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Imitación de El Lago (de Lamartine)

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Imitación de El Lago (de Lamartine)

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A mi amigo muy estimado el Sr. Raimundo Cabrera

   
   Así; siempre lanzados
   A mares ignorados,
   En noche eterna envueltos
   Para no más volver,
   ¿No podrá nuestra mano,
   Del tiempo en el Océano,
   Fijar la barca móvil
   Y anclar alguna vez…?

   ¡Oh, Lago, tus arenas
   Vieron brillar apenas
   Doce lunas; y trémulo
   Tu margen piso yo,
   Solo; sin la hechicera
   Amada compañera
   Que tus orillas, plácida
   Conmigo visitó!

   Entonces, como ahora
   Rompíase sonora
   Sobre las duras peñas
   Su mole de cristal:
   Entonces el suave viento
   Con blando movimiento
   Traía tus espumas
   Sus plantas a besar.

   Una tarde ¿te acuerdas?...
   (¡No su memoria pierdas!)
   En tus cerúleas olas
   Vogábamos los dos;
   ¡Cómo; en augusta calma,
   Sumíase mi alma
   En dulce, melancólica
   Feliz contemplación!

   De súbito los vientos
   Nos traen los acentos
   De voces melodiosas;
   No oídas del mortal;
   Y vibrante el ambiente
   Llenóse blandamente
   Con este dulce cántico
   De mi musa genial:

   “Oh, tiempo, el fugitivo
   Curso, detén, cautivo:
   Horas de bienandanza
   No nos dejéis así:
   Que, en calma, saboreada
   La dicha codiciada
   Sea, en continuo éxtasis
   Este día feliz!”

   “En congoja doliente
   Os implora ferviente
   El mísero que yace
   Sumido en duro mal.
   Llevaos con sus días
   Sus largas agonías
   Piadoso; a los que gozan
   Del amor olvidad!”

   ¡Ay; que en vano mi acento
   Pide un solo momento
   Que alargue el goce íntimo
   De la dicha fugaz!...
   Guía lenta tu noche
   De sombras, a la noche
   Dije; y la aurora, fúlgida,
   Se anticipó a brillar!

   Amemos, sí; las horas
   Fugaces, voladoras.
   Sus contentos efímeros
   Y su goce nos den!
   Ningún puerto te espera
   Mortal; ni halló ribera
   El tiempo en su vorágine:
   Pasa, y mueres con él!

   Saturno codicioso,
   ¿Por qué el momento hermoso
   En que nos brinda férvido
   Su embriaguez el amor
   De nosotros se aleja
   Y más presto nos deja,
   Ay, que los días tétricos
   De muerte y de dolor?

   Ni la dulce memoria
   Quedará de su historia?
   ¡Qué! ¿Pasado por siempre,
   Perdido de una vez?
   El instante, que avaro
   El goce nos da raro
   De un bien que quita súbito
   ¿Nos volverá ese bien?

   Abismos insondables
   De sombras espantables,
   Pasado, oscura nada,
   Sombría eternidad, 
   ¿Qué hacéis de nuestros días,
   Qué, de sus alegrías,
   Qué, de ventura tanta
   Que al hombre arrebatáis?

   ¡Oh, Lago, manso río,
   Grutas, bosque sombrío
   Que acaso el tiempo olvida
   O que hace revivir;
   Naturaleza hermosa
   Conserva tú piadosa
   De estos instantes únicos
   El recuerdo feliz!

   Que viva en tu reposo,
   Y en el ruido medroso
   De tus olas que airada
   Mueva la tempestad;
   Y en ese tu halagüeño
   Ribazo, tan risueño,
   Y en las salvajes rocas
   Que ciñen tu cristal:

   Que el céfiro dormido
   Despierte estremecido
   Y en voces cuente, íntimas,
   Mi historia, a tu onda azul:
   Que los ecos distantes
   Repítanla vibrantes
   Cuando tu espejo bañe
   La luna en suave luz!

   Que el viento, en giro blando.
   Las cañas, suspirando,
   Y el hálito del bosque
   En viva emanación,
   Que cuanto en ti se admira
   Se escucha o se respira
   En concierto dulcísimo
   Hable de nuestro amor!

Octubre, 1872

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Tomado de Cuba y América. La Habana, Año VI, Núm.112, Mayo 1902, p.12.
El Camagüey agradece a José Carlos Guevara la posibilidad de publicar este texto.

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