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Desiderio Navarro, camagüeyano universal

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Desiderio Navarro, camagüeyano universal

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Si un rasgo peculiar destaca a los camagüeyanos ha sido, siempre, recordar a sus muertos ilustres. En este sentido la figura de Ignacio Agramonte, que, por demás, pertenece a toda Cuba, es la más paradigmática. En el campo de la literatura creo que los han reverenciado a todos, o, mejor, a casi todos, que cito sin orden de prioridad y sin respetar cronologías: pesos pesados como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Nicolás Guillén, Enrique José Varona, Emilio Ballagas, en fecha reciente Severo Sarduy, y otros como Emilia Bernal, de Nuevitas, cuya vida transcurrió, casi toda, fuera de Cuba, y cuyo nombre se reivindica al nombrar así a una librería en el municipio Sierra de Cubitas. Quizás se me escapen algunos otros que han recibido, de un modo u otro, el recuerdo.

Sin embargo, quedan cuentas por saldar, entre ellas con la figura de Felipe Pichardo Moya (1892-1957), considerado uno de los precursores de la poesía negrista en Cuba por sus poemas “La comparsa” y “Filosofía del bronce”. Además, fue el autor de la edición y el estudio crítico de Espejo de paciencia (1942), de Silvestre de Balboa, muy apreciado por Cintio Vitier, y un destacadísimo arqueólogo con obras como Caverna, costa y meseta. Interpretaciones de arqueología indocubana (1945), Los indios de Cuba en sus tiempos históricos (1945), Cuba precolombina (1949), Los aborígenes de las Antillas (1956) y El primer caney explorado en Cuba, también de 1956. Fue poeta: La ciudad de los espejos y otros poemas (1925) y en 1959 se reunieron sus contribuciones al género con el título Poesías.

Otro que habría que recordar sería el también poeta Mariano Brull (1891-1956), traductor al español, desde el francés, de Paul Valéry y autor de Poemas en menguante (1928), texto de acabada perfección y primer libro, en español, dentro de la línea de la llamada poesía pura.

Sé que se me escapan otros, y quizás también me equivoque, pero por mi propio desconocimiento: Luis Suardíaz, poeta de fuerte raigambre en nuestra poesía, que sé bien querido en esta ciudad. Valdría la pena revisar la Colección de poetas de la ciudad de Camagüey (1958), antología preparada por iniciativa de Samuel Feijóo, para comprobar cuántos nombres más podríamos citar. Y recuerdo a Rolando Escardó, a Raúl González de Cascorro, a Rómulo Loredo, y a aquel escritor del XIX, Esteban Borrero Echeverría, el padre de Juana Borrero, nuestra “adolescente atormentada”.

Junto a estudiantes de la Universidad de Camagüey, durante las sesiones del XIX Taller Nacional de la Crítica Cinematográfica. 
Cortesía de la Mediateca Tomás Gutiérrez Alea, del Complejo Audiovisual Nuevo Mundo.

