Un perro enfermo y hambriento. La piel pegada a los huesos, el pelo sin lustre, y apelmazado, a trechos. Entra y sale, aquí y allá. De todas partes lo echan. Las mujeres, ahuecando la falda, avanzan con repugnancia a él y lo arrojan a la calle con un psi... psi... psi..., cual si estuviese infecto. Los hombres, pegándole pataditas o golpes de alejamiento con el bastón. El perro busca, bajo los techos, algo, ¿afecto? ¡comprensión, acaso! pero en ningún lugar lo encuentra. Todos lo acosan... Y sigue, las guatacas mustias, los ojos tristes, hacia arriba, gualtrapeando por la acera su interminable marcha... Pero un día la acera se le acaba en el mar... El perro se echa al agua... Y sale de su tierra...
Ése era yo... ¿Quién que me conoció, entonces, no me recuerda así? Del hogar, perseguida... De mi defensor, engañada... De mi profesión, escarnecida... El Señor Secretario de Instrucción Pública me había puesto la proa, gratuitamente... ¿Mis compañeras...? Mis jueces, por no hacerme daño, me llamaban con desprecio ¡histérica...!
¡Yo no le pedía protección a nadie! ¡Yo todo lo confiaba a mi esfuerzo y la justicia! Pero no hubo empeño que tuviera, ni actividad que desarrollara, a la cual no siguiese el fracaso inmediato, después de mis largos sacrificios... En fin, que se me había hecho imposible hasta ganar el pan para mis hijos en mi patria... Y me desterré...
¡Bendito suelo yanqui el que me dio refugio...! ¡Y tuve la paz por primera vez en mi vida! Con la balumba de mi turbulento pasado me doblé más de una vez sobre mí misma... Y pensaba... ¡De la patria...! ¡De la juventud...! ¡Y de la vida...! ¿Dónde está mi patria? me interrogaba... ¡Ah, mi patria es un sentimiento...! ¡Mi patria es un bien futuro...! ¡Ahora no existe...!
¡Oh Dios, si en esa tierra de corrupción se volviera a encender la antorcha de la pureza que la alumbraba cuando yo era niña...! ...Yo no tengo talla de apóstol... Yo no presumo de edificador en ningún sentido... Pero era tan grande mi deseo de virtud y de honor, que empecé a imaginar cómo podría hacer algo... alguna pequeña cosa... con que despertar en las nuevas generaciones el sentimiento de la buena intención y el horror a la intriga. ¿Cómo insuflar el idealismo en las jóvenes almas? ¿Cómo, el amor al trabajo y a la vida sencilla? ¿Cómo, el culto de la verdadera patria, que no es atabales, dinero y colores, sino... lo que no hay palabras para decirlo...? ...Y así, sencillamente, sin orgullo y sin pompa, al correr de mis lágrimas, para cantar la vida de otro tiempo, empecé a escribir, para los niños, para los ingenuos, la historia poética de cuando, yo era niña... (Y la escribí en unos días...)
¿Y ahora, qué hago con el cuento escrito si no tengo dinero para publicarlo? ¿Cómo hago llegar mi corazón al corazón de los buenos...?
Publicaba una casa editora de Boston, Lothrop Lee and Company, una serie infantil bajo el nombre de When I was a girl in... distintos países... Y le envié mi manuscrito. Aceptado. Pero había de presentarlo en inglés. Traducirlo costaba caro... y yo no tenía... (Mi intención al proponerlo a una casa americana fue allegarme fondos con que publicarlo en español después, para ofrecerlo como regalo a las escuelas cubanas.) Y guardé el libro...
Han pasado cuatro años... Siempre con la misma ilusión calentándome el espíritu... Pero siempre con mi bolsa exhausta para realizarlo. ¿Editor? aunque lo tuviera no lo quiero. Mi obra no es de comercio ni de exhibición; sino de amor y generosidad... Y he aquí, que ahora me dispongo a completarla con el sacrificio... Privarme durante algunos meses de cosas que me son necesarias... Reunir una corta suma que me permita editar LAYKA FROYKA... Y ofrecérosla... Tal cual salió de mi corazón... Sin retoques ni enmiendas... ¡Que ella os sirva de algo solamente ansío...!
La Alhambra. Granada. Invierno de 1924
Tomado de Layka Froyka. El romance de cuando yo era niña. Segunda edición. Madrid, 1931, pp.13-16.
El Camagüey agradece a José Manuel García Vázquez la posibilidad de publicar este texto.