica insensible
el pueblo goza en su furor malvado
viendo a Cristo morir crucificado
en medio de tormento indescriptible.
Al consumarse crimen tan terrible
su luz apaga el sol horrorizado,
ábrense los sepulcros y rasgado,
cae el del velo templo inmarcesible.
vacilan las montañas con estruendo
a los verdugos míseros haciendo
que arrepentidos a la Cruz se abracen!
La tierra por venganza a Dios clamaba
mientras Cristo muriendo sollozaba:
“¡Perdónalos... No saben lo que hacen!”
La resurrección
De sobre la nimba derribada
surge Cristo entre nubes fulgurantes
y a la tropa de fieros vigilantes
su aparición terrífica anonada.
La losa del sepulcro es levantada!
La sostienen dos ángeles radiantes
e inundando la sombra de diamantes
se desborda de luz una cascada.
y dejando por siempre aquella fosa
proyectando una estela luminosa
del infinito en el nocturno velo:
Cristo asciende hasta el reino prometido
y al sentirlo llegar.... Extremecido, (sic)
el mismo cielo se sintió más cielo.
Apoteosis
Todo amor, todo paz, todo dulzura
fue Cristo por el mundo envilecido
al triste consolando: al descreído
ofreciendo la miel de su ternura.
La Cruz en que dobló su frente pura
alzada cual suplicio escarnecido.
sobre el ara del redimido
tras veinte siglos para el bien perdura.
Fue su amor el amor de los amores
porque supo, olvidando sus dolores,
amar la Humanidad por quien sufría.
Al mundo le ofreció su amor intenso
y —con ser ese mundo tan inmenso—
su Amor era más grande todavía!
Tomado de Revista de la Asociación Femenina de Camagüey. Año I, Núm. IV, Camagüey, abril de 1921, pp.7-9.
Se ha respetado la ortografía y puntuación originales.