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Moldes periodísticos

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Moldes periodísticos

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La prensa gubernamental se preocupa de nosotros; a menudo comenta nuestros artículos; y no pierde ocasión de manifestarse en desacuerdo con las ideas que a diario exponemos y que, no obstante, seguiremos exponiendo. Si en la calle o en el teatro encontramos a sus redactores, no les falta nuestro saludo cariñoso. Y si charlamos con ellos, en la sala o en el despacho de un amigo, le decimos “compañero”. El compañerismo y la cortesía no quitan lo valiente. Se puede observar la ley del compañerismo y tener el valor de las convicciones. El saludo afable del sombrero no es incompatible con la energía cívica de la pluma.

Ahora bien, a nosotros la prensa gubernamental no nos preocupa. Porque en país alguno de la tierra nadie ha logrado convencer de sus errores a la prensa del gobierno. Cesa el gobierno y ella sola se convence. La prensa gubernamental de todos los pueblos latinoamericanos parece cortada por la misma tijera y con arreglo a un solo molde. Si a un periodista gubernamental de Venezuela se le trae por los aires a Cuba, con encargo de ejercer aquí su oficio no le ser· menester enterarse, ni recibir instrucciones. Escribe, en cuanto llega, y escribe a tono de impecable gubernamentalismo; hermano espiritual de sus colegas cubanos usa sus mismos adjetivos en un grado idéntico de arrogancia. Otro tanto sucedería con un periodista gubernamental de Cuba que se trasladare a Venezuela: entusiasmo por el Jefe de Estado, santa indignación y cólera santa contra los adversarios del gobierno; y de vez en vez, algún gesto de indulgencia mal intencionada, y matices de ironía. Los lectores, todos palaciegos y burócratas, aplauden al periodista. ¡Qué arte su prosa! ¡Qué ciencia política la suya! ¡Qué admirable intuición!

El partido que gobierna tiene sus órganos; y no son precisamente gubernamentales. Apoyan al Gobierno porque el Gobierno pertenece al partido; pero entre el partido y el Gobierno se deciden por el partido. No así los periódicos de carácter netamente gubernamental, porque, para ellos, no existe otra fuerza política respetable que la del Gobierno. El Gobierno lleva en todos los casos la razón. Sus hombres han de ser infaliblemente doctos, irreprochablemente justos, previsores y patriotas. Entre el partido y el Gobierno, el Gobierno. Si el Gobierno derriba la Constitución y conculca la libertad, la prensa gubernamental aplaude. Según las fluctuaciones del poder público, ella ríe, o llora, o grita, o canta. El público no necesita leerla porque sabe de antemano lo que dice. Los periódicos independientes perderían su tiempo, su papel y su tinta, refutándola. Ella sola se refuta. Y nadie mejor que ella misma para impugnar su propio credo en el instante que más cálidamente lo defiende. El pecado lleva en sí la penitencia. Porque sufre angustias inmensas el periodista gubernamental. Ve que el Gobierno se debilita; y está· obligado a jurar que cada hora aumenta su crédito prodigioso. Conoce a fondo sus arbitrariedades, y las arbitrariedades al cabo le lastiman; pero ha de borrajear cuartillas elocuentes, enderezadas a sostener que lo arbitrario es lo legal, que todos los males que produce son venturosísimas desgracias. Venturosa la revolución, porque ella reafirma en el mando al Gobierno de su ardiente gubernamentalismo. Venturosa el hambre, porque el hambre paraliza las energías cívicas y aplaca los ímpetus del enemigo. Venturosa la prisión de ilustres patriotas, de insignes caudillos, venturoso el destierro de servidores de la República, abnegados y firmes, porque se aclara más el horizonte para un Gobierno de perpetuidad, que no puede comprometerse en arriesgadas empresas de hidalguía…

—El periódico H —exclama un amigo— la emprende con ustedes; su estilo es “dómine”, y su argumento propio de conquistadores. ¿Por qué ustedes callan?

La respuesta es instantánea.

—El periódico H es periódico gubernamental; y los ataques de un periódico gubernamental contienen siempre entre líneas, la defensa de sus propios adversarios. En Cuba, como en Guatemala, acertijos, más o menos ingeniosos, o sin ingenio, que llevan al pie la solución.


Tomado de De Cuba. Revista de la Sociedad de Periodistas Manuel Márquez Sterling. La Habana. Número 1, diciembre del 2002, p.45.

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