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        ¡Oh, Camagüey hermoso
    Asilo venturoso
    Do entre luz y armonía
    Mi cuna se meció:
    Tu nombre tan querido
    Vibra como un gemido
    De infinita tristeza
    Dentro del corazón!

        Deja que en dulce llanto
    Bañe el recuerdo santo
    De aquella historia íntima
    Que a ti mi vida unió,
    ¡Son tan dulces los lazos
    Que en estrechos abrazos
    Unen al ser que siente
    Al suelo en que nació!

        Deja en la altiva nave
    Su perfume süave
    Solo un grano de incienso
    Que ante el altar humeó;
    Y el alma generosa
    Su esencia más preciosa
    En el lugar primero
    Donde feliz vivió.

        Tus bosques seculares,
    Tus índicos palmares
    Guardan aun las notas
    De mi primer canción;
    Tus perfumadas brisas,
    El eco de mis risas
    Mezclan de tus rüidos
    Al plácido rumor.

        Guardan impenetrables
    Tus selvas venerables
    Su virgen vestidura,
    Su prístino matiz;
    Y vagan quejumbrosos
    En sus sombras, medrosos
    Los manes del indígena
    Tu habitador feliz.

        Yo escuché su lamento:
    Curioso movimiento
    Del bosque a la recóndita
    Entraña me llevó,
    Y, como en templo augusto,
    Santo pavor y susto
    Bajo sus sombras lóbregas
    Mi ser sobrecogió.

        De niño, en tu llanura
    De perenne verdura,
    Tranquilo discurriendo,
    Llena el alma de luz,
    Miré tus horizontes
    Y tus erguidos montes
    Al lejos confundirse
    Entre tu cielo azul.

        No hay un lugar siquiera
    De bosque o de pradera,
    Augusto, o apacible,
    Que ignore yo de ti:
    Aún resuena en mi alma
    El rumor de tu palma,
    Que con el viento en íntimos
    Coloquios sorprendí,

        Tu serena mañana
    Con sus nubes de grana,
    Tu tarde melancólica,
    Tu arroyo gemidor,
    Dieron al alma mía
    Sus luces, su armonía,
    A mi espíritu aliento,
    a mi garganta voz.

        Fui criado a tu seno,
    De rica savia lleno;
    A mí, como a tus bosques,
    Tu vida alimentó.
    De tu savia la esencia
    En rítmica cadencia
    Por mis arterias late
    Como en tu cedro en flor.

        ¡Oh! no con tanto anhelo
    El niño ternezuelo
    Al maternal regazo
    Tiende, como a ti yo!
    ¡Cuántas veces, soñando,
    Ensueño dulce y blando,
    Por misteriosas sendas
    Hasta ti me llevó!

        ¡Patria de mis mayores!
    De tu sol los fulgores
    Alumbraron los días
    De mi grata niñez;
    ¡Oh, Camagüey amado,
    Que no me niegue el hado
    Calentarme a sus fuegos
    En mi fría vejez!

Habana, 1875.

Nota de El Camagüey: Se ha modernizado la ortografía.
Incluido en Revista de Cuba. Periódico mensual de ciencias, literatura, derecho y bellas artes. Director: Dr. José Antonio Cortina. Tomo II. La Habana, La Propaganda Literaria, 1877, pp.556-558. Tomado de Poesías de Esteban Borrero Echeverría. La Habana, Imp. La Económica, 1878, pp.11-15.

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