Majestades,
Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid,
Señor Ministro de Cultura,
Autoridades Académicas,
Excelentísimos señores y señoras:
Constituye para mí el más alto honor a que pudiera aspirar en lo que me queda de vida, el que hoy me confieren ustedes uniendo mi nombre, de algún modo, al del autor del libro inmortal.
Unir el nombre de Cervantes al mío, de la manera que sea, es algo tan grande para mí que no sabría qué hacer para merecerlo, ni qué decir para expresarlo.
Un extraordinario pensador de la América Hispana, José Martí, sentenció una vez: Los hombres se miden por la inmensidad que se les opone. Interpretando el sentir de esta máxima martiana en don Miguel de Cervantes, cuya obra es el eje central que motiva esta solemne ceremonia, podemos decir que el glorioso Manco de Lepanto tuvo genio suficiente para oponerlo ante la inmensa tarea que se propuso, dar fin a ella y conocerle por ella las generaciones posteriores.
Es pues gran honor y un compromiso muy difícil de asumir, para quien recibe cada año este premio, ser depositario, aunque fuese menguada, de aquella extraordinaria luz del genio cervantino.
Momento de la entrega del Premio Cervantes de manos de Juan Carlos I.
Por lo tanto me honra singularmente que se haya considerado mi nombre digno de acompañar, aunque sea de lejos, al del titán de las letras españolas.
Acepto conmovida este premio que se me concede en la ciudad donde naciera el gran escritor, y en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, honor tanto más grato por cuanto lo recibo de manos del Rey Juan Carlos I.
En su libro Memorias de la Guerra cuenta mi padre, el general Enrique Loynaz del Castillo, cómo, recorriendo la Ciénaga de Zapata durante la campaña de 1895, vino a dar a un claro del bosque donde un oficial del ejército español dormía con la cabeza apoyada en un libro. Al ruido de pisadas en las hojas secas despierta el durmiente que viéndose sorprendido escapa dejando abandonados en el suelo un estuche de cuero y el libro que le sirviera de almohada. Mi padre recoge ambas cosas, entrega al oficial que le acompaña el estuche donde brillaba rica joya y retiene el libro en cuya cubierta empieza a leer: Historia del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha por don Miguel de Cervantes y Saavedra.
Continuando la marcha por la inhóspita zona, mi padre y sus compañeros se extravían y tras caminar un buen trecho, rendidos de fatiga, se sientan en el tronco de un árbol derribado. Mi padre abre el libro y empieza a leer para sí, y luego se interrumpe con risa que no ha podido contener.
—¡Siga, siga riendo! —dicen los otros—, que esa risa nos hace pensar que ya usted encontró el modo de salir de este infierno—. Mi padre vuelve a leer el párrafo que provocó su hilaridad, esta vez en voz alta. Y todos ríen juntos, como si, en efecto, ya vieran resuelta la angustiosa situación.
La risa, cuando puede participarse, hermana a los hombres. Por otra parte no es difícil llorar en soledad y, a cambio, es casi imposible reír solo.
La risa es una sustancia casi volátil, quiero decir difícil de conservar: Lo que hacía reír a nuestros abuelos ya no nos hace reír a nosotros y lo que hoy nos hace reír, no es probable que haga reír a una cuarta o quinta generación. El truco del pastel aplastado en el rostro del cómico ya no funciona con los muchachos de hoy.
Por eso considero importante detenerme en resaltar esta faceta del libro inmortal a pesar de que de una u otra forma ha sido comentado por otros autores.
Porque conservar fresco ese elemento volátil en palabras escritas hace siglos, creo que constituye una verdadera hazaña.
Nos dicen que hay animales que ríen pero si entendemos la risa como un fenómeno inducido por la percepción de una situación cómica es evidente que sólo el ser humano puede reír conscientemente. Porque es el único capaz de percibir la comicidad de un acto en vivo o traducido a palabras o a meras líneas.
Y como hemos ido perdiendo poco a poco las legítimas motivaciones para la risa, la actual generación ha tenido que inventarse lo que llaman humor negro, que es una mezcla de azúcar y harina condimentada con gotas amargas.
Mi padre lee algunos pasajes del Quijote y ríe. Pero, ¿dónde se encontraba mi padre?, en la más difícil de las situaciones, perseguido y extraviado en plena selva tropical. Las condiciones no podían ser más adversas y, sin embargo, mi padre ríe tan espontáneamente que su risa es contagiada a sus compañeros. ¿Quién hizo el milagro? Un hombre que vivió hace cuatrocientos años y lo suscitó con palabras escritas en un papel.
