Sólido y arcaico edificio es el de este templo, situado en el corazón mismo del Camagüey moderno. Su arquitectura gris y de estilo añejo, dice de una historia que nace en el siglo XVII.
Cuando se emplazó la Iglesia de la Soledad, era tan sólo una ermita de techos de tabla de palma y tejas, paredes embarradas y una sola nave, lo que constituía en 1697 un lugar céntrico donde el Presbítero Don Antonio Pablo acogía a las almas católicas para ofrecerle los servicios religiosos.
En 1701, fue erigida en Parroquia por el Obispo de Santiago de Cuba, doctor Fray Diego Evelino de Compostela, fijándole sus límites en las calles de Calvario (Santa Ana), desde el desaparecido convento de San Francisco hasta la ermita de Santa Ana, teniendo en su demarcación los barrios de La Merced y Pitaguao, con más de 6 000 habitantes.
Fueron curas de la Soledad, el P. Agustín Guillén y del Castillo en 1726 y José Sánchez Pereiro en 1727; en 1733 sirvió de como Cura de la Parroquia de la Soledad Don Blas Bonora, iniciando las obras de mejoras para el templo. En 1734 oficiaba de cura el doctor Waldo Arteaga, iniciador de las Ferias de la Caridad y en 1756 fue Cura propio Don José Sánchez.
Las mejoras más notables en la Iglesia se debieron al Prebístero Don Adrián de Varona que de su peculio particular y con los bienes de su hermana Rosa realizó obras muy considerables, iniciadas en 9 de junio de 1758 y terminadas 18 años después.
El edificio recibió la bendición el 6 de diciembre de 1776, colocándose definitivamente el altar de la Virgen de la Soledad durante fiestas esplendorosas. Mientras se hacían edificaciones, la Parroquia se asentó en la ermita de Paula, que estaba en la actual Plaza de Maceo.
En tanto se reconstruía el templo, fueron Prebísteros de la Soledad José Sánchez, Francisco de Zayas, Manuel Alonso Olázabal y Francisco de Velazco; así como Francisco Antonio Fernández de Villanueva y Juan Nepomuceno Arango.
Fue la Iglesia de la Soledad en 1793, sede de la consagración episcopal del Obispo de Santiago de Cuba doctor Joaquín Osés-Alzúa y Cooparacio, trigésimo tercero de dicho título en Cuba y segundo consagrado en Puerto Príncipe. Al acto concurrió el Obispo Auxiliar de La Habana nombrado Cirilo, representando al Obispo Mns. Trespalacios, primero que se puso esa mitra, creada en 1788, al dividirse la Isla en dos Obispados.
Monseñor Osés-Alzúa vino a la villa acompañado de su Chantre Don Matías Boza, del doctor Francisco de la Torre, Sacristán Mayor y Vicario Juez Eclesiástico, electo por su Ilma. Provisor y Vicario General para la consagración.
La concurrencia y el boato de los actos dieron a Puerto Príncipe ajetreos católicos intensos de los que los cronistas dejaron muchas acotaciones para la historia.
Detalle sobresalientemente triste fue que el Maestro de Ceremonias de la consagración, Don Antonio Díaz sufrió un síncope durante el desarrollo del rito, muriendo 24 horas después sin haberse recobrado de su ataque.
En 1862, la Iglesia de la Soledad fue dotada de un órgano que por aquella época fue el mejor de la isla y del que se conservan aún algunas partes.
En 1879, mediante oposiciones convocadas por el Gobierno, se ganó el curato propio de la Soledad el Presb. Manuel Martínez Saltage, fallecido a los 91 años de edad, en 1931. Martínez Saltage realizó obras de reparación, quitándole el “guardapolvos” que tenía la Iglesia, no obstante lo cual no perdió su aspecto antiguo.
En la pila bautismal de la Soledad recibieron las aguas del Jordán eminentes figuras de nuestro terruño: Gertrudis Gómez de Avellaneda, la laureada poetisa; Ignacio Agramonte Loynaz, el Bayardo de la revolución cubana y muchos otros.
En 1888 se hizo la división eclesiástica de la provincia, correspondiendo a la Soledad la misma condición de Parroquial Mayor y cuando se dispuso que para misas de tropas solamente se utilizaran dos Iglesias en Puerto Príncipe, fueron la Soledad y la actual Catedral las indicadas.
De paso hemos de aludir a la liturgia especial de esas misas de tropas, donde el sacerdote era auxiliado por el cornetín de órdenes en vez de monaguillo con campanilla. Se cuenta que el Batallón de Cádiz concurría a la Soledad a escuchar misa con sus mascotas, dos guineas, que caminaban delante del Cabo de Gastadores y al llegar a la puerta volaban una por cada nave hasta el altar mayor, donde permanecían hasta la terminación, repitiendo la operación a la inversa para regresar al Cuartel en el Casino Campestre.
La campana armónica, que existe en la Soledad fue donada por Sir William Van Horne; pero ésta no es escuchada por no haber campanero especializado para ella, ya que se trata de una campana idéntica a la usadas en Europa, que pueden utilizarse hasta en conciertos.
En 1805 el Cura Don Álvaro Montes de Oca obtuvo la donación de un reloj público por el Obispo de Santiago de Cuba, consagrado en la Soledad, Mons. Osés-Alzúa. El reloj fue colocado, según acta de 17 de agosto de 1882, conservada por el Cabildo y en el 1825 fue trasladado a Las Mercedes donde hoy funciona.
Hace pocos años, cuando se hacían ciertas obras de reparación, se encontraron unas criptas con nichos que se suponen fueran dedicados a enterrar los fieles, como se acostumbraba antiguamente. La entrada a estas criptas está a los costados de la escalera que conduce al presbiterio y con otros objetos de arte antiguo que se conservan en la Soledad, constituyen la atracción del templo.
Tomado de la revista Antorcha, Camagüey, Año I, Noviembre 1943, Núm.5 pp.11 y 39.