Entre esos “olvidados”, estoy segura que involuntariamente, está Desiderio Navarro, que fue, y sigue siendo nuestro contemporáneo, que arrastra a su favor una obra descomunal en lo que respecta a actualizarnos sobre los diferentes campos de la estética y la crítica literaria, traductor que manejó dieciséis lenguas y nos legó una obra de quilates mayores. Vamos a recordarlo para comenzar a saldar esas deudas. Nació Camagüey el 13 de mayo de 1948. Fue ensayista, crítico, editor y traductor. Los primeros estudios y el bachillerato los cursó en su ciudad natal. En 1964 comienza su labor literaria, al ganar el premio provincial de la Brigada Hermanos Saíz con el cuento “Lo humano”, que apareció publicado en el periódico Adelante, donde colaboró asiduamente como crítico de cine, teatro y artes plásticas. Entre 1966 y 1967, mientras era asesor de la Dirección Provincial de Teatro del Consejo Nacional de Cultura (CNC) en Camagüey, obtuvo algunos premios en los géneros de cuento y poesía. Tras radicarse en la capital en 1968, comienza a trabajar como responsable de la sección Criterios (1971-73) de La Gaceta de Cuba, donde trató aspectos de teoría y crítica literarias. Ocupó, en los años siguientes (1974-80) el cargo de asesor de la Dirección Nacional del CNC y más tarde de la Dirección de Literatura del Ministerio de Cultura. Sus trabajos se publicaron en Unión, Bohemia, Cuba, Cuba Internacional, Casa de las Américas, Revolución y Cultura, El Caimán Barbudo, Granma, La Gaceta de Cuba, Revista de Literatura Cubana, Letras Cubanas, Santiago (Santiago de Cuba), Művészet (Hungría.), Looming y Keel ja kirjandus y Latinskaia Amerika (URSS), Revista de crítica literaria latinoamericana (Perú), Texto crítico (México), Slovenská Literatúra (Checoslovaquia), Problemi na kulturata y Literaturna misal (Bulgaria.), Ideologies and Literature (EEUU), Eutopías. Teorías/Historia/Discurso (España), Vértice (Portugal), Revue de la Association Internationale des Critiques Littéraires (Francia.), entre otras. En la UNEAC fue secretario organizador (1978-82) y presidente (1985-86) de la Subsección de Crítica e Investigación Literarias. Participó como jurado del premio Casa de las Américas y el concurso David, ambos de 1985, en el género ensayo. También fue presidente de eventos nacionales, como el IV Festival de Cine, Radio y Televisión y del Primer Coloquio de Traducción Literaria (Bulgaria, 1987). Asistió a numerosos eventos internacionales, entre ellos el Simposio de traductores de la literatura búlgara (1976), el Coloquio Internacional sobre literatura e ideología (México, 1981), Encuentro teórico de semiótica: la discusión materialismo/idealismo (EEUU, 1982), Conferencia Internacional Arte y Comunicación Humana (UNESCO, 1983), Seminario Internacional de Eslavistas (Yugoslavia, 1985) y VII Encuentro Internacional de Traductores de la Literatura Soviética (URSS, 1987), entre otros. Obtuvo diferentes premios y reconocimientos, entre ellos, mención en el género ensayo (UNEAC, 1980), mención en el concurso literario Plural (México, 1982), premio Mirta Aguirre (artículo, 1983), Premio de la Crítica (1987), Premio Razón de Ser en 1988. Ese mismo año recibió la Distinción Por la Cultura Nacional, y en 1997 la Medalla Raúl Gómez García. Ostentó, además, las medallas 1300 Aniversario del Estado Búlgaro (1984) y por el Mérito Cultural (Polonia, 1989), a los que se suman varios premios como traductor y crítico de arte; en 1995 la Asociación de Críticos Argentinos le otorgó el “Premio a la trayectoria del crítico latinoamericano” y en 1996 fue declarado Hijo Ilustre de la ciudad de Camagüey y obtuvo una beca de la John Simon Guggenheim Foundation. En 1972 ingresó en la UNEAC. Desde 1982 editó la revista Criterios —publicación conjunta de la UNEAC con la Biblioteca Nacional y, a partir de su tercer número, con la Casa de las Américas— para la cual tradujo infinidad de textos de varios idiomas (ruso, francés, inglés, italiano, polaco, húngaro, checo, eslovaco, rumano, croata y alemán). Coordinó numerosos encuentros en Cuba y en el extranjero, y ofreció conferencias en México, Argentina, Hungría, URSS, Estados Unidos, Bulgaria Canadá y Francia, entre otros países. En 1987 fue becario de investigación del gobierno francés. Seleccionó y tradujo los textos de L. Lévchev incluidos en Poesía (1980) y los ensayos de A. Lunacharski en Sobre cultura, arte y literatura (1981), de K. Goranov en Arte, cultura y sociología (1989), de P. Pavis, en El teatro y su recepción. Semiología, cruce de culturas y postmodernismo y de I. Lotman en La semiosfera (1996 y 1998). Compiló las selecciones Cultura, ideología y sociedad (1975), Textos y contextos. Una ojeada a la teoría literaria mundial (2v., 1986 y 1989) e Intertextualité. Francia en el origen de un término y el desarrollo de un concepto (1997). A su vez, ha sido incluido en Nuevos críticos cubanos (1983), Coloquio sobre Carpentier (1985), Sobre Wifredo Lam y El universo en un solo pecho (ambos en 1986), Por una nueva crítica (1988), La literatura cubana ante la crítica (1990), Escribir en Cuba (Puerto Rico, 1991), Del Pop al Post (1993) y En la esfera semiótica lotmaniana. Estudios en honor de Iuri Mijáilovich Lotman (1997). Perteneció a la Asociación Internacional de Críticos Literarios y a la de Críticos de Arte, a la Federación Latinoamericana de Semiótica y a la de Estética. En 1993 fue elegido miembro del Consejo Nacional de la UNEAC.

