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Proscriptos (fragmento)

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Proscriptos (fragmento)

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Cuando la silueta distante se desvaneció en la bruma de las lejanías, la patria amada desapareció tras el horizonte, y la noche descendió sobre la planicie del mar rumoroso. Ay! y también sobre las almas bajó la sombra y desplegó su fría niebla la tristeza de la ausencia! Desde la toldilla, bajo el palio gigantesco del infinito tachonado de estrellas trémulas, estuve largo rato con la mirada fija en la línea remota que separa el mar del espacio. Y todas las nostalgias me abrumaron, y subieron a mis ojos todas las lágrimas, pensando en la tierra querida que a mi espalda huía envuelta en las sombras nocturnas. ¡Oh! decir adiós al hogar, a los afectos más caros del alma, a la patria que sufre y lucha, es ciertamente bien triste! Y este desgarramiento íntimo de nuestro corazón nos duele más aún porque nos reprochamos la expatriación involuntaria, porque nos parece una ingratitud para con la patria abandonarla en la desgracia!

Enfrente lo desconocido, la tierra extraña, la sombra, la triste noche de los proscriptos, la nostalgia...

Detrás, el suelo adorado donde aprendimos a venerar un ideal de redención gloriosa, los hermanos que combaten, los amigos que nos aman. Y entre la incertidumbre del porvenir impenetrable, y la desoladora convicción del hundimiento definitivo del pasado, el alma del proscripto sucumbe abrumada por el fardo de las pesadumbres, y se van apagando en el espíritu los astros del ensueño.

Entre dos infinitos de pesar, entre dos abismos de sombra, entre dos horizontes de tinieblas se emprende la marcha azarosa hacía la región desconocida y extraña... A nuestra espalda se van quedando los ideales, las dulces esperanzas muertas, las crédulas ilusiones de dicha.

A nuestros ojos despliega el dolor su horizonte de lágrimas, y sobre las almas desciende la escarcha de las nostalgias aniquiladoras.


Tomado de Revista de Cayo Hueso, Vol. II, Abril 30 de 1898, Núm.20, p.9.

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