A Consuelo
Luz de mis ojos tristes,
Alma del alma mía,
Encarnación dichosa
De una esperanza en el dolor nutrida:
Mitad de mi existencia
Aliento de mi vida;
Imagen, que sonríe
En mis sueños, y alegra mi vigilia:
Voz que mi oído escucha
Con singular delicia
Como en noche de ensueños
La nota de lejana melodía,
Que en secreto me habla
De nueva eterna dicha
Y me promete un mundo
De abandono, de amor y de caricias:
Yo te siento en el alma
Como al morir el día
Esa luz melancólica
Que parece llorar su despedida.
Tú eres la sombra fresca,
Que en mi azarosa vía,
Parece convidarme
A reposar del viaje la fatiga:
Sueño de bienandanza,
Aspiración dulcísima
De virtud y de gloria
Que el alma en sus delirios acaricia.
Tú, mi bien del presente,
Del mañana alegría,
Alma, que con mi alma,
Siento vivir en comunión divina.
Luz de mis ojos tristes:
Consuelo, amada mía,
¿A dó van nuestras almas
En su ilusión, a dónde se encaminan...?
¡Ay, que los dulces sueños
De inocente alegría
Nos llevan a la muerte
Y en un mar de dolores nos abisman!
¡Ay, que la mano fiera
Miro de la desdicha
Que ruda nos separa,
Y ya a llorar mis ojos se anticipan!
¡Qué haré de aquellos sueños,
Qué de tantas delicias,
Qué de aquella esperanza
Por tanto tiempo en el dolor nutrida?
Habana, 1874
Tomado de Poesías de Esteban Borrero Echeverría. La Habana, Imp. La Económica, 1878, pp.35.36.