Me cuenta el poeta Escardó que en su trainin de hambre tiene incontables sucesos. En una ocasión viviendo en la Plaza del Vapor, en la azotea, al aire libre, se le pasaron cuatro días lloviendo y no tenía dónde dormir, porque dormía en el piso de la azotea. Entonces con el poeta Fayad se robó el techo de un kiosko de frutas como de cuatro metros de largo por tres de ancho, y lo metieron por un caracol que iba a dar a la azotea. Pusieron sobre el piso húmedo cartones para acostarse y el techo lo aseguraron en cuatro pilares de una antigua edificación. Allí echaron unos días hasta que llegaron los policías. Estos pugnaron y movieron gentes y al techo no podían bajarlo. “¿Cómo rayos ustedes subieron por esa escalera de caracol este techo?”, les preguntaba la policía airada. Hubo que bajarlo a la calle con sogas. Ante el cuadro de miseria, los soltaron. Entonces se fueron a dormir bajo el caballo del General Máximo Gómez. Allí lo pasaban bien, pero una noche llegó un habitantón, se quiso coger la vivienda y se formó la bulla y vino La Marina y los botó a todos de debajo de las patas del caballo a leña y tolete.
Tomado de Prosa. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1985, p.218.