Adorada Amalia mía: con sumo placer he leído hoy tu carta del 7, y sobre todo la noticia de que ya sales del aposento sin novedad alguna y que el mambisito sigue á merveille.

Me alegro que este haya sacado el buen apetito de su padre y que te ayudes en su crianza con leche de vaca. Lo que anhelo y siempre deseé, es que la única persona que le sustente seas tú: que sea hijo nuestro y de nadie más. Lo confieso, soy en eso egoísta.

Te ofrezco mojarme lo menos posible. No tengas cuidado por mí: me cuido mucho.

Dile a Simoni que también recibí la suya: que me guarde allá los libros y papeles que me dice que ha recibido para mí. El sello, aunque ya inútil puede enviarlo a Eduardo o a Salvador, y si es de pequeño volumen la Historia de los Estados Unidos por Quakenbos (sic) y se presenta persona de toda confianza que la traiga, me la envíe; sin ambas condiciones, mejor será que la retenga allá.

Y ¿los libros que tiene Pancho Sánchez? ¿Los envió ya? De lo contrario convendría un recuerdo.

Estoy formando un escuadrón de caballería que dejara atrás a la caballería española. ¿Quieres que le reserve un puesto de cabo primero al mambisito?

¡Qué pesados me están pareciendo la guerra, los soldados, los fusiles desde que veo pasar uno y otro día sin que me permitan ver a mi ángel querido y a nuestro chiquitín! Yo no pienso sino en ti; contigo sueño y tu amor es mi vida.

Cuídate, amor mío; cuídate mucho, y da un millón de besos a nuestro hijito.

Mientras ambos disfruten de salud y bienestar será dichoso tu compañero que contigo delira

Ignacio

Mis afectuosos recuerdos a Simoni, Manuelita y Matildita.

Río Seco, Junio 9/69

Tomado de Aurelia Castillo: Ignacio Agramonte en la vida privada. La Habana, Imprenta y papelería de Rambla, Bouza y Cía., 1912, p.48.