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     ¿No es delirio, Señor? Tú, el absoluto
     En belleza, poder, inteligencia;
     Tú, de quien es la perfección esencia
      Y la felicidad santo atributo;

     Tú, a mí —que nazco y muero como el bruto—
     Tú, a mí —que el mal recibo por herencia—
     Tú, a mí —precario ser, cuya impotencia
     Sólo estéril dolor tiene por fruto...

     ¿Tú me buscas ¡oh Dios! Tú el amor mío
     Te dignas aceptar como victoria
     Ganada por tu amor a mi albedrío...?

     ¡Sí! no es delirio; que a la humilde escoria,
     Digno es de tu supremo poderío
     Hacer capaz de acrecentar tu gloria!


Tomado de Obras literarias de la Señora doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. Madrid, Carlos Bailly-Bailliere, 1869, t.I., p.380.
Allí aparece acompañado de esta nota: “El presente soneto, así como varias otras de las composiciones religiosas que se encuentran en el volumen de estas poesías, figuran también en el Devocionario publicado por la autora, el año de 1867, en la ciudad de Sevilla, donde reside actualmente.”

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