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Una carta literaria (a Enrique José Varona)

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Una carta literaria (a Enrique José Varona)

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Señor Enrique José Varona, presente
Muy querido amigo y deudo:

¡Qué pena me ha causado la desazón que le ha producido el haberlo puesto “como un basilisco, un Fierabrás, un Santiago Mata-Moros (sic)”, cuando mi intención era buena, así como la de Catalá, el querido director de El Fígaro: He de decirle que de él ha sido toda la culpa, al querer que yo corrigiera las pruebas de su artículo “Seña Cleofas”, publicado, así como su carta a la que me voy a referir, en este mismo semanario.

Con esto ha echado usted a rodar, desde su alto sitial de Director de la Academia de La Lengua, uno de mis más inocentes orgullos, pues yo me creía un gran corrector de pruebas. Así me lo había hecho saber nuestro crítico Enrique Piñeyro, quien después del fallecimiento de Vidal Morales y Morales, siempre recurría a mí para la revisión de sus estudios.

Yo no ignoraba (¿cómo había de ignorarlo?), que en Camagüey decimos como usted indicó en su donoso e interesante trabajo que revela bien una época, un período histórico, que esa “a” que en Camagüey es átona, en La Habana es tónica; y yo, tan adicto a una como a otra capital, unas veces la hago átona y otras tónica, según el estado de mi ánimo sea más camagüeyano o más habanero o me incline al Lugareño (sic) o a Don Pepe, a Agramonte o a Ayesterán (sic), a usted o a Montoro.

Empero, si acudo a los textos, a las autoridades, le diré muy en secreto que he tenido a la mano y consultado las cuatro ediciones del Diccionario Provincial de Voces Cubanas de Pichardo, impresa la primera en 1836 en la Imprenta de la Real Marina, en Matanzas; y ni en el texto, ni en el apéndice de las voces que no se tuvieron presentes dice una sola palabra. En la segunda edición, casi razonada según sus palabras, publicada en 1849 en La Habana, dice: “ÑO, ÑA”: “Tratamiento que el ínfimo, la «gente de color» (textual) dan como síncopa de «señor, ra», a las personas de la misma ralea por razón de su mayor edad, superioridad relativa u otro respecto. V.g. Ño Juan, Ña Benita. También dicen señó y señá principalmente en tierra adentro”; fíjese usted bien, mi querido Enrique José, cómo lo llamábamos a usted cuando niño en Camagüey. En la tercera edición, Imprenta “La Antilla”, 1862 (Habana), donde encuentro escrita la palabra “vozes” con zeta y en la cuarta, Imprenta El Trabajao, reproduce lo mismo que en la segunda.

El Diccionario Cubano, etimológico, crítico, razonado y comprensivo, de Macías, impreso en 1,885 y reimpreso en 1,888  en México, donde encuentro la anómala invención de esa coma para designar la cifra indicadora de la fecha, parece calcada en la última de Pichardo. Y en el último Vocabulario Cubano, publicado por Constantino Suárez, en la litografía “Cervantes”, de Ricardo Veloso en 1912, se lee “Señá” y “señó”. Está basado también en Pichardo, aunque se extienda después en otras consideraciones. Dice: Ño, ña. Cuba. m. y f. vulg. Tratamiento respetuoso que los negros jóvenes dan a los ancianos equivalente a Don, doña, señor, señora. En otros lugares de América no tiene esa exclusividad y está más generalizado en el pueblo. (Et. corrupción por aféresis “señó” y “señá”, en vez de señor, señora).

No desconocía, pues, como le he dicho antes, la diferencia de la pronunciación en las dos regiones amadas. Y ahora, una duda que espero me resuelva usted con su acrisolado buen juicio, ¿cuál de las dos formas prevalecerá en lo sucesivo? En lo que sí no tengo duda, mi buen amigo, con quien siento estar en desacuerdo, aunque sea en cosa tan pequeña, es que seguramente, no volveré a escribir esa palabra con acento, ni sin acento, sobre todo, para evitar el temor de disentir de una persona de todo mi cariño y respeto con quien quisiera estar siempre de acuerdo.

Queda suyo afmo. sobrino y amigo:

Gonzalo Aróstegui
S/c. Ave de los Presidentes No.116, Vedado.


Nota de El Camagüey: Esta es la respuesta de Gonzalo Aróstegui a una suerte de diferendo con Enrique José Varona a propósito de la acentuación de la palabra seña o señá. Al parecer fue publicada en El Fígaro, revista donde apareció el texto de Varona que suscitó el intercambio —texto que aún no hemos localizado—. También suponemos que allí también apareció la carta de Varona a Aróstegui. 
Recomendamos a los interesados leer también las sendas cartas de Varona a Ramón A. Catalá  y a Aróstegui.
La publicación de este interesante intercambio ha sido posible gracias a la generosa contribución de Natacha del Río Bolívar.

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