Para desarrollar este estudio se realizó una amplia valoración de las obras publicadas sobre el tema, ya que fue necesario ir revisando, compilando datos de una u otra fuente para garantizar la autenticidad de los resultados. Por la importancia de las mismas consideramos que es necesario reflejar en esta introducción aquellas obras y autores nacionales que a nuestro juicio han dejado una huella de vital importancia para el tema, obras que recomendamos como material de consulta para la profundización en el tema.
Como primer aspecto hay que destacar los valiosos trabajos desarrollados por los profesores Joaquín Weiss y Francisco Prat Puig, precursores de los estudios sobre Arquitectura Colonial en nuestro país y autores de los dos textos más importantes sobre esta temática: Arquitectura Colonial Cubana, de Joaquín Weiss y El pre-barroco en Cuba del profesor Prat Puig.
Otros autores han abordado también esta problemática desde hace varias décadas, tal es el caso de Martha de Castro en su texto Contribución a la Arquitectura Cubana (1940), Bens Arrate y Silvio Acosta, así como Luis Bay Sevilla los cuales desarrollan estudios de los principales monumentos de La Habana.
Creemos necesario destacar también la figura de Emilio Roig de Leuchsenring, quien desde su posición de historiador de la ciudad de la Habana desarrolló una labor meritoria hacia el rescate y difusión de la arquitectura colonial habanera.
En la actualidad un grupo de nuevas figuras abordan con profundidad algunos aspectos en específico sobre este tema: Adelaida de Juan, con su texto Pintura y grabados coloniales [1985], Yolanda Aguirre: Influencias económicas en la arquitectura colonial (1985), Carlos Venegas: Dos etapas de colonización y expansión urbana (1977) y La urbanización de las murallas, dependencia y modernidad (1990).
Aportes de la arquitectura del XIX lo encontramos en la obra de Felicia Chateloin: La Habana de Tacón (1989), así como el trabajo Apuntes para una historia de los constructores cubanos, de Lilian Yanes (1989).
También es necesario destacar la difusión y el trabajo desplegado en la actualidad por el Historiador de La Habana: Eusebio Leal, continuador de la obra iniciada por Emilio Roig. Así mismo queremos señalar la encomiable labor desplegada en la conservación del patrimonio por los profesores Luis Lápidus, Isabel Rigol Savio y Mario Coyula Cowley.
El tema de la vivienda, objeto de estudio del presente texto, ha sido abordado con profundidad por Roberto Segre, Eliana Cárdenas y Lohania Aruca a través de publicaciones docentes para la impartición de la disciplina de Teoría e Historia de la Arquitectura. Sobre este tema, Alicia García Santana posee diferentes publicaciones, así como su tesis: Trinidad, arquitectura doméstica y sociedad colonial, 1985.
Roberto López Machado desarrolla también su tesis: “Estudio de la arquitectura doméstica desde la colonia hasta 1930 en Santa Clara”. Santiago de Cuba es divulgado por Ornar López quien aborda el tema a través de varias publicaciones en revistas especializadas sobre la arquitectura colonial de la citada ciudad. Caso similar ocurre con Roberto López Bastida en Trinidad.
Con relación a Camagüey las obras más antiguas que abordan la colonia son las realizadas por Torres Lasquetti, Colección de datos históricos de Puerto Príncipe (1888), y Juárez Cano: Apuntes de Camagüey (1929), ambos textos basados en la narrativa popular.
Estudios recientes aportan toda una serie de nuevos elementos sobre esta ciudad, en este sentido queremos señalar los realizados por Lourdes Gómez Consuegra con su tesis: “Conservación de centros históricos” (1986), el trabajo desarrollado por Amarilis Echemendía: “Estudio tipológico del repertorio religioso colonial” (1997), así como los estudios realizados por Gustavo Sed Nieves quien en su posición de historiador de la ciudad ha desarrollado una meritoria labor en la difusión y salvaguarda del patrimonio camagüeyano.
El contenido de esta publicación abarca la problemática de la vivienda colonial camagüeyana, con la caracterización de la misma a través de una periodización definida a partir de sus condiciones generales y específicas, así como el comportamiento de la tipología a partir de la investigación de archivo
Estudiar Camagüey implica el reconocimiento del marco general nacional, así como las influencias del repertorio español y latinoamericano, aspecto que se abordan en síntesis para evidenciar la relación sistémica entre todo el repertorio.
El marco general analizado, más el estudio específico de Camagüey, son los resultados que ponemos a su consideración como una vía más de contribuir a la difusión y salvaguarda de nuestro patrimonio.
Portada del folleto, editado por la Universidad de Camagüey y conservado en la Biblioteca Provincial Julio A. Mella, a partir del cual preparamos esta publicación.
Factores condicionantes que originan
el desarrollo de la arquitectura colonial cubana
1. Colonización y desarrollo alcanzado en el período comprendido por los siglos XVI-XVII
La formación de los sistemas urbanos y arquitectónicos en nuestro país aparece con el establecimiento de las siete primeras villas fundadas por Diego Velázquez, entre el 1513 y 1515. El desarrollo urbano de cada una de éstas se concreta en varios casos, años más tarde, debido a factores de estabilidad, traslados de los primitivos asentamientos, así como precarias condiciones constructivas.
Posteriormente en cada una de estas villas se desarrollaron sistemas defensivos, administrativos, religiosos y habitacionales, concentrados alrededor de una plaza. En esta primera etapa las edificaciones se caracterizan por estar construidas de tabla y guano.
“La vida de las primeras villas se nutrió principalmente de dos fuentes económicas: Los «criaderos» de oro y el trabajo de los indios”[1]. Por otra parte, La Habana desde antes de mediar el siglo XVI, fue convertida en el punto de reunión de todas las flotas y centro de defensa del imperio español, beneficiándose, tanto desde el punto de vista económico como constructivo, dado el intercambio que se originaría.
La sociedad naciente estuvo formada fundamentalmente por españoles y negros, en sustitución de la diezmada población indígena.
“Este fenómeno de heterogeneidad de los componentes sociales dio peculiar fisonomía a la vida de la isla”[2].
Las inversiones se dirigen fundamentalmente al sistema defensivo, por lo que se comienzan a desarrollar construcciones mucho más sólidas con técnicas europeas asumidas por especialistas. Juan Bautista Antonelli proyecta parte del sistema defensivo de esta primera etapa, para Cuba y el Caribe No obstante se crean algunas edificaciones de carácter religiosas aún muy modestas.
Hacia mediados del siglo, el oro y los indios van desapareciendo, por lo que se comienza a desarrollar la agricultura y la ganadería, y hacia finales de la centuria, el azúcar, que constituye “[e]l hecho económico más importante de las postrimerías del siglo XVI en Cuba”[3].
El siglo XVII propicia un mayor bienestar y posibilidades constructivas. El hecho de dividirse políticamente la isla en dos gobiernos, uno en La Habana y otro en Santiago de Cuba, propició que se extendiera el desarrollo hacia ambas ciudades.
La diócesis de La Habana, abierta desde fines del XVI, y la creación de la diócesis de Cuba (Santiago de Cuba) consolidó el eclesiástico, dando lugar a un desarrollo del repertorio religioso por toda la isla. Se construyeron en las principales ciudades iglesias y conventos, así como edificaciones de carácter civil como el cabildo.
Durante este período Cuba fue rodeada de colonias inglesas, francesas y holandesas, debido a la decadencia del Estado español que se subordinó a los intereses de la casa de Austria. Estas nuevas colonias de otras potencias conllevaron al desarrollo del intercambio comercial; la economía se consolidó en todo el país: azúcar, ganado, exportación de cueros, tabaco y maderas, así como el cobre en Santiago de Cuba, son los principales renglones económicos.
El desarrollo de la ganadería trajo por sí “[...]el latifundio ganadero en algunas zonas del país, especialmente en el centro (entendiéndose por éste las actuales provincias de las Villas y Camagüey)”[4], y la naciente industria hacia 1697 ya contaba con cien ingenios; López Segrera al respecto señala: “El siglo XVII resulta tipificado, desde el punto de vista económico, por su carácter hacendado y factoril”[5], esto conllevó a un desarrollo tanto en los campos como en la ciudad y generó una tipología arquitectónica, acorde a las actividades económicas.
La Habana es la villa más favorecida integralmente; su función de puerto-albergue-almacén contribuye a desarrollarla urbanística y arquitectónicamente; es la mejor trazada, se desarrollan diferentes plazas, así como los ejes comerciales Mercaderes y Oficios; los edificios se construyen a base de soluciones constructivas más duraderas, el hecho de su trazado en diámetro perfecciona la tipología; la vivienda comienza a desarrollarse con técnicas y materiales más duraderos, reflejo del desarrollo económico alcanzado.
El enriquecimiento de colonos y su asentamiento en las principales ciudades incide en la arquitectura, que también se enriquece, predominando las inversiones habitacionales y religiosas, desarrollándose también las inversiones político-administrativas, complementándose el sistema defensivo, aunque con un peso relativo menor que en la anterior etapa[6].
Las inquietudes culturales poco a poco se van desarrollando y reflejan las contradicciones sociales que se han generado producto de la esclavitud y la inevitable fusión entre razas; estas contradicciones originan una diferenciación entre criollos y peninsulares; sentando las bases para la formación de la nacionalidad. Lo más relevante en el orden espiritual es el surgimiento de lo criollo en nuestras creaciones culturales de mayor importancia en el período. “Así, mientras en las artes plásticas florece una escuela arquitectónica criolla de acento morisco, en el terreno literario el Espejo de Paciencia constituye el documento cultural que mejor ilustra el carácter patriarcal de la sociedad factoril, esto es, la convivencia relativamente «armónica» de explotadores y explotados, de indios, blancos y negros: La importancia del contrabando y la piratería, y sobre todo, la presencia de lo criollo, palabra con que se designa en el poema a los nacidos en la isla”[7].
2. El Siglo XVIII
La centuria está marcada por grandes transformaciones políticas y económicas, tanto internas como externas, por lo que estamos frente a una nueva etapa más dinámica y coherente, la cual va a incidir en la ciudad, propiciando una imagen de esplendor que le otorga a las principales villas un lugar cimero en la arquitectura y el urbanismo del Caribe. La aplicación de las Leyes de Indias desde mediados de la pasada centuria tuvo como objetivo: planificar, organizar y perfeccionar las ciudades. “Estas leyes fueron muchas veces incumplidas pero su esquema, deformado o no, está presente en el testimonio actual de las ciudades coloniales”[8].
Del irregular trazado que presentan las primeras villas, se origina una búsqueda por la planificación y el orden en las nuevas, donde prima el trazado de cordel y regla. El hecho de aplicar los principios de la cuadrícula y la ubicación de portales alrededor de las plazas, propició más variedad en la tipología arquitectónica y urbana, transformándose incluso las plazas de algunas de las antiguas villas, acorde a la nueva dimensión urbanística: “[...]La riqueza acumulada por los vecinos de las plazas más importantes en La Habana las llevó a rehacer o ampliar sus viviendas y restaron espacio a la plaza pública construyéndose en ellas portales”[9].
La arquitectura pone de manifiesto el bienestar económico. El inicio del siglo está caracterizado por la alianza de España con Francia y la guerra de ambas con Inglaterra. Esta guerra “[...]provocó una fuerte especulación mercantil e industrial y ésta repercutió en Cuba. Especialmente se crearon nuevos trapiches azucareros y numerosos molinos para fabricar polvo de tabaco, producto que gustaba mucho en Europa”[10].
El desarrollo mercantil alcanzado en esta primera mitad de siglo conllevó a la creación en 1740 de la Real Compañía de La Habana, cuyo objetivo era el control de importaciones y exportaciones; las zonas ganaderas, cafetaleras e industriales se consolidan cada vez más debido al auge económico.
La mano de obra esclava era la principal fuerza agrícola e incluso motriz en el proceso de la caña. El aumento de la introducción de negros y la fusión inevitable entre razas fue originando en las ciudades un aumento de la población definida por Le Riverend como “[...]la presencia de un superávit urbano de mano de obra”[11].
Esta parte de la población fue poco a poco formando un artesanado que contribuyó al desarrollo constructivo, ellos ejecutaban las artes manuales en general: la carpintería, alfarería, herrería y pintura. Yolanda Aguirre plantea: “Es de suponer que del mismo modo se destacaron los negros y mestizos en la depurada carpintería que nos enorgullece en nuestras casas coloniales. En las viviendas habaneras como en tantas en el interior de la isla hay una profusión de barandajes torneados, al par, puertas y ventanas resaltan por la hermosura de su talla; y no hay ni que mencionar los muebles. Artesanía con la que ya quisiera poder nombrarse, a veces, lo que se autotitula gran arte, ha de deber no poco —libre o esclavo— al negro”[12].
El período que se inicia en España en 1759 con el reinado de Carlos III trae consecuencias directas para Cuba. El desafecto hacia Inglaterra y su alianza nuevamente con la diplomacia francesa, dio lugar al ataque y toma de La Habana por los ingleses (1762 hasta 1763) período en que finaliza la guerra con España. Al término de la contienda, Carlos III comenzó una política de reformas hacia las colonias y, por supuesto, Cuba se benefició con éstas; se tomaron medidas mercantiles, supresión de impuestos, creación de instituciones para la administración pública, comercio, agricultura y enseñanza; la fisonomía de la capital va transformándose:
“Residencias suntuosas surgen por doquier. A la austeridad e íntimo recogimiento que define a la arquitectura precedente, le suceden las altas fachadas de atrevidos pórticos, con molduraciones barrocas, amplio portal y zaguán para el paso de la calesa, arco polilobulado que antecede a las galerías de los patios claustrales de nobles columnas, escalinatas que se resuelven dentro de una caja, a veces abovedadas, iluminadas por óculos, que rompen el eco de la voz o filtran la luz solar a través de finísimos cristales de color”[13].
Ciudades como Santiago de Cuba, Camagüey y Trinidad, si bien no presentan la magnificencia alcanzada en La Habana, comienzan a desarrollar una arquitectura acorde con los intereses y niveles socio-económicos de cada región. La iglesia “[...]ostenta la primacía simbólica dentro del recinto urbano”[14], el poder eclesiástico traducido en la proliferación de órdenes religiosas y la sustitución y creación de nuevos conventos, iglesias y parroquias, permite lograr un dominio ideológico cultural frente a los diversos estratos de la población en todo el país; la arquitectura religiosa, reflejo de las máximas aspiraciones arquitectónicas en la ciudad, alcanza su clímax de materialización en este período y aglutina junto a ella las principales edificaciones civiles y habitacionales; la fachada borrominesca de la catedral de La Habana sintetiza el buen gusto logrado como parte de la cultura material alcanzada. “La fachada de la catedral de La Habana ocupa uno de los lados de la pequeña plaza que se le abre al frente. Un espacio urbano definido íntimo y en perfecta escala con el conjunto catedralicio: Uno de los «salones» más bellos de América”[15].
Igualmente ocurre con la pintura de objetivo fundamentalmente político o religioso. Las principales obras están centradas en cuadros y retablos religiosos en el marco de las mejores iglesias y conventos. Políticamente la última década del XVIII estuvo determinada por el pensamiento de Arango y Parreño. “Este pensamiento reformista estaba condicionado por el hecho de que el proceso de enriquecimiento de la sacarocracia de un lado y el temor al «peligro negro» de otro”[16] debía tener una solución pacífica; ya que la experiencia de Haití conllevó a cambiar el modo de pensar y actuar; lo que dio lugar a una coexistencia entre las autoridades españolas y los sacarócratas cubanos que perdura hasta 1820, momento en que se inicia la crisis de la oligarquía criolla.
