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A Jesús Crucificado – Oración (para después del Via Crucis, y en los viernes de Cuaresma)

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A Jesús Crucificado – Oración (para después del Via Crucis, y en los viernes de Cuaresma)

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Víctima Santa, cargada por vuestra caridad sin límites con el enorme peso de las iniquidades del mundo, postrado ante vuestra cruz os rindo humildes gracias, por mí y por todos los hombres, que tan inmenso beneficio os debemos y tan pobres somos para corresponderos. Os rindo gracias por todos, y por todos os pido perdón de las ingratitudes cometidas, que quisiera llorar a presencia vuestra con lágrimas de sangre del corazón.

¡Oh mi dulce Redentor! por vuestras humillaciones y amarguras; por todos los dolores que padecieron vuestra alma y vuestro cuerpo durante las tres horas del bárbaro suplicio, dignaos lavar de una vez para siempre con vuestra sangre preciosa las manchas de nuestras culpas, renovando con vuestra gracia las almas redimidas por vos.

Esta súplica os hago, mi Dios crucificado, adorando rendidamente vuestro Santísimo cuerpo enclavado en la cruz, todo sangriento y desfigurado. Sí, Redentor de mi alma: yo adoro la sacrosanta llaga de ese amantísimo pecho; las de esas manos generosas, siempre abiertas para derramar mercedes; las de esos pies benditos, que no dieron un paso que no fuera en beneficio nuestro: adoro esa corona de espinas puesta por irrisión en vuestra augusta cabeza, para que pudiésemos aspirar nosotros a la corona de gloria: adoro ese duro leño que sirvió de ara al sacrificio, convirtiéndose de instrumento de muerte en símbolo de vida: adoro, en fin, todas las afrentas, todos los tormentos de que os abrumaron los hombres en la ceguedad de su malicia, y que vos sufristeis por la grandeza infinita de vuestro amor.

¡Oh Jesús! acoged los homenajes y las preces que os ofrecemos por mediación de la dolorida Madre —que contemplamos con ojos de la mente al pie de vuestra Cruz— y a la cual se asocian nuestros corazones para amaros y bendeciros. Que ella os ruegue por nosotros, alcanzándonos por vuestra santa muer te no salir de la presente vida en malas disposiciones, sino asistidos por su protección poderosa y acompañados con pías oraciones de nuestra madre la Iglesia. Que ella os ruegue por nosotros, para que el día en que como Juez pronunciéis nuestra sentencia, os acordéis de que como Redentor habéis expiado todos nuestros crímenes, dándonos derecho a participar de vuestro reino.

¡Hombre de dolores! confortadnos en los dolores de este valle de lágrimas, y ofrecédselos, con el valor infinito de los vuestros, a la Justicia del Padre, a fin de que logremos adoraros en el trono eterno de vuestra gloria, como hoy os adoramos en el suplicio de la cruz.

—Amén


Tomado de Devocionario nuevo y completísimo en prosa y verso de la Señora Gertrudis Gómez de Avellaneda. Sevilla, Imprenta y librería de D.A. Izquierdo, 1867, pp.428-430.

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