El pueblo de Cuba, tanto dentro de la patria como en el exilio, quiere un cambio en la situación de Cuba que la devuelva a la democracia, a la libertad, al respeto a los derechos humanos, al trabajo fecundo y a la paz, después de este largo y trágico período de más de treinta años de totalitarismo y opresión. Queremos un cambio pacífico sin que haya que derramar más sangre ni prodigar más dolor. Creo que en este momento todos debemos hacernos algunas importantes reflexiones:
-
1. Los intereses de la patria tienen que estar por encima de los intereses personales. ¿Qué es lo que queremos recobrar? Queremos recobrar la patria, la libertad, la justicia, el respeto a los derechos: cuando veo a algunos cubanos que cuando piensan en un cambio en Cuba sólo piensan en recobrar todo lo que tenían (sic). Las casas no importan, el dinero no importa, lo que importa es Cuba. Eso es lo que tenemos que recuperar. No pensemos en pedirle nada a la patria, pensemos en darle todo.
2. En este momento tenemos que deponer los odios, las venganzas y todas las pasiones negativas. Eso sólo sirve para destruir, para perpetuar la espiral de la violencia y para que Cuba continúe siendo sumida en un baño de sangre y dolor. Nosotros hablamos mucho de Martí y citamos muchas veces algunas de sus palabras, pero nos olvidamos de un aspecto muy importante de su mensaje, nos olvidamos del Martí que no sabía odiar y que decía que si él odiara a alguien se odiaría a sí mismo por ello, y que dividía a los hombres en dos bandos: los que odian y destruyen, y los que aman y construyen, y que en este bando es donde él quería estar. Nos olvidamos del Martí de la rosa blanca para el amigo y para el enemigo. Las pasiones desatadas serían la fuerza más destructiva que puede caer sobre Cuba y que impedirían por completo la recuperación del país.
3. Tenemos que unir todos los esfuerzos en las grandes metas fundamentales, respetando en lo de demás la pluralidad y diversidad de opciones. La unidad no es uniformidad, en la democracia no hay un partido único como en los regímenes totalitarios en los que todo el mundo tiene que pensar como ordena el dictador sino que hay distintos partidos, programas y opciones, pero sí tiene que haber unidad en lo fundamental. No es hora de grupos, ni de atacarnos unos a otros, ni de andar dispersos, sino de cooperar todos hacia la meta común.
4. Hay que mantener y estrechar cada vez más la unidad con los que están dentro de Cuba y hacerles sentir nuestro apoyo. Somos un solo pueblo y una sola Iglesia. Aun a aquellos que por circunstancias difíciles de juzgar han estado integrados al régimen, hay que atraerlos para que se sumen a la causa de la justicia y de la libertad. Amenazar con cortar cabezas es buscarle adeptos y defensores al régimen que lo defiendan hasta la muerte. Es hora de sumar, no de restar, de multiplicar, no de dividir.
5. Aceptar con humildad que el protagonismo en la liberación de Cuba lo tiene que tener la gente que está en Cuba. El exilio puede y debe ayudar y aportar todo lo que pueda pero no asumir un papel que no le toca y menos empezar a apuntar aspiraciones de poder. Nuestra aspiración es servir.
6. Es necesario difundir serena y objetivamente la verdad sobre Cuba y el derecho del pueblo cubano a su autodeterminación para lograr el apoyo internacional necesario.
7. Finalmente, no olvidar que sin Dios no podemos nada. Como dice un salmo “si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas”. Hay que unir la oración a la acción. Yo les invito a todos a pedir la intersección de la Santísima Virgen de la Caridad rezando cada día el rosario por Cuba. A la luz de la fe podemos pensar que los cambios tan inesperados, desconcertantes y humanamente imprevisibles que han tenido lugar en la Europa del Este son el fruto de muchas oraciones y de la intercesión de la Santísima Virgen que en sus apariciones en Fátima nos pidió el rezo del rosario y anunció la conversión de Rusia. La oración es el arma más poderosa del cristiano.