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Cartas a Manuel Mercado

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Cartas a Manuel Mercado

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New York, julio 11 de 1895

Sr. Dn. Manuel Mercado:

Estimado amigo: no he contestado su carta de pésame mucho antes como era mi deseo, porque en aquellos días ni el espíritu ni el cuerpo, podían con el sufrimiento ni sacudir la postración consiguiente a tantas y tan dolorosas emociones. Días de muy amargas pruebas tengo pasados, pero esta última, sólo mi alma templada en la desventura pudo dominarlas. Saber el cadáver ocho días en manos de sus enemigos, pedirlo y recibir una negativa del general español; vivir el hijo y no poder dar piadosa sepultura al padre, todo esto con la fuerza del que manda como déspota sin dejarnos mover, provocó en mi casa un conflicto que pudo acabar en un segundo golpe para mí; pues el hijo exaltado con esta pena quiso irse al campo insurrecto; la provincia del Camagüey se levantó en armas y como él allí fue educado, como mis paisanos que son los que más odian a España, mi hijo se creyó que todo lo llamaba a la pelea. Imagínese cuando yo vi esto cómo sufriría. Sólo el peligro me dio fuerzas y emprendí un viaje que me salva por el momento. Todo lo abandoné; hermanas, intereses y patria, ella me cuesta tanto que desearía no volver más, pero tendré que hacerlo dejando a Pepe aquí. Le envío el retrato que me pidió: lo he conseguido con gran trabajo pues tanto en Cuba como aquí todos me lo quitan, y éste lo conseguí con el repórter de un periódico que me hizo favor de devolvérmelo; mi hijo es mucho mayor de cuerpo que su padre, está hecho un hombre, y me quiere mucho; tiene fisonomía franca y leal; de Vd. es amigo sincero y me encarga se lo diga. A Lola y sus hijos mi sincero afecto, y de V. soy affma. amiga

Carmen Z. Bazán


New York, octubre 12 de 1896

Sr. Dn. Manuel Mercado.

Mi estimado amigo: en junio del año pasado le envié un retrato de mi hijo Pepe que su bondad me pidió; no he tenido noticia suya de haberlo recibido, solo Carolina Guzmán me aseguró que estaba en su poder.— en triste y afligida circunstancia me dirigí a V. hace tres años cuando la muerte de mi padre manifestándole mi deseo de establecerme en México. ¡Cuánto deploro el error de Rosa mi hermana en sus cálculos, que me impidió llevar a cabo mi proyecto! por ellos veo comprometidos mis intereses en la ruina espantosa de Cuba, y amenazada la tranquilidad de mi espíritu. Pepe hace un año que lucha entre los deseos de irse a la guerra y el dolor de que quedaré yo sumida y la soledad en un país extraño, pues no me permitirán volver a mi país. Aquí luego que pasó la muerte horrible de su padre pensé educarlo y hacerlo un ingeniero. En cinco meses que hace estudia el inglés lo domina bastante para entrar en la preparación de su carrera alcanzando a sus condiscípulos que le llevaban un mes de adelanto. Si en medio de una vida de destierro se puede tener alguna paz yo creía haberla conquistado, haciendo con mis lágrimas que mi hijo olvidara sus deseos; pero he llevado un golpe terrible, ayer me he convencido que está muy lejos de haber renunciado a su ideal, y creo que o por un esfuerzo supremo lo saco de aquí, o he de verlo embarcarse en una de esas peligrosas expediciones que llevan a tantos héroes a morir.— Póngase un momento amigo mío a pensar después de lo que he llorado en mi vida, cual es mi porvenir. Si los cubanos triunfan como creo, mi tierra quedará sumida en gran pobreza y no sé qué vida le espera a mi hijo que deseo ver un hombre distinguido. Ya V. sabe qué son los militares en nuestras tierras, instrumentos de descontentos para las guerras civiles. Por sus pocos años (diez y siete) él no puede ocupar un puesto serio y tendrá que contentarse con ser protegido de algún general, a pesar del nombre que lleva.— Mi deseo, mis esfuerzos han sido alejarlo de todo esto pues con su nombre y una bonita inteligencia podría hacerse lugar más distinguido. Aquí eso es difícil, rodeados como estamos de una gran emigración que toda trabaja por alcanzar la independencia; no oye más que gritos de guerra y el constante movimiento de los que se van tiene en su alma un eco que no le deja reposar. ¿V. me aprobaría que lo arrancara de aquí y me lo llevara a México donde podría olvidarse un poco de esto? Yo no creo que a sus cortos años sea un compromiso ineludible ir a pelear donde se sobran hombres que hagan lo mismo. Si él fuera un general, un hombre civil ya de responsabilidad, que pudiera ayudar con su saber o su espada, yo misma lo creería inevitable, pero ¿sólo porque lleva el nombre de su padre ha de ir a exponerse sin grandes ventajas para la patria ni para él? Yo me quiero ir, arrancarme a este país que creo llamado para rara coincidencia a ser la tumba de mis afectos. ¿Cuánto me costaría mensualmente allí la vida decente pero económica? ¿La instalación será cara? Si yo llevo muebles de aquí ¿me cobrarán siendo de mi uso? ¿Y si llevo los libros que pertenecían a Pepe, también me cobrarán? Perdóneme amigo mío estas molestias que mi atribulado espíritu no vacila en darle. Piense que quiero salvar mi hijo único y el único ser que me ama en la vida. Lola con su natural bondad lo ayudará y yo les quedaré agradecida eternamente. Salúdelos a todos, su familia me es querida, y soy su affma. amiga.

Carmen Z. Bazán


Incluidas en Carlos Ripoll: La vida íntima y secreta de José Martí. p. 160 y 161. Cotejadas con sendas fotocopias de los manuscritos originales conservados en el archivo de Luis García Pascual. Tomadas de José Martí: documentos familiares. Compilación y notas de Luis García Pascual. La Habana, Ed. Abril, 2008, pp.260-263.

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