Hoy es día de Año Nuevo. Como es natural, es mi deber felicitar a todos mis lectores, a mis amigos, aunque no me lean, y en general al culto, noble, heroico y legendario pueblo de Camagüey, deseándoles que en el año que empieza hoy, 1ro de enero, alcancen las mayores venturas, logren ver realizados todos los ensueños que el año extinto no quiso convertir en realidad.
Sin embargo, yo soy un hombre a quien repugnan las vaguedades y como por otra parte tengo una gran simpatía por mi pueblo, me voy a permitir concretar mis deseos de modo claro y terminante.
En primer término, declaro francamente que me alegraría en extremo que todos los camagüeyanos se vistieran en el año 1925 con el gran sastre camagüeyano Sr. Leoncio Barrios, no sólo porque esto redundaría en beneficio del excelente cortador, sino porque ello habría de traducirse en ventajas incalculables para los que tal hiciesen.
Creo, por otra parte, que no puede pasarse un año feliz durmiendo mal, porque el sueño representa un papel verdaderamente trascendental en la economía humana. Quiero, pues, que mis conciudadanos todos gocen de las delicias de Morfeo llegado el momento y, para conseguir esto, nada es mejor que una cama de las que vende el Sr. Casildo López en su gran ferretería. Todo esto quiere decir, por tanto, que también deseo que los camagüeyanos tengan frecuentes oportunidades de adquirir estos maravillosos artefactos.
Nada como la claridad para desenvolvernos bien en la vida, y nada también como una lámpara de las que vende Mendía, en Maceo 12, para obtener claridad. ¡Quiera el cielo que los camagüeyanos puedan ver todos sus problemas como si utilizaran para ello uno de los aparatos a los que me he referido!
Este año, por bueno que sea, no lo ha de ser tanto que no registre ninguna defunción. Mis deseos para los “próximos muertos” son que después del trance irreparable sean conducidos sus despojos en una de las carrozas de la Nueva Funeraria de los señores Varona, Gómez y Cía.
Y, por último, no quiero terminar sin dejar expresados mis deseos de que durante el año 1925 todo el que se estime camagüeyano y persona de buen sentido práctico adquiera sus mercancías en el reputado establecimiento de ropa La Gran Señora, porque ello ha de significar una reducción extraordinaria en los precios y una calidad exquisita en los artículos.
Pasado mañana, viernes, abre sus puertas nuevamente esta casa. Entonces podrán apreciar todos si lo que yo decía en relación con las extraordinarias rebajas de precios que se iban a producir después del balance de fin de año, es o no cierto.
Joaquín piensa regalar el cincuenta por ciento de las mercancías balanceadas.
¡Felicidades… para ustedes y para mí!
Interino
Jueves 1ro
Publicado en El Camagüeyano, el 1ro de enero de 1925. Tomado de Nicolás Guillén: Pisto manchego. Compilación y prólogo de Manuel Villabella. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2013, t.III, pp.9-10. (Ésta, como otras tantas, apareció en el periódico sin título propio, eso explica las cursivas en el título con que la publicamos y con que aparece en el citado volumen compilado por Manuel Villabella).
Nota de El Camagüey: Entre 1924 y 1925 Nicolás Guillén asumió la redacción de la sección Pisto Manchego, en el periódico El Camagüeyano, una sección que combinaba la crónica periodística y la publicidad comercial. Debía anunciar los servicios de una funeraria, de un sastre y de El Baturro, las gaseosas Pijuán y el Colmado La Palma, la Casa Mendía, los muebles de Casildo López, los cigarros de Calixto López... La sección era diaria y muy ocurrente. Había sido creada por un periodista español, de apellido Santovenia, y su nombre, el de un plato español, es una metáfora precisamente de la mezcla consustancial a su espíritu, a medio camino entre el periodismo y la publicidad.