¡Reina en el cielo, Sol! reina e inflama
Con tu almo fuego mi cansado pecho:
Sin luz, sin brío, comprimido, estrecho,
Un rayo anhela de tu ardiente llama.
A tu influjo feliz brote la grama,
El hielo caiga a tu fulgor deshecho;
¡Sal, del invierno rígido a despecho;
Rey de la esfera; sal, mi voz te llama!
De los dichosos campos, do mi cuna
Recibió de tus rayos el tesoro,
Me aleja para siempre la fortuna:
Bajo otro cielo, en otra tierra lloro…
Esta nieve luciente me importuna…
¡El invierno me mata!... ¡yo te imploro!
Nota de El Camagüey: Este precioso soneto aparece en Poesías de la señorita Da. Gertrudis Gómez de Avellaneda (1841). En una edición de 1850, aparece datado en 1840 y modificado el último terceto: