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Última carta a Carlos Pío Uhrbach (3 de marzo de 1896)

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Última carta a Carlos Pío Uhrbach (3 de marzo de 1896)

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Martes 3 marzo 1896. Key West.

Mi Carlos adorado mío: Un cáustico que tengo sobre el hígado me impide escribirte pues me es completamente imposible sentarme. Recibí antier todas tus cartas, las atrasadas y las últimas. Qué pesar tan hondo no poder contestarlas extensamente! Esto es imposible pues me tienen absolutamente prohibido escribir una letra. Con cuánta tristeza tengo que decirte que no sigo bien! Lo que tengo es tifoidea que ahora hace crisis en estos momentos. La convalecencia será rápida. Cuánto sufro alma mía! Medicinas horribles, inyecciones de quinina, cáusticos, baños helados, y un sin número de mortificaciones desesperantes que tengo que aceptar para curarme. Desde mi lecho de dolor, te ruego me perdones mis últimas cartas. Los celos realizaron una vez más su obra perturbadora y te escribí unas frases crueles e injustas y que quizás te habrán sorprendido tristemente. Perdónamelas, olvídate de todo lo que no sea nuestra situación y piensa en que sufro tanto, tanto! Cuánto me aflige lo de tu reuma. Cuídate alma mía; no te expongas a la humedad. No me escribas mucho cuando te sientas mal. Tú antes que todo! Tus últimas cartas son tristes, sombrías y lúgubres, esto me apena profundamente. Es verdad que la suerte no se sacia en atormentarnos, pero acaso no tienes la seguridad de mi amor, y la seguridad de hacerme tuya?... Yo quiero consolarte desde aquí, comunicarte mi inmensa ternura, mis redentoras esperanzas. No estés triste bien mío, no te abandones a tus hipocondrías. La neurosis es una asesina implacable que extermina en el espíritu hasta el germen de la esperanza. Procura pues sobreponerte a tus sombríos accesos nerviosos que tanto daño te hacen y que tantas pesadumbres me causan. Bien de mi alma me es imposible seguir dictando a Elena porque la cabeza me duele atrozmente aturdida por la quinina la neuralgia el insomnio y la fiebre. Estoy llena de horror y de inquietudes con las cosas que están pasando allá. Te ruego por mi curación que te pongas a cubierto de todo peligro. Cómo voy a tener tranquilidad para curarme pensando que no estás seguro...? Oh no mi dueño! Resguárdate, guárdate para mí que te idolatro y que sufro tanto tanto! Adiós alma mía. Me es imposible escribirte una letra más. Me siento tan mal! Sin embargo la energía desesperada de los tratamientos clínicos triunfarán de mi mal actual y pronto se iniciará la convalecencia. Adiós mi dueño. Me arrojo en tus brazos y te beso con delirante locura y te juro que te idolatro y que soy tu

Juana


Mi buen hermano Carlos: Juana nuestra pobre enferma está mejor aunque es tan leve la mejoría que puede decirse sigue igual. No se asuste ni tema nada por ella, está muy bien atendida. Cuídese Ud. mucho. Hoy me levanto de la cama después de una semana seguida que he pasado con fiebre. Ya estoy bien a Dios gracias. Espero hoy ver a mi Amado al que no veo hace ya diez días. Adiós crea que no olvido y que siempre lo recuerdo con afecto. Cuando escriba a Fritz dígale que se cuide. Soy su hermana Helena.


Tomada de Juana Borrero. Epistolario II. La Habana, Academia de Ciencias de Cuba, Instituto de Literatura y Lingüística, 1967, pp.367-368.
Nota de El Camagüey: Se ha respetado la puntuación del original.

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