La mejor y más auténtica experiencia alcanzada durante el XVIII es la consolidación de una arquitectura que, sobre la base de criterios de composición adaptados a los diferentes niveles económicos y sociales, propició un lenguaje homogéneo en todo el país, reflejo de la cultura material alcanzada.
3. El Siglo XIX.
“Con el siglo XIX se inician en Cuba actividades políticas hasta entonces desconocidas: conspiraciones para la independencia, gestiones para la incorporación de la isla a los Estados Unidos y luchas electorales en las cuales se mezclan toda clase de intereses y pasiones”[17]. La situación económica en las dos primeras décadas es muy favorable; el desarrollo azucarero es notable en todo el país “[...] con el azúcar La Habana pierde su secular hegemonía y la isla adquiere una nueva dimensión”[18]. No sólo el azúcar que abarcaba todo el país; la caña, el café, el tabaco así como las haciendas ganaderas forman el potencial económico; existen tres grandes áreas especializadas: el departamento occidental con la caña y el tabaco, el oriental con caña y café, y la región central constituye la principal fuente ganadera del país; la producción de cada uno de estos productos conlleva a la creación de instalaciones productivas que requieren de un minucioso estudio de planificación y solución arquitectónica. Los cafetales franceses ubicados en las laderas de la Sierra Maestra, con su compleja adecuación al medio y su tipología específica, constituyen una magnifica expresión; consecuencia del desarrollo socio-económico y cultural alcanzado.
Políticamente el período de 1828-1857 se define por López Segrera como la segunda fase del reformismo. La oligarquía criolla entra en crisis, el entendimiento logrado a principios de siglo con las autoridades españolas se desvanece.
El Capitán General Tacón “[...]consideró «pernicioso» a Arango, clausuró la academia cubana de literatura, desterró a Saco y puso en entredicho a Luz y a Del Monte. De este modo eliminaba toda la oposición del patriciado criollo”[19]. Los reformistas cambiaron su forma de pensar; sus aspiraciones se concretaban a oponerse al régimen y tomar el poder político, pero no pretendían mejoras sociales y la esencia de su posición era la conservación de sus negocios. Es por esto que tan fácilmente la mayoría de los reformistas se vuelcan hacia “[...]una nueva faceta: el anexionismo a los Estados Unidos”[20].
La arquitectura y el urbanismo de la etapa una vez más reflejan como cultura material, el desarrollo alcanzado en distintas esferas de la cultura.
En todo el país se aprecian las transformaciones; La Habana durante el gobierno del capitán general Tacón realiza grandes obras que modifican su imagen: mercados, remodelaciones o construcción de edificios, así como trabajos urbanísticos de envergadura, por ejemplo, la ampliación del paseo extramural conocido como Paseo Isabel II y el propio paseo Tacón, evidencian un desarrollo urbanístico nunca antes alcanzado con tal monumentalidad.
Surgen edificaciones que respaldan los intereses de diferentes instituciones culturales y sociales; el teatro Tacón y el resto de los teatros que de forma similar se construyen en todas las principales ciudades del país, destacan el gusto y la necesidad intelectual del siglo.
Matanzas recibió el sobrenombre de Atenas de Cuba debido al nivel alcanzado en la esfera cultural, desarrollo éste sustentado por el esplendor económico que la industria azucarera aportaba[21].
Este caso sintetiza la relación arquitectura, economía, cultura; el clasicismo allí imperante manifiesta la concepción neoclásica del siglo.
Acorde con estos criterios, en 1818 se abre la escuela de pintura de San Alejandro a manos de Juan Bautista Vermay, francés, recomendado por Goya en los tiempos del obispo Espada, lo cual genera una formación académica nunca antes lograda.
De igual forma el tradicional aprendizaje maestro-aprendiz va perdiendo su hegemonía al crearse las escuelas de Artes y Oficios cuya finalidad era la formación de artesanos bien preparados que pudieran asimilar la demanda constructiva. A tales efectos, la sociedad económica de La Habana dedica una de sus secciones a la creación de una academia de dibujo. De esta forma, junto al aprendizaje manual de los oficios, se contaba con un programa que complementaba la formación. Este artesano tenía ante sí el reto de trabajar con formas cada vez más académicas producto del neoclasicismo, las cuales en muchos casos van a coexistir con las tradiciones mudéjares imperantes.
La herrería y la vidriería alcanzan ambas una alta perfección constructiva y cromática En el vidrio, las lucetas de colores evidencian el buen gusto y la plástica alcanzada; lo mismo ocurre con la ebanistería y la pintura; ésta última tiene estrecha relación con las edificaciones a través de la llamada pintura mural, de frescos en iglesias, cenefas y frisos con motivos florales o geométricos sobre las paredes a la cal de los principales espacios de la vivienda; encontrándose ejemplos desde las famosas cenefas pompeyanas del palacio Cantero Trinitario, hasta las modestas cenefas de la vivienda popular.
La segunda mitad del siglo se ve afectada por dos crisis económicas (1857 y 1866) las cuales repercuten en la radicalización del pensamiento independentista.
La guerra iniciada en el 68 estancó y arruinó en parte a la vieja clase terrateniente. “Los hacendados azucareros esclavistas desaparecieron: unos se convirtieron en industriales burgueses; otras, perdieron sus ingenios y quedaron sólo como terratenientes capitalistas dedicados al cultivo de la caña”[22]. En la arquitectura, por supuesto, hay un estancamiento; ciudades como Trinidad perdieron todo el desarrollo constructivo alcanzado. “Competía en boato con la capital y allí vivieron algunos de los hacendados más ricos de la colonia”[23], pero muchos de ellos abandonaron la misma al estallar la guerra del 68. Este proceso de congelamiento arquitectónico altamente perjudicial para su época, contradictoriamente es lo que mejor le pudo pasar a esta ciudad. Su condición actual de patrimonio de la humanidad así lo prueba.
El período comprendido entre las dos guerras fue una etapa de penetración del capital norteamericano; hacia 1895 llegaba a un monto superior a cincuenta millones de pesos. Su máxima expresión se manifiesta en 1898 con la abrupta intervención de Estados Unidos, que mantuvo sus ejércitos hasta 1902, e impidió el cumplimiento de las premisas ideológicas desarrolladas a través del ideario martiano.
Se derrocó los tres siglos de dominación española, dando lugar a medio siglo de república semi-colonial situación que originó nuevas concepciones arquitectónicas.
El sistema habitacional colonial cubano
1. Tipología. Definición.
En las investigaciones sobre arquitectura se hace necesario trabajar con diferentes términos, los cuales son empleados en ocasiones sin la certeza del momento adecuado para su utilización, tal es el caso de “tipo”; “modelo”, “tipología”.
El término “tipo” es utilizado desde el Renacimiento [G. C. Argán] al tratar de sistematizar los componentes arquitectónicos; de igual forma ocurre con “modelo” el cual se emplea comúnmente, y en ocasiones se confunde con “tipo”.
Ambos términos, de amplia utilización, se han manejado conceptualmente por diferentes autores en aras de su esclarecimiento, G. C. Argán en su libro El concepto del espacio arquitectónico plantea que la conceptualización de estos términos data de principios del siglo XIX, donde Quatrémere de Quincy, define en el Dictionaire historique dʼarchitecture (París, 1832) la diferencia entre ambos términos, al definir que “un modelo se copia, se “imita exactamente”; a diferencia del tipo, el cual “es una idea general de la forma del edificio y permite cualquier posibilidad de variación, naturalmente dentro del ámbito del esquema general de tipo”[24]. Estas definiciones en la actualidad han sido objeto de estudios y perfeccionamiento.
