No lloréis más, delfines de la fuente
sobre la taza gris de piedra vieja.
No mojéis más del musgo la madeja
oscura, verdinegra y persistente.
Haced de cauda y cauda sonriente
la agraciada corola en que el sol deja
la última gota de su miel bermeja
cuando se acuesta herido en el poniente.