En el año 2002 fue distinguido con la Medalla Alejo Carpentier y en el 2006 con el Premio Nacional de Edición. En el 2017, poco antes de fallecer, fue investido como Doctor honoris Causa de la Universidad de las Artes. Es autor de las selecciones de Image 1. Teoría francesa y francófona del lenguaje visual y pictórico (200?) y de El Postmoderno, el Postmodernismo y su crítica en Criterios (2007), y un texto suyo fue escogido para integrar la antología Ensayo cubano del siglo XX (México, 2002). Entre sus obras Premisas y dificultades para una nueva crítica literaria científica, 1983, Cultura y marxismo: problemas y polémicas, 1986, Ejercicios del criterio, 1988, Las causas de las cosas, 2006 y A pe(n)sar de todo: para leer en contexto, 2007. Falleció en 2017 luego de varios años enfermo, lapso en el que no dejó de continuar aportando saberes, que no se redujeron a la literatura, sino se expandieron a las artes plásticas, la estética y la culturología.

La labor de alcance teórico de Desiderio Navarro fue enorme y con ella, y gracias a ella, contribuyó a formar y a actualizar a cientos de estudiantes y profesores. Sin embargo, y es lo que quiero destacar ahora, no permaneció alejado de autores de la literatura cubana, a los cuales dedicó serios estudios que materializó en obras como Ejercicio del criterio, que contiene seis aproximaciones críticas sobre obras de la literatura cubana: “Sonido y sentido en Nicolás Guillén. Contribuciones fonoestilísticas”. “Intertextualidad, canon, juego y realidad histórica en la poesía de Luis Rogelio Nogueras”, “Aspectos comunicacionales de la literatura masiva. El caso de la novela policial en América Latina”, “¿Un nuevo método analítico para la crítica y la investigación literarias hispanoamericanas?”, “Una vez más esa vieja incógnita: el lector cubano”, “Leer a Lam” y “El etnos cubano y su cultura”. Estos estudios están marcados por un profundo rigor metodológico y por la aplicación de enfoques científicos actuales, aunque no carentes de controversia.

No puedo dejar de mencionar una circunstancia, si se quiere casual, que contribuyó a reafirmarlo como un paladín de nuestra cultura. Como se sabe, en 2007, luego de que la TV cubana sacara al aire un programa titulado Impronta, donde se entrevistó a Luis Pavón —antes se había interpelado a Jorge Serquera y a Armando Quesada— antiguo presidente, el primero, de Consejo Nacional de Cultura a finales de los sesenta y comienzos de los 70, aconteció lo que se conoce como Quinquenio Gris, término acuñado por Ambrosio Fornet y que algunos extienden a un decenio negro. Aquella circunstancia, conocida como “guerrita de los correos”, porque de ese modo se inició el asunto, estremeció a la intelectualidad cubana, sobre todo la afectada por muchos de los desafueros ocurridos en ese lapso. Desiderio se convirtió en el abanderado en denunciar los hechos ocurridos, para lo cual convocó a un grupo de los afectados, que dieron fe de aquellos verdaderos atropellos. Todas las intervenciones tuvieron lugar, primero, en Casa de las Américas, y luego en el ISA. No me perdí ni una sola y en esos espacios se expresaron Fornet, Eduardo Heras, Fernando Martínez Heredia, Arturo Arango, Mario Coyula, y Norge Espinosa, entre otros, y fueron recogidas en un volumen publicado por el Centro Criterios: La política cultural del período revolucionario. Memoria y reflexión. Fue una verdadera cruzada la acometida por Desiderio, y se entregó a ella con la misma fuerza con que todo lo hacía: desde la fuerza de la pasión.

La labor desplegada por Desiderio Navarro a lo largo de los años alcanza un inestimable valor y contribuyó en buena medida, tanto por su trabajo divulgativo como por sus propias opiniones, a situar el ensayismo y la crítica cubanos en un escalón superior, tanto en el panorama nacional como internacional.