A lo largo de los siglos este libro ha sido leído, releído y comentado. Es difícil hallar otro con tanta repercusión en los hombres de distintos tiempos y distintos países salvo, tal vez, la Biblia.
Hay quien pretende que Cervantes sólo se propuso ridiculizar y por tanto erradicar los libros de caballería tan en boga en su tiempo. Rechazo esta tesis: Me parece que rebaja el mérito del gran escritor y de la gran obra.
Equivaldría a decir que Cervantes apuntó a una codorniz y cobró un águila real.
Nunca me he afiliado a las teorías casuales, creo que en todo hay un origen y un propósito, pero como el tema es amplio y tal vez me llevaría a afrontar otros, prefiero terminar con los más bellos versos que a juicio mío se han dedicado al inmortal caballero andante: Los versos fueron escritos a principios de siglo por un modesto poeta cubano, a quien pude conocer personalmente, y cuyo nombre era Enrique Hernández Miyares.
La más Fermosa
Que siga el caballero su camino
agravios desfaciendo con su lanza:
Todo noble tesón al cabo alcanza
fijar las justas leyes del destino.
Cálate el roto yelmo de mambrino
y en tu flaco rocín altivo avanza:
desoye al refranero Sancho Panza
y en tu brazo confía y en tu sino.
No temas la esquivez de la fortuna
si el caballero de la blanca luna
medir sus armas con las tuyas osa
y te derriba por contraria suerte;
de Dulcinea en ansias de la muerte
di que siempre será las más fermosa.
1992
Publicado en La palabra en el aire. Pinar del Río, Ediciones Loynaz, 2015, pp.212-215, Tomado de la web de RTV.
Comentarios
Martha Sánchez
3 añosEl actual rey de España, Felipe VI, recordó la ceremonia de entrega del Premio Cervantes a Dulce María, durante su visita a La Habana, en 2019. En el Palacio de los Capitanes Generales, en presencia de las máximas autoridades cubanas, rememoró la anécdota del padre de la poetisa con el libro del Quijote. Aquello fue una sorpresa para muchos cubanos que no conocíamos estas palabras; pues en su época nunca se publicaron. El discurso de Felipe VI en la capital de Cuba, terminó de la siguiente manera, tal vez a modo de intento de unir corazones: "Permítame, en esta oportunidad y para terminar, que recupere el discurso que la gran poeta cubana Dulce María Loynaz escribió al recibir el Premio Cervantes en 1992. Recordó en ese discurso cómo su padre, el general Enrique Loynaz, recorriendo la ciénaga de Zapata durante la campaña de 1895, tropezó en un claro del bosque con un oficial español que dormía con la cabeza apoyada en un libro. Al despertarse y verse sorprendido, el oficial dejó tras de sí el libro. El general Loynaz se lo llevó consigo, prosiguió la marcha con sus soldados y, más adelante, “rendidos de fatiga” y en un momento de descanso, comenzó a leerlo. La lectura le hizo reír ante la sorpresa de sus hombres. El general compartió la lectura con sus soldados, quienes también comenzaron a reír porque, como ella afirma, “La risa, cuando puede participarse, hermana a los hombres”. "No sabemos cuál fue el fragmento que leyó a sus soldados, pero sí sabemos cuál era el libro: “La historia del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha”. Comprendamos todos, en esa anécdota, que lo que nos une a españoles y cubanos resiste la distancia y resiste al tiempo mismo. "Permítame Señor Presidente, para finalizar, que levante mi copa en un brindis por la amistad entre los pueblos de España y Cuba. Muchas gracias".
María Antonia Borroto
3 años@Martha Sánchez Muchísimas gracias por este precioso recuerdo. Creo que la obra de la propia Dulce María es sintomática de esos nexos. Lo publicado aquí, en El Camagüey, lo prueba: su crónica sobre la infanta María Luisa nos demuestra un conocimiento muy fino y una perspectiva aguzada para comprender a la protagonista y su contexto, mientras que la conferencia sobre La Avellaneda nos prueba su comprensión de la literatura española y de los vínculos entre aquélla y la nuestra. La crónica de Pablo Álvarez de Cañas, su esposo, ilustra muy bien el respeto que ella inspiraba entre intelectuales y personalidades españolas. Es muy fácil acceder a los textos de Dulce María Loynaz publicados en El Camagüey a través de este enlace: https://bit.ly/3mQ3FSJ. La crónica de Pablo, a su vez, está disponible en https://bit.ly/3qhhZWF
Romel Hijarrubia Zell
3 añosHay un error importante en el discurso de Doña Dulce María Loynaz del Castillo: Hernández Miyares dedicó su poema a Manuel Sanguily por su discurso en el Senadodurante la discusión del Tratado de Reciprocidad Comercial con los EE.UU. de Norteamérica. Lo firmó con el seudónimo literario de Grisóstomo. Sanguily hace varias intervenciones contra del Tratado. En la final, resume los aspectos económicos, políticos y sociales por los cuales no beneficiaria a Cuba pues, en esos momentos, Europa ofrece un Convenio por cinco años para comprar el azúcar cubano, con lo cual se debilita la dependencia económica de la Isla del gigante del Norte. Sanguily ha estado enfermo en días previos al debate y, además, sabe que será aprobado porque se han repartido razones "convincentes" para convencer a sus señorías. Por ello, al terminar su discurso se dirige al ponente del Tratado, nada menos que el Dr. Antonio Sánchez de Bustamante, con las más cubanas y hermosas palabras que en el Senado Cuba se han dicho en toda su historia: ".... Y los labriegos y los esclavos, fueron quienes nos han traído sobre sus hombros, hasta esta etapa de nuestras jornadas! En el sufrimiento de esas generaciones se ha fundado la República; en el sufrimiento de éstas y las venideras, mientras dure nuestro amor hacia ella, puede descansar desafiando las tempestades. La historia ha demostrado que los humildes, los más oscuros, son siempre los fundadores de las naciones, como ha demostrado la ciencia que que míseros organismos son los que levantan en el misterio los continentes. Con su esfuerzo constante y siempre ignorado, crean los unos y los otros el granito del planeta y la grandeza humana. Pero no poseo la fuerza suficiente a decidiros desde luego, Tal vez vez en breve otra palabra os señalará rumbo distintos y haréis lo que ella dicte. No sentiré amargura ninguna. Lamentaré sí, por mi patria, no por mí, verme en el suelo bajo su lanza de oro; pero entonces parodiando al más generoso hidalgo que haya concebido maravillosa fantasía, yo le diría con sincero convencimiento: Me alegro de tu triunfo, como amigo: lo siento, empero, como cubano. Por esto sólo duéleme en lo íntimo del ánima; que tus armas mejores son que las mías; aunque no tu causa. Sí Caballero de la Blanca Luna, podré reconocerme derribado; pero jamás, me harás confesar que no es la más hermosa dama que vieran ojos humanos, la que venero y bendigo desde el fondo del corazón atribulado! (Grandes y prolongados aplausos)
María Antonia Borroto
3 años@Romel H. Zell Muchísimas gracias por la aclaración.
El Camagüey
3 años@Romel H. Zell El Camagüey quisiera tener en sus páginas algún texto del gran Manuel Sanguily, algún texto en el que aborde asuntos relacionados con esta comarca. Le agradeceríamos muchísimo cualquier ayuda en ese sentido. Admiramos a Sanguily, su estilo vibrante, su cultura y, muy en particular, sus meridianas posiciones respecto a muchos asuntos palpitantes aun hoy. Lamentablemente de Sanguily apenas se habla hoy en día.
Romel Hijarrubia Zell
3 añosDesde luego, el gran tribuno Antonio Sánchez de Bustamante supo improvisar un bello discurso justificando su posición. La Historia ha dicho quién tenia la razón. Fuente: Historia de un Soneto, Publicado por Hernández Miyares que era bastante más que un humilde poeta. R.
María Antonia Borroto
3 años@Romel H. Zell Yo también creo a Hernández Miyares mucho más que un humilde poeta. Fue también lo que hoy llamaríamos un gran animador o promotor cultural, y su labor en las publicaciones periódicas de fin de siglo y aun de inicios del siglo XX es encomiable. Fue un gran amigo de Casal, y se empeñó muchísimo en mantener viva su memoria, gracias al Día de Casal y a otras iniciativas, lamentablemente fracasadas: editar sus obras completas y erigirle un monumento.
Romel Hijarrubia Zell
3 añosPara mí, es importante señalar que se ha destruido la estructura del soneto de Hernández Miyares en la publicación que encabeza este trabajo: son cuatro estrofas. Además, NO es del mambrino, sino Cálate el roto yelmo de Mambrino (que lo convertía en invisible) Vale.
El Camagüey
3 años@Romel H. Zell El Camagüey no ha tenido acceso al soneto tal como fuera publicado por su autor. Se tomó de la edición de las palabras de Dulce María Loynaz tal como aparecen en una versión de Radio Televisión Española, de donde, a su vez, las toma la web del Instituto Cervantes. Es cierto que en la versión que aparece de este discurso en el libro La palabra en el aire el poema aparece con otra estructura, mas en aras de ser coherentes nos atuvimos a la versión de RTV, al parecer el primer sitio que lo publicó. En ninguna web cubana (hasta donde El Camagüey pudo consultar) aparece el referido discurso. De hecho, la versión incluida en La palabra en el aire (Ediciones Loynaz, 2015) excluye el encabezamiento, que nos pareció prudente mantener en nuestra publicación pues restituye el texto a su intención original: ser leído. Fue Lisandro Otero quien procedió a su lectura. Le agradeceríamos la versión original del poema (con vistas a incluirlo en una nota) y si es posible el texto en el que Hernández Miyares explica su génesis. Sería muy valioso para los estudiosos y amantes de la cultura cubana y de la interrelación entre los fenómenos políticos y la creación artística, asunto siempre fascinante.
Romel Hijarrubia Zell
3 años@El Camagüey Tengo el libro completo y el soneto. Trataré que lo recibas pronto. R.
El Camagüey
3 años@Romel H. Zell Muchísimas gracias.
Romel Hijarrubia Zell
3 añosLA MÁS FERMOSA. “Prosigue, caballero, tu camino, agravios desfaciendo con tu lanza; todo noble tesón al fin alcanza fijar la justa paga del destino. Cálate el roto yelmo de Mambrino,* y en tu rocín glorioso altivo avanza; oye bien lo que dice Sancho Panza, y en tu lengua confía, y en tu sino. No temas la esquivez de la Fortuna; si el Caballero de la Blanca Luna; cambiar su plata por la tuya osa, haz que su empresa le resulte vana, di que siempre será la más fermosa." Diario de la Marina, edición de la tarde, Habana, abril 16 de 1,903.
El Camagüey
3 años@Romel H. Zell Muchísimas gracias.
Romel Hijarrubia Zell
3 años*El Yelmo de Mambrino hace referencia a un alegórico yelmo de oro puro que hacía invulnerable a su portador, propiedad original del legendario rey moro Mambrino./ es.wikipedia.org /Cervantes, en su novela Don Quijote de la Mancha, habla de un barbero que estando desarropado bajo la lluvia se protege utilizando como sombrero su bacía, una vasija generalmente de metal brillante con una escotadura por donde se metía la barba al afeitado y que se ha estado usando hasta tiempos recientes. Don Quijote insiste entonces en que ese cuenco es el yelmo encantado del rey moro y finalmente se lo sustrae, pues desea obtenerlo con el fin de hacerse invulnerable. es.wikipedia.org. /Esta historia es muy interesante y termina mal para los intereses de Cuba.
El Camagüey
3 años@Romel H. Zell Gracias una vez más.
Y. J. Hall
3 años¿Será verdad lo del soldado español y El Quijote? Parece increíble. De ser cierto, ¡qué soldado tan culto! Es verdad que el libro es comiquísimo, con un humor universal y eterno. Borges tampoco creía en la hipótesis de que Cervantes haya intentado ridiculizar los libros de caballería sino que, por el contrario, él admiraba esos libros y era el propio Quijote una de esas novelas. En la época en que se escribió El ingenioso hidalgo ya casi nadie leía libros de caballería, pero Cervantes sí, y tal vez quiso curarse de esa pasión por todo lo absurdo que había en ellos escribiendo el suyo. Curiosamente, puedo contar con los dedos de una mano las personas que conozco que han leído la obra cumbre de la literatura española.
María Antonia Borroto
3 años@Y. J. Hall Tu observación es muy válida. No se trata de un soldado raso, sino de un oficial, me imagino que con formación militar. ¿Qué peso tendría la literatura en la formación de los militares? A lo mejor era alguien de buena posición económica, que había seguido otros estudios antes de elegir las armas... Sé que estoy fabulando, pero es lícito hacerlo, ¿verdad? Habría que ver cuán leído y conocido era El Quijote entonces. Es cierto que en estos tiempos somos pocos quienes lo leemos y disfrutamos, y también lo es que en el siglo XIX los cubanos cultos dominaban a la perfección varios idiomas, y que estaban muy al tanto de las novedades culturales. Sí, en la anécdota se trata de un militar español, lo sé... Tengo una hipótesis: ¿y si El Quijote en ese entonces no era una obra asociada a la alta cultura? ¿Y si en España era algo de consumo más bien masivo, hasta el punto que algo podía serlo en ese entonces? Pienso, por ejemplo, en Ortega y Gasset y en su Meditaciones del Quijote: él cifra en la obra una explicación de lo español. Invierto la ecuación: si realmente lo era (o lo es), ¿no sería por lo tanto muy conocida por casi todos en España? Tal vez estoy idealizando la cultura popular y a las "gentes de a pie", pero ¿quién sabe? Me han dado ganas de volver sobre las Meditaciones..., a lo mejor allí encuentro algo que nos pueda iluminar.