A Carlos Pío Uhrbach
Se llena de creyentes el templo solitario
y a los acordes graves del órgano sonoro,
se mezclan en la atmósfera serena del santuario,
las voces cristalinas que vibran en el coro.
Entre las blancas nubes que arroja el incensario
miro con las pupilas nubladas por el lloro,
que el sacerdote humilde de pie junto al sagrario
entre las manos puras eleva el cáliz de oro.
Y así como el incienso que ante la imagen flota
impregna de sutiles perfumes el ambiente
perfuma tu recuerdo mi mente visionaria;
y de mis labios trémulos y suplicantes brota
tu nombre idolatrado que vibra dulcemente
mezclado con las frases que forman mi plegaria.
1895
Tomado de Revista de Cayo Hueso, Vol. II, Abril 30 de 1898, Núm.20, p.17.