Luego de su fallecimiento se han hecho esfuerzos por continuar dando vida al Centro Criterios que él fundó y dirigió, ubicado en el edificio del ICAIC, en 23 y 12, pero, en realidad, no se ha encontrado la persona idónea para continuar su meritísima labor, prueba de que a veces ocurre, que no siempre hay personas preparadas para continuar una labor, en este caso la suya, emprendida por Desiderio Navarro.

“¿Cómo recuerda al Desiderio que vivía en Camagüey”, le preguntó cierta vez un periodista del periódico Adelante:

—Ese período inicial, sobre todo a partir de los seis años. Fue, ante todo, el de la búsqueda ávida de libros y la lectura incesante —primero de química, biología, psicología, filosofía y lingüística. Fui un autodidacta nato: un día, mis padres descubrieron que había aprendido a leer solo, y desde entonces estimularon en mí el estudio y procuraron mi desarrollo intelectual en la medida de sus limitadas posibilidades económicas. Mi mejor regalo de Reyes Magos fue un escritorio hecho por mi papá en calidad de Gaspar, Melchor o Baltasar. Gracias a una licencia del entonces Ministro de Educación, Armando Hart, a los quince años pude ingresar en la Universidad de Las Villas para estudiar Química, pero pronto me vi obligado a abandonar la carrera.

Más adelante se descubrió cuentista gracias a un concurso auspiciado por la UNEAC provincial y desde entonces sus lecturas se reorientaron hacia la literatura, el cine, el teatro, la filosofía. Sus vínculos con el Conjunto Dramático de Camagüey, en calidad, de asesor, fue, ha reconocido, un período de oro, donde coincidieron ideas de vanguardia, de un lado, y realistas y socialistas del otro, populistas, sovietizantes, con el triunfo favorable de estas últimas.

Aquí, en su tierra natal, recibió las mejores influencias culturales siendo, dice él, una ciudad muy conservadora, pero gracias a sus profesoras de entonces, y también las bibliotecarias, se abrieron a él los nombres y las obras de Joyce, Eliot, Eluard y pudo descubrir un nuevo mundo.

Haber contado entre nosotros con un hombre como Desiderio Navarro, así lo ha reconocido Roberto Fernández Retamar, ha sido un privilegio, como bien lo saben las hornadas de intelectuales jóvenes y no tan jóvenes que han apreciado altamente cuanto él ofreció de manera ejemplar. Sus aportes han sigo gigantescos en el campo de la culturología. Sabio insondable y políglota, le reconoce también Fernández Retamar, prodigioso maestro de sí mismo y de los demás.

Pero no quiero dejar que se lleven una imagen de Desiderio que no es. En alguna ocasión le preguntaron si saber tantas lenguas le impedían manifestarse con soltura en la propia, y al respecto dio una verdadera disertación de nuestro cubaneo lingüístico. Porque Desiderio Navarro fue un cubano legítimo, cervecero como el mejor —con él compartimos no pocas veces en un sitio llamado Feria de la Juventud, frente a la terminal de Ómnibus Interprovincial de La Habana— tan enamoradizo que ninguna mujer que le gustara salía indemne de sus encantos verbales, caballero como pocos, sabio siempre.

Al cumplirse dos años de su muerte, la Asociación de Escritores de la UNEAC había comenzado a dar los primeros pasos para organizar un coloquio nacional para homenajearlo, con vistas a hacerlo internacional al año siguiente, pero se interpuso lo que tanto nos ha agraviado la vida, cuyo nombre mejor no cito, y todo quedó ahí. Habrá que volver a reanimar esa idea para comenzar a saldar deudas con él. Mientras, permanece el compromiso de Camagüey, de recordarlo como mejor lo entienda, para nunca olvidarlo. Seres así, como él, no merecen el descuido de no tenerlo siempre presente.

Quizás en la próxima Feria del Libro podría dedicársele un merecido espacio, que sería el primero, pero no el único. Camagüey nunca ha olvidado a sus mejores hijos. No dejen morir a este hijo singular y único, tan camagüeyano y tan cubano.

En Camagüey, en el Complejo Audiovisual Nuevo Mundo, junto a Juan Antonio García, Jorge Rodríguez y Mario Naito durante las sesiones del Taller Nacional de Crítica Cinematográfica.
Enciclopedia del Audiovisual Cubano

Texto leído durante la Feria de Jóvenes Creadores, Centro Provincial del Libro y la Literatura Enrique José Varona y Proyecto Golpe a Golpe, Camagüey, diciembre de 2021.

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