Aldo Rossi, al presentar un nuevo enfoque sobre el estudio de la ciudad, plantea como tipo “la idea de un elemento que debe servir de regla al modelo” y define que “El tipo es la idea misma de la arquitectura la que más se acerca a su esencia, lo que no obstante a cualquier cambio, se ha impuesto como el principio de Arquitectura de ciudad”[25].
Como se observa no hay contradicción, sino que se complementa la antigua definición dada por Quincy. Por ejemplo, el “tipo” de vivienda proveniente de España es lo que hace que nuestra arquitectura colonial se identifique tanto con la española: “[...]El concepto de tipo se relaciona con una concepción espacial, planimétrica y funcional a la que corresponde un conjunto de componentes formales y técnico constructivos”[26].
Ello corrobora la identificación mencionada con parte del repertorio español y latinoamericano a través de la llamada “casa de patio”, nomenclatura empleada al referimos a la casa tradicional hispano- musulmana, que a su vez tiene relación con la domus romanas en la que el patio constituye el espacio articulador del todo.
El tipo reviste una gran importancia para el estudio y comprensión del fenómeno arquitectónico. Es un instrumento de conocimiento que puede convertirse además en un instrumento de proyecto.
El tipo constituye el conjunto de caracteres organizados en un todo, al cual hay que verlo como un instrumento de conocimiento por “abstracción racional” y que permite disminuir características de objetos o de hechos.
Cuando no cambia la esencia que constituyen diferentes edificios, es decir cuando se mantienen los rasgos comunes como son el ancho, alto, ordenación de vanos, componentes formales y distribución espacio funcional estamos en presencia de un mismo tipo.
Éste puede tener algunas variaciones que no cambien su esencia y determinen la permanencia del tipo.
Cuando cambia substancialmente esta esencia estamos entonces ante la presencia de otro tipo.
Ahora bien, cuando hablamos de variaciones dentro del tipo, estas responden a patrones de comportamiento que la caracterizan.
La familia tipológica. Éste es un término empleado para relacionar edificios por grupos afines siempre que constituyen una familia. Es decir, hablamos en términos de familia tipológica en aquellos casos en los que se aprecian variaciones tipológicas sin que estas cambien su esencia.
Ejemplificando el concepto puede existir una familia que coincida por sus rasgos comunes con todos o casi todos los edificios agrupados según estos rasgos encontrándonos en presencia de una familia compuesta por un solo grupo.
Ejemplo: Rasgos comunes con cierta exactitud.
A A A A A-1 GRUPO AFIN.
Cuando varían los rasgos sin llegar a cambiar su esencia podemos tener varios grupos, pero todos vistos a través de un denominador común que es el “tipo”.
Ejemplo: Grupo A Grupo A-1, Grupo A-2 [...] A-n
Diferentes grupos correspondientes a una misma familia, ya que ésta unifica el tipo.
Grupos diferentes en cuanto a rasgos y su esencia constituyen diferentes familias tipológicas, ya que estamos en presencia de varios tipos.
El empleo del término tipología, abarca una concepción mucho más amplia; el mismo está estrechamente vinculado al tipo, abarcando todo el sistema de componentes que forman uno o varios tipos; ello depende de la problemática a tratar.
Es decir, si empleamos tipología para analizar la arquitectura que se produjo durante el periodo colonial, la misma estará compuesta por varios “tipos” de edificaciones que encierran características espaciales, funcionales y planimétricas, sin embargo, al ser producidas bajo las mismas circunstancias existe una coherencia entre las técnicas constructivas y los componentes formales entre los diferentes tipos, lo que hace posible hablar de tipología arquitectónica del período colonial.
En el caso que nos ocupa, estamos ejemplificando el estudio con el sistema de edificaciones domésticas, las cuales presentan concepciones, rasgos y características similares que hacen que éstas, independientemente de la variación que pueda existir entre ellas, se puedan agrupar entre sí. Su generalización y el análisis tipológico a realizar estriba en el comportamiento del sistema de elementos que se produce dentro de esta agrupación correspondiente a un tipo dado; ello conlleva a la utilización del término mucho más específico.
Profundizando en este último caso encontramos que las edificaciones provenientes de un mismo tipo, ofrecen una gran coherencia, independientemente de la variedad que pueda existir entre las mismas, su esencia, caracterizada por el tipo, como plantea Aldo Rossi, las unifica. Esta variedad que se genera dentro de un mismo tipo, se puede agrupar por afinidad entre sí, acorde con el comportamiento y repetición de sus códigos, constituyendo conjuntos o familias de agrupamiento tipológico.
Estos serían agrupamientos tipológicos desarrollados dentro de un mismo repertorio, los cuales, conforman la tipología arquitectónica correspondiente a un tipo dado.
El repertorio de la vivienda criolla del siglo XVIII, por ejemplo, incluirá las alternativas funcionales, formales, constructivas, espaciales que caracterizan a todo el universo habitacional de esta época, o sea, podría abarcar todas las variables tipológicas[27].
Según el caso, en dependencia de la necesidad de la investigación se puede trabajar con estos conjuntos o familias tipológicas como sistemas independientes, a fin de realizar un estudio más minucioso.
De acuerdo a lo anteriormente expuesto y considerando algunos elementos de la definición dada por la arquitecta Eliana Cárdenas[28], sobre tipología, consideramos para el caso de nuestro trabajo emplear el término de la siguiente forma:
Tipología: Es el conjunto de elementos o componentes arquitectónicos en los cuales se repiten rasgos constantes o semejantes en forma, tamaño, proporción, distribución; o sea, la repetición de códigos que pueden corresponder a un repertorio temporal de una época específica o de un determinado tema arquitectónico. La cual puede corresponder con un mismo tipo o diferentes tipos según sea el caso que se esté analizando.
2. Tipología de la vivienda en el período de inicio y formación (XVI-XVII-primer tercio del XVIII).
Al descubrimiento de América, España se encontraba rezagada, en cuanto a la utilización de las nuevas formas sustitutivas del arte gótico, cuya vida duraría aún de treinta a cuarenta años. “A comienzos del siglo XVI el gótico en España había derivado hacia esa modalidad tan típica, que se llama isabehna, en la que concurren para fusionarse admirablemente los elementos del gótico nórdico, llevados por los flamencos y germanos, con el mudéjar, de larga tradición en España”[29]. Esto es consecuencia de la tradición constructiva española, la cual está determinada por “[...]dos focos de irradiación artística: uno, el de los hispanomusulmanes, creado en Andalucía sobre la base de aportaciones orientales; otro, occidental, llegado a España desde los países vecinos. La mezcla y yuxtaposición de las formas artísticas creadas por ambos, su flujo y reflujo dio al arte de la Edad Media española originalidad y acento extraordinario”[30].
Este arte mudéjar toma un carácter intenso en el sur de la península, llegando a influir también en las regiones del norte. La arquitectura doméstica española por tanto constituye el reflejo de la interrelación acaecida en la Península entre mudéjares y cristianos, dando como resultado una arquitectura cuya concepción está determinada por el patio.
En Cuba, la arquitectura que se desarrolla tiene una marcada relación con la tipología proveniente del Sur de España y Canarias; debemos recordar en este sentido la dependencia que existió con las casas comerciales de Sevilla y Cádiz, así como las numerosas familias procedentes de Canarias que se establecen en el país.
A inicios del siglo XVI y coexistiendo aún con el gótico isabelino, se desarrolla en España el Renacimiento, el cual toma una denominación peculiar, sobre todo en la región de Andalucía, conocido como plateresco, mezcla del gótico, del renacimiento italiano y del arte mudéjar, resultando de esta fusión un estilo ornamental, de gran colorido y peculiaridad que dominó el siglo XVI, hasta chocar en las postrimerías de éste, con el nacimiento de un nuevo estilo en el que impera la sobriedad desarrollada por Juan de Herrera y Juan Bautista de Toledo, y que toma el nombre de uno de éstos : herreriano, versión española equivalente de cierta forma al manierismo europeo.
El desarrollo de nuestra arquitectura doméstica ocurre en el siglo XVII, siendo el estilo predominante el correspondiente a las formas y técnicas del arte mudéjar, pero como afirmó Weiss, no se trataba de un intento deliberado de tomar como modelo las construcciones moriscas, sino de la influencia de estas formas en la arquitectura popular, en la cual se habían formado los constructores y artesanos españoles emigrados a Cuba.
La arquitectura cubana desde sus inicios presenta una retroalimentación con el arte hispano musulmán, lo que vemos materializado en la concepción y el sistema de elementos que conforman las primeras edificaciones desarrolladas para el gobierno, la iglesia o para las familias de mayor poder adquisitivo.
No obstante, a pesar de esta retroalimentación desde sus inicios la arquitectura cubana va presentando una personalidad propia: “Si se comparan las fachadas de nuestras casas de la primera etapa con |os ejemplares españoles de la misma época se encuentran ciertas analogías, pero las cubanas debieron ofrecer respecto aquellas un sello de inconfundible originalidad”[31].
La casa cubana toma elementos, reproduce ciertos esquemas, pero en ningún momento es igual a una casa hispano musulmana; su relación espacio funcional y su expresión es diferente, alcanza características propias.
“La herencia transmitida por España se reconoce, en lo que atañe a la distribución de los espacios, por el planteo general de la casa, sobre la base de muros paralelos o crujías, dispuestos en el sentido de la calle y en el sentido de la profundidad del solar, por la adaptación de las galerías, por la asimilación de las funciones sala-aposento y la organización de la casa en tomo a un patio central. En lo que atañe a los sistemas de cubierta, la utilización de los llamados techos de armadura es uno de los rasgos principales de la arquitectura doméstica tradicional cubana, así como la persistencia temporal de dicho uso”[32].
Puede afirmarse que uno de los elementos que mejor caracteriza y homogeniza la casa colonial cubana, es el patio. Éste es el elemento que aglutina a su alrededor el resto de los espacios. La distribución espacial de la vivienda colonial está dada por “[...] dos o más crujías que se interceptan ordenadamente en ángulo recto, complementadas con otras dependencias secundarias en los lados del patio opuestos a estas crujías”[33]. Los mejores ejemplos constructivos de esta primera etapa, se encuentran en La Habana, y por lo general son casas de dos plantas, las que presentan también distribución hacia el patio, con galerías en ambas plantas. Aspecto que contribuye a otorgarle una mayor connotación al patio; “uno de los espacios más agradables en el que se sintetiza parte del gusto y las costumbres de la época”.
Las galerías suelen estar formadas por arquerías de medio punto sobre pilares, coexistentes con las de pie derecho dentro de un mismo edificio.
Una de las características de nuestra arquitectura colonial es su unidad expresiva en todo el país. Los sistemas de elementos que se desarrollan, alcanzan particularidades regionales, pero sobre la base de un tipo, cuyo origen hay que buscarlo a través del modelo hispano musulmán.
Constructivamente la casa colonial se desarrolla sobre la base de los materiales y particularidades existentes en cada región, los cuales generan técnicas constructivas específicas.
“En La Habana, las construcciones de mayor envergadura arquitectónica utilizan la cantería; Camagüey y Bayamo prefieren el ladrillo; en Santiago de Cuba es frecuente el uso de rafas y tapias; en Sancti Spíritus, Remedios y Trinidad predomina la mampostería. En toda la isla fue común el uso del embarrado”[34].
Las fachadas han sufrido sin excepción grandes transformaciones. Una de las características que perdura y distingue a las mismas son sus proporciones achatadas.
“En general forman un rectángulo cuya altura, en las casas de dos pisos, oscila entre las dos terceras partes y la mitad de su ancho”[35]. Ello se debe al escaso puntal y a la carencia de entresuelo
Los elementos constitutivos más sobresalientes son las puertas a la española y las ventanas con rejas de madera; en La Habana el uso de balcones y guarniciones en forma de rústicos entablamentos, los cuales junto a los aleros conforman los rasgos de esta primera etapa. Los techos constituyen uno de los elementos de mayor complejidad y funcionabilidad de la casa colonial; éstos tienen además de su función de cierre físico, el de cierre estructural, todo ello artísticamente decorado. El más importante y de mayor complejidad es el de armadura, derivado de los techos españoles de par y nudillo. Existen también los de armadura denominados de par hilera, colgadizos y en las casas de dos plantas, el techo plano en el primer nivel y luego la armadura como cubierta.
Estas armaduras forman una compleja estructura, en las que cada uno de los componentes tiene una función estructural. El estribado forma el marco en el que se apoya la cubierta y forma parte del cierre estructural de los muros de esa crujía; esta estructura se arriostra con los tirantes y cuadrales, los que a su vez ayudan a contrarrestar el empuje que proviene de los faldones inclinados a través de las alfardas, que soportan todo el peso del tejado, las cargas de viento y el peso propio de la armadura.
A pesar de no existir un alto desarrollo constructivo, hacia finales del XVII y principios del XVIII se construyen techos en edificaciones religiosas y domésticas de gran complejidad.
Por lo general son de doble estribado con harneruelo, aunque pueden prescindir de este; listones moldurados forman el friso interior que cubre el estribado, con molduras abilletadas (La Habana) y algunos ejemplos de la región central o de pirámides yuxtapuestas en la región oriental. Alfardas, tirantes, cuadrales todos dobles ranurados en las casas de gran abolengo e iglesias; las lacerías en tirantes se desarrollan bajo variadas formas a partir de listones clavados en los mismos. “En la Región Central, los lazos que decoran los tirantes de los alfarjes de las construcciones civiles y religiosas de la etapa primitiva, se caracterizan por la mayor pureza estilística que en relación con los habaneros, aquellos parecen genuinamente moriscos”[36].
Complementan este sistema de cubierta los aleros y soportales, todos de una marcada filiación hispano musulmana. Los aleros de tejas superpuestas [tejaroces] o los de cintas zigzagueantes [sardineles] son típicos de la región central. Los balcones y sus torneados barrotes [La Habana] son todos elementos de raíces mudéjares. “El alero sostenido por tornapuntas de madera, tan corriente en Camagüey y en otras ciudades antiguas de la región central, tiene también precedentes remotos en el patio de Los Leones de la Alhambra de Granada”[37].
El perfil de gola recta es la forma que identifica la casi totalidad de canes y zapatas cubanos, desarrollándose, según el profesor Pratt, un tipo derivado de la tradición morisca-plateresca en La Habana, que se extiende, excepto en Santiago, por todo el país.
Los arcos de igual inspiración mudéjar constituyen uno de los principales componentes estéticos de la vivienda: se emplean los medios puntos, rebajados, capialzados y trilobulados.
Puertas y ventanas son también importantes exponentes del arte constructivo criollo; en fachada se emplean las clavadizas o españolas de moderada altura a base de gruesas tablas y sobrias molduras; la mayor riqueza formal está en el listón que cubre la unión entre tablas. Los clavos complementan la decoración. Las puertas de cuarterones utilizadas en el interior, reflejan la relación de códigos frecuentemente empleados en España. Las rejas empleadas son de madera con balaustres torneados Esta consolidación lograda durante esta etapa sentó las bases para el posterior desarrollo arquitectónico
La norma constructiva definida en los siglos tempranos constituye la base sobre la cual se asienta la concepción general de la casa tradicional cubana[38].
3. Tipología de la vivienda en el siglo XVIII
Del período precedente, al cual el profesor Weiss con certeza lo denomina formativo, se hereda toda la experiencia constructiva. En el siglo XVIII se crean las bases y la normativa constructiva de nuestra arquitectura colonial.
El empleo de técnicas constructivas con técnicas de: cantería, mampostería, ladrillo y tapias se perfeccionó de acuerdo a su factible utilización por región. Los constructores incorporaron a estas técnicas un sistema estructural compuesto por rafas u horcones de madera, siendo este último el más generalizado sobre todo en el interior del país.
El mismo garantiza la estabilidad de los edificios en zonas complejas como la región oriental, afectada por frecuente actividad sísmica; donde verdaderamente se diseñan con la función de estructura portante o formando junto a los muros de carga, un sistema combinado utilizado normalmente en el resto del país, que junto a la armadura y su sistema de elementos propició la estabilidad constructiva de la vivienda colonial
La casa colonial expresa a través de su composición espacio funcional y su sistema figurativo, las necesidades de la clase dominante, la cual incorpora poco a poco los nuevos componentes de diseño por medio de alarifes experimentados que se apoyan en la tradición constructiva heredada.
Llama la atención el fenómeno que ocurre en el interior del país, si comparamos sus edificaciones, con las que se construyen en La Habana. Estas interpretaciones en provincias, a pesar de ser realizadas también para la clase dominante, reflejan diferencias y se expresan de forma mucho más modesta, acordes con el desarrollo de cada región.
Las clases de menos recursos tratan de incorporar en sus viviendas los nuevos adelantos, imitando las edificaciones de la burguesía. Independientemente de las lógicas limitaciones de recursos, esto se va logrando paulatinamente. Como por otra parte, la clase dominante no puede expresarse a través de modelos exclusivos diseñados por arquitectos, la resultante va a ser la unidad estilística que caracteriza nuestra arquitectura colonial. La estructuración en planta de la casa colonial proviene de la herencia antes descrita “[...] las diferencias cronológicas tampoco alteran la persistencia de la planta única a que obedece siempre la casa colonial cubana y que es la característica más acusada de nuestro modo de construir, en el cual los espacios se organizan invariablemente, como ya fatiga repetir, alrededor del patio central que hacía el oficio de eje sustentador del todo”[39].
Espacialmente la casa colonial del XVIII, responde al mismo esquema un poco más complejo: una o dos crujías principales paralelas a la calle, crujías secundarias perpendiculares a ésta, llegándose a cerrar totalmente el espacio con una en la parte posterior, para formar el patio central, Estos espacios se cubren do Igual forma que con la etapa anterior y su hegemonía dura hasta finales de siglo, al ser sustituidos por techos planos (La Habana).
El zaguán tiene dos formas de ubicación: la de tipo central y de tipo lateral; la primera muy común en las residencias habaneras. La aparición de los entresuelos, “[…] solución copiada de las casas de Cádiz, cuya arquitectura Influyó poderosamente en la ciudad habanera”[40], trajo por consecuencia un aumento de altura, que unido al incremento del puntal genera una dimensión monumental, símbolo del poderío de las grandes familias que necesitaban un nuevo espacio en su vivienda para alojar a la servidumbre
La fachada, a diferencia del carácter cúbico y liso que caracterizó las antiguas edificaciones, posee una mayor jerarquización. Los siguientes elementos propician una nueva expresión a la tipología habitacional: el empleo de las decoradas portadas de ingreso, incluido el escudo; la monumentalidad alcanzada con las de dos plantas y entresuelo, correspondientes a la llamada casa almacén, y luego la aparición de los portales ubicados en torno a las principales plazas principalmente en La Habana. A lo anterior se añaden las funciones administrativas dedicadas al primer piso; el vuelco de la vivienda hacia la plaza, que se integra a la estructura de la misma, así como la máxima jerarquización interior con un salón principal en planta alta; ricamente decorado mediante los elementos de carpintería, lucetas de colores, cenefas y el propio mobiliario interior.
Todo ello sintetiza la adecuación del inmueble a las necesidades de la oligarquía criolla. En el interior del país el tipo fundamental de vivienda que se desarrolla es la casa uniplanta, llamada también casa señorial, que “responde a las necesidades de los mismos clientes, una oligarquía criolla enriquecida por el nuevo auge del comercio colonial”[41]. Esta edificación satisface todas las necesidades de confort acorde con el gusto desarrollo cultural y expresión urbana de las principales ciudades del interior, económicamente favorecidas.
En la región central junto a las uniplantas, aparecen también las de cuarto alto esquinero y altillos, principalmente en Camagüey y Trinidad, así como algunas de dos plantas En Santiago de Cuba (según la clasificación dada por investigadores de la región) es característico la utilización de tres tipos de fachada: fachada simple, balcón y corredor.
La portada con su guarnición, formada por molduras mixtilíneas, así como los arcos del mismo tipo, desarrollados en el interior de la vivienda, constituyen el sistema de elementos que más profusamente evidencia el carácter barroco que pueda otorgársele a la casa colonial. En La Habana llegan a adoptar formas complejas a partir del empleo de la línea cóncava-convexa, en un sobrio entablamento formado por un dosel zigzagueante; ésta en ocasiones se quiebra, integrándose perfectamente con las pilastras en forma de capitel. Su origen, expresa Weiss, está inspirado en la arquitectura de Cádiz; la que se interpreta y se desarrolla acorde a nuestras condiciones: “El constructor criollo consecuente (sic) de sus limitaciones, sustituyó las columnas por pilastras e hizo de la guarnición, contantemente variada, el elemento distintivo de sus construcciones”[42].
En la región central, la pilastra juega un papel fundamental en la portada. Estas pilastras se combinan con el arco y alguna que otra simple guarnición [Camagüey]. En Trinidad aparece una portada más evolucionada formada por “[...]resaltos evolutados y pilastras con capiteles repetidos y coronados con copas”[43], todo ello a base de elementos de tradición vernácula .Los techos de armadura continúan con su doble función estructural y decorativa; canes y cuadrales se trabajan con tallas y los tirantes pareados se embellecen con lacerías de múltiples formas. Estas últimas rebasan los bordes de los tirantes, y se pronuncian con fuerza, con figuras geométricas ensambladas en los componentes rectores del tirante. Esta relación estructura y decoración constituye uno de los elementos de concepción sistémica más importante en la casa colonial. A tales efectos comenta el Dr. Pratt: “[...]lo que sí debe destacarse es que por muy degenerado que está, el techo, que es el elemento que más se bastardea en nuestra arquitectura de tradición criolla, nunca deja de funcionar mecánicamente como el cierre y articulación de la osamenta de la horconadura de la casa en lo alto de sus muros”[44].
Los techos presentan particularidades regionales. En La Habana, en las residencias señoriales, encontramos la utilización de los doble estribados con harneruelo simple y decoración bastante profusa a partir del empleo de molduras abilletadas y líneas de filete en alfardas y tirantes, que incorporan en su interior líneas en zigzag ranuradas o en relieve. Las lacerías se forman con motivos geométricos de concepción sistémica.
Compitiendo con la riqueza de las armaduras habaneras están las Trinitarias. Estas son parte de los mejores exponentes de los techos coloniales cubanos. A partir de la segunda mitad de siglo se emplean los estribados simples, cuya principal diferencia con respecto a los techos de la capital, es la utilización de un tipo de lacería denominada tirante celosía, que cubre toda la superficie libre de los tirantes. Por otra parte “[...]las decoraciones pictóricas de los techos utilizaran temas con motivos florales y vegetales”[45].
