Una serena tarde, cuando la primavera esmaltaba de rosas y nardos la pradera, y el céfiro besaba los naranjos en flor... mientras el sol reía con su risa de oro... las aguas de la fuente murmuraban a coro... y en la selva vecina cantaba el ruiseñor...
Por la verja sombría del triste camposanto... en lúgubre silencio que interrumpía el llanto... cruzó el cortejo lento... y envuelta entre los tules de nieve que formaban su nítido atavío... en su cajita blanca... llegó al sepulcro frío... la pobrecita niña de los ojos azules...
¡Pobrecita la niña de los azules ojos...! Se la llevó la muerte y en tanto sus despojos los reclama la tierra... ¡La roban al Amor...! ¡Pobrecita la niña de los ojos de cielo...! Con su blanca corona... con su nítido velo, la llevan a la negra morada del dolor...
Detúvose el cortejo... gimieron las campanas mezcladas a las voces confusas y lejanas... La piqueta implacable... fue cavando en el suelo... Luego... deudos y amigos... ¡Todos se retiraron...! y en el hoyo tan negro... tan profundo dejaron a aquella muertecita de los ojos de cielo...
(Esto pasó una tarde... cuando la primavera esmaltaba de rosas y nardos la pradera y el céfiro besaba los naranjos en flor... mientras el sol reía con su risa de oro... las aguas de la fuente murmuraban a coro... y en la selva vecina... cantaba el ruiseñor...)
Tomado de la Revista de la Asociación Femenina de Camagüey, Año I, Núm.5, Camagüey, junio de 1921, p.3.
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Comentarios
Maritza Betancourt Bernal
1 año
Cuando se lee a Dulce María, es cómo sentir un bálsamo en el alma y la piel, es sensorial y también la visualización de una imagen perfecta a la vez que idílica
Comentarios
Maritza Betancourt Bernal
1 añoCuando se lee a Dulce María, es cómo sentir un bálsamo en el alma y la piel, es sensorial y también la visualización de una imagen perfecta a la vez que idílica