Los aleros presentan en el interior del país un conservadurismo arquitectónico, a diferencia de las nacientes cornisas habaneras. En la región central es característico un predominio de los tornapuntas, así como los tradicionales aleros ya mencionados.
Los balcones de balaustres torneados y pie derechos columniformes de gran esbeltez, poseen una zapata que soporta el tejado que cubre el balcón. Canes empotrados en el muro sustentan el balcón. Su forma la caracteriza los siguientes rasgos: media caña, filete y pico de loro.
En La Habana, a finales del siglo, se comienzan a utilizar barras de hierro sustitutivas de los antiguos canes: lo mismo ocurre con la baranda. Las galerías comienzan a desarrollarse enteramente por arquerías de medio punto sobre columnas toscanas “[...] se gana en solidez y monumentalidad, lo cual es especialmente cierto cuando las arquerías llegan a rodear el patio, con una amplia galería de circulación, o sea, el llamado patio claustral, tan frecuentemente en esta época[46]. En el interior del país también encontramos este tipo de patio, más bien hacia fines de siglo, ya que existe un predominio de los pies derechos ochavados o columnas simples y arquitrabes.
Los arcos empleados para jerarquizar los principales espacios interiores, asumen formas barrocas a través de los mixtilíneos, comunes en todo el país excepto en Santiago de Cuba, donde por sus características sísmicas se desarrolla un tipo de arco decorativo muy simple, el cual no soporta cargas. Estos últimos se construyen por tabiques de madera con un intradós y doble superficie para dar sensación de espesor y pesadez.
En la región central, en fachadas, hay una marcada utilización del arco, que forma el vano de la puerta principal o secundaria, fundamentalmente por el carpanel y el conopial de origen gótico isabelino, muy frecuente en Trinidad y Sancti Spíritus.
Las puertas españolas se emplean en fachadas, y también en interiores hacia el patio. Su estructura semeja los modelos antiguos, diferenciadas por la supresión del listón tallado que cubría la junta: los tablones en sus bordes se trabajan con incisiones en cuarto de bocel y filete. Estos se fijan al bastidor por medios de clavos y forman rosetas molduradas
En la región central es típico encontrar los postigos de ingreso mediante formas mixtilíneas Las puertas secundarias son de cuarterones o tablero Las primeras mediante recuadros de lados rectos y extremos cóncavo-convexos acorde a la línea barroca La cartela formada por cortes en las esquinas más un resalto tallado al centro, es frecuentemente empleada
Las puertas de tablero presentan decoraciones y tallas directamente sobre su superficie en base a incisiones profundas o resaltes en forma de junquillo (Camagüey).
Trinidad posee una peculiaridad en sus puertas: el tipo tablero liso y cuarterón le es característico “El motivo decorativo de las volutas encontradas, en combinación con el llamado alas de mariposa de clara filiación rococó, constituye el tema de mayor predominio y versatilidad de diseño en las puertas trinitarias”[47].
La región central emplea un tipo de ventana con apoyo, cubierta por una reja de madera de barrotes torneados En este sentido, Trinidad posee los exponentes más interesantes: rejas volumétricamente mixtilíneas, que obligan al guardapolvo a integrarse a las mismas, garantizan una perfecta unidad de diseño Los guardapolvos conopiales distinguen por lo general a la región central.
En Santiago de Cuba, las rejas planas o voladas constituyen, junto a balcones y corredores, el sistema fundamental expresivo al exterior.
4. Tipología de la vivienda en el siglo XIX
El siglo XIX trae consigo la tendencia de abandonar las formas de trazado barroco en aras de encontrar una estética que responda a los nuevos intereses de la burguesía, que cada vez más interesada en acercarse a los modos de vida europeos.
La incorporación de elementos de índole clasicista contribuye a ello, e impone la sobriedad necesaria, acorde al momento histórico. Investigaciones recientes plantean el surgimiento del neoclásico en Cuba desde principios de siglo, introduciéndose de forma gradual en el país.
La casa colonial del XIX, se puede decir que mantiene su composición espacio-funcional, acorde con la organización planimétrica tradicional; ya que los cambios originados o los nuevos tipos (casas quintas y casas gemelas) responden a la casa con patio, desarrollada de diferentes formas a lo largo de toda la historia. Se observan más bien a nivel del sistema de elementos componentes y figurativos.
La sustitución de elementos de madera por hierro, es uno de los rasgos que más distinguen este período: rejas, balcones, portafaroles, guardavecinos, guardacantones, transforman la imagen de la casa colonial, junto a la nueva concepción de sobriedad y trazo riguroso en las portadas y entablamento.
Éstos forman la línea clásica a través de frisos decorados junto a cornisas y pretiles. El arco continúa siendo uno de los elementos de mayor jerarquización en la casa del XIX; se emplean los medios puntos y mixtilíneos fundamentalmente, desapareciendo este último en la medida que toma fuerza la nueva estética constructiva En muchas casas, sobre todo en la región central, aparece la arcada doble, generalmente constituida por arcos de medio punto: “[...]La arcada introducida así en el interior de la vivienda, era un símbolo del status, como en las casas de portal en La Habana”[48].
En puertas y ventanas se sustituyen los tradicionales trabajos decorativos por tableros simples de índole clasicista. Se generaliza la persianería francesa, empleada tanto en fachadas como para cerrar las arcadas de los patios. Los techos, principalmente en La Habana, se sustituyen por el llamado losa por tabla: “Esta innovación fue acompañada por la generalización en los salones y aposentos principales de cielos rasos formados por listones sobre los cuales se extendía una capa de yeso propia para ser tratada con pinturas y ornamentos modelados”[49]. Juntamente con este tratamiento, la pintura mural cubre los principales muros de las viviendas, que a diferencia de los falsos techos antes mencionados, se realiza tanto en las grandes residencias, como en el resto de las viviendas adquiriendo una connotación popular
Medios puntos con lucetas de diferentes colores y pisos de mármoles, le dan el toque distintivo a la nueva casa colonial.
Matanzas introduce las nuevas transformaciones estilísticas desde muy temprano, de forma similar al proceso llevado a cabo en La Habana. En el resto de las regiones del país hay evidencias de su introducción, posterior al primer cuarto de siglo. Existe un pleno desarrolló hacia la segunda mitad de este.
En la región central, Camagüey es uno de los casos de mayor conservadurismo arquitectónico, con la persistencia del sistema espacio funcional y figurativo. Es común en toda la región central, el uso del alero de tornapunta, el alero en gola, los arcos mixtilíneos, así como las armaduras mudéjares. Trinidad se distingue por la sobriedad y la asimilación de los nuevos componentes sobre, la base tradicionalista, “Las cenefas pompeyanas del Palacio Cantero, por ejemplo, superan en magnificencia a todas las que existen en La Habana Vieja[...]”[50]. Otros elementos, como el cierre de los medios puntos con persianería radial, se distinguen por su originalidad.
En Santa Clara y la propia Trinidad, se emplea la lira como el motivo predominante en la composición de rejas y barandas de hierro. Santiago de Cuba continúa presentando los tres tipos de edificaciones descritas anteriormente, en las que se introducen estos nuevos elementos sobre la base constructiva heredada.
Independientemente de los cambios ocurridos durante esta última etapa, podemos concretar que la casa colonial presenta aún, a pesar de las transformaciones acaecidas, una coherencia y unidad que las identifica a nivel de todo el territorio. Las modalidades asumidas en una u otra región no alteran el tipo la composición, y métrica que rige la vivienda. Estos rasgos constituyen la forma de expresión de una oligarquía criolla que mantiene las cualidades que han estado presentes desde la primitiva formación de las edificaciones.
La vivienda en España, América Latina y Cuba
1. Tipología e identidad
La arquitectura colonial latinoamericana, presenta un lenguaje de carácter unitario que la identifica, ella independientemente de las diferencias intrínsecas que puedan existir en cada país, mantienen los rasgos fundamentales que la relacionan con la arquitectura española.
La arquitectura doméstica es una de las que más se relaciona con edificaciones de la arquitectura popular española, manifestada a través de ambientes y elementos componentes y figurativos heredados y sintetizados de acuerdo a las particularidades y el nivel económico y cultural desarrollado en cada región [...] “los ejemplos de arquitectura menor, expresados en lenguaje dialectal y popular, son los que más contribuyen a mantener vivo el recuerdo colectivo de las formas de la madre patria”[51].
La casa andaluza, así como la casa de Canarias, es el modelo más empleado como patrón en América. Su composición espacio-funcional determinada por el patio es la clave; el origen de éste tiene trascendencia hispano-musulmanas y remotamente romanas. Luis Feduci, en relación a esto expresa “En general el patio era el centro de la vida familiar árabe y más tarde andaluza, sin que podamos olvidar el antecedente y la función del patio de las casas romanas de dos pisos, con el peristilo y el impluvium, y que hoy perdura, sin dudas en tantos patios sevillanos y cordobeces”[52].
Por otra parte, la casa andaluza se presenta con una multiplicidad tipológica que favorece su interpretación y por ende la variedad de formas que se desarrollan en América.
Existe consenso en relación con la coincidencia entre la casa sevillana y la casa en América sobre toco las que pertenecen a la cuenca del caribe. Al describir la casa sevillana Carlos Flores López plantea que se desarrolla por regla general en dos plantas: la superior, de escasa altura dedicada al desván: su concepción se basa en crujías cubiertas por techos de madera y tejas, y su distribución, hacia el patio central, al cual se accede por medio del zaguán. Las fachadas poseen pilastras laterales con entablamentos clásicos, ventanas con poyos, versión sui-géneris del antepecho clásico, y con un tejadillo que se identifica como una versión popular del guardapolvo renacentista.
Los enrejados sobresalen del plano de la fachada, permitiendo el avance del espectador para facilitarle la visión.
Podemos agregarle, además, el trabajo con el ladrillo, que permite la construcción de arcos y bóvedas además de I a fabricación de aleros como el sardinel, tejaroz y sobradillo, tan empleados en Cuba.
Hay un elemento que si contrasta con relación al cromatismo que posee la arquitectura colonial, y son los encalados inmaculadamente blancos de la casa andaluza.
Tal fuerza posee la arquitectura colonial en América, que retroalimenta la tradicional casa española, sobre todo en la región de Andalucía y Canarias, en la que llega a generalizarse un tipo de casa muy semejante a los modelos desarrollados en América. La casa latinoamericana está permeada de las siguientes características propias de la arquitectura española: su concepción distributiva hacia el patio, las cubiertas de madera, el empleo de balconajes aleros y rejas voladas, los soportales de pies derecho de madera o de gruesas columnas, así como la decoración de la portada.
El sistema figurativo es el que más evoluciona, y se diferencia entre una u otra región; pero la esencia del edificio no cambia [...] “en la colonia no se piensa en planteamientos novedosos y prevalece lo que los principios de autoridad del sistema han demostrado servir y funcionar. Por eso se repite con frecuencia la misma planta, el mismo volumen y el mismo espacio; solo la decoración, la parte más vulnerable y voluble del cuerpo arquitectónico es la que más cambia. La decoración no afecta la tradición espacial del edificio aún cuando puede producir gran variedad de efectos estéticos”[53].
Como se planteaba anteriormente, Cuba se identifica plenamente, además de con Andalucía y Canarias, con las ciudades de la cuenca del Caribe. Venezuela y Colombia guardan una estrecha vinculación con Cuba; también Santo Domingo, Guatemala, Veracruz y Yucatán en México, por citar las más importantes y de mayor vínculo. El resto de las ciudades, sobre todo las de Sudamérica, se diferencian por elementos derivados del clima y los hábitos de vida.
Colombia posee diferentes pueblos cuya arquitectura nos recuerda a Cuba, ciudades como Santander, Guadalajara de Buga, Cartagena de Indias y el propio Bogotá poseen rasgos comunes. En todas las casas, el patio constituye el elemento articulador del todo; existe un vínculo con la llamada casa almacén cubana, aspecto este diferente, con respecto a la utilización de los pisos en la casa andaluza. Los techos de par y nudillo y en Buga los grandes aleros con sus ventanas voladas y balcones, son semejantes a la arquitectura de la región central en Cuba.
Cartagena de Indias desarrolla las viviendas de dos plantas y entresuelos con balcones y ventanas en el nivel intermedio, protegidas por el balcón superior, “[...]los dominantes tejados coronan una arquitectura sencilla de rejas y barandas de balaustres torneados, similares a las mismas expresiones de la arquitectura colonial cubana de los siglos XVII y XVIII, como variaciones en piedra sobre un mismo tema”[54]. En Bogotá se emplea un alero muy similar al tornapuntas, típico de nuestra región central.
“En los exteriores de la casa venezolana prevaleció una evidente relación formal con las construcciones de la baja Andalucía. Las ventanas enrejadas sobre repisas voladas y la larga extensión de muros que remata el alero, fueron elementos típicos de la provincia de Cádiz”[55], (obsérvese la relación de este planteamiento con respecto a Cuba).
La portada, además, jugó un papel jerárquico con el uso de pilastras y arcos mixtilíneos vinculados al entablamento ondulante de carácter barroco.
Las plantas con su tradicional distribución, presentan corredores con columnas toscanas muy semejantes a los patios remedianos, espirituanos y camagüeyanos; los techos se conciben con armaduras de par y nudillo, hameruelo y tirantes decorados con lacería, todas de filiación mudéjar, que se relacionan con nuestras características arquitectónicas.
Santo Domingo, a pesar de su cercanía con Cuba, presenta ciertas diferencias. Walter Palm expone que no existió una subordinación con una determinada región de España, por lo que la arquitectura dominicana reflejar estilos de Cataluña, Valencia, Castilla y Andalucía. No obstante, existen, según el citado autor, ejemplos derivados de la casa sevillana, sobre todo por su concepción y distribución espacial, aunque desprovista de elementos claves como el techo de par y nudillo. Los exteriores son muy austeros y sencillos “[...]descuella el carácter andaluz de portales y ventanas coronados por graciosos capiteles, común a la arquitectura de toda la cuenca del caribe”[56]. El autor se refiere a lo que nosotros denominamos portada
Veracruz y Yucatán poseen una arquitectura cuya concepción espacial y proporcional es semejante a la Cubana: aleros, puertas y ventanas voladas forman la trilogía de elementos claves del Caribe. Lo mismo sucede con Guatemala y otras ciudades de Centroamérica.
Tomado de Vivienda colonial camagüeyana. Síntesis del desarrollo arquitectónico de la vivienda colonial cubana. Caracterización tipológica de Camagüey. Camagüey, Universidad de Camagüey, 1999, pp.1-26.
Dibujos y planos: Jesús Noriega, Aldo García, Leonardo Montejo, Lissú Jam, Kirenia Pérez. Diseño de portada: Arq. Elio Pérez Ramírez. Emplane: Arq. Kenia Bravo. Corrección: Ernesto Piñero de la Osa. Impreso por la Oficina de Promoción e Imagen Centro de Posgrado, Universidad de Camagüey.
El Camagüey agradece a la Biblioteca Julio Antonio Mella, en especial a Sandra Calistre Olazábal y José Carlos Guevara Alayón, las facilidades para el procesamiento y edición de este texto, y al Dr. Henry Mazorra Acosta por la digitalización de las imágenes. Muchas gracias también a la Dra. Adela García Yero por la foto de Oscar Prieto.