Entre las personas que mantienen vivos los intereses del espíritu en la ciudad de Camagüey —que no son pocos— se destaca un hombre joven, cuyo nombre figura en casi todos los programas culturales. Me refiero al doctor Luis Martínez, profesor del Instituto de Segunda Enseñanza, periodista y abogado. Desde muy joven se dedicó a las letras, tanto en la producción como en la enseñanza. Su cátedra es la de Español en el mencionado centro.
Es poeta y muy prendado de su arte. Pertenece a la gente nueva, es decir, a la generación posterior al Modernismo. Mejor diríamos que a una de ellas, porque aquel movimiento queda ya muy atrás, cronológicamente, y sabido es que las corrientes líricas posteriores han sido varias, e inclusive las hay que registran cierto retorno a los clásicos. Luis Martínez no representa típicamente ninguna. Ha preferido desentenderse de escuelas y grupos. Sus versos, con aires de modernidad, distan, sin embargo, de toda estridencia, así en lo formal como en lo poético, si es que podemos separar, estéticamente, esas dos instancias. Tiene poemas merecedores de la distinción antológica.
Puede ser que él estime, en primer lugar, esa parte de su obra, pero la labor de Luis Martínez se ha sentido en Camagüey, singularmente, por la actividad que ha desplegado en todo empeño cultural. El Comité de Cultura del Camagüey Tennis Club, presentó hace poco “Munio Alfonso” de la Avellaneda y a él se debe el éxito satisfactorio de las dos representaciones. La obra fue interpretada por miembros del Seminario de Artes Dramáticos, institución fundada y dirigida por Luis Martínez desde hace varios años.
En la dirección escénica se ha distinguido mucho y según el testimonio de personas conocedoras del teatro, el “Munio Alfonso” se montó con todas las exigencias de época, en cuanto a tipos, indumentaria, ambiente, etc. No sé por qué no se ha llevado el drama de lo Avellaneda a otras ciudades de la Isla.
Bajo su dirección técnica se han representado también el proverbio dramático “Amor con amor se paga” y la pieza patriótica “AbdaIa”, ambos de Martí. Toda esta actividad se vincula con el Instituto de Segunda Enseñanza y con el Camagüey Tennis Club, a más de servir, con el producto obtenido, a fines benéficos, fundamentalmente para los niños pobres.
En el Teatro del Colegio Teresiano se representó hace poco la comedia suya para niños “Cuento de Navidad” y fueron él y su grupo los elogiados por el triunfo.
Luis Martínez es, además, conferencista. Ha disertado sobre Aurelia Castillo de González, la renombrada poetisa camagüeyana, desaparecida en 1920, y lo ha hecho con positivo conocimiento de la noble figura. De 1950 es su conferencia sobre otra hija del viejo Puerto Príncipe, Isabel Esperanza Betancourt, que le ha valido merecidos elogios.
En vísperas de ir a la imprenta se halla su erudito estudio sobre El Lugareño, escrito con motivo de los festejos organizados por la Empresa de los Ferrocarriles Consolidados, al cumplirse los cincuenta años de su fundación. Conocida es la participación de Gaspar Betancourt Cisneros, verdadero prócer camagüeyano, en la construcción del ferrocarril que ocupó años de desvelos y tenacidad en aquel hombre de excepción, amigo de José de la Luz, de Saco, de Del Monte. La egregia personalidad luce bien, en su figura real, a través de este ensayo de Luis Martínez. Se ve allí al autor de las Escenas cotidianas, según lo calificó el doctor Remos con dos magistrales adjetivos: “donoso y vivaz”. No faltan estudios de tan sugestivo cubano, pero no es su obra de las más difundidas. Alguna vez lo llamé “civilizador”. Las páginas de Luis Martínez aclaran mucho de la vida y los empeños del amigo de Saco, cuyas cartas a Saquete aportan los puntos de vista de uno y otro en la tarea a que se dieron antes de 1868. Fue aquella generación —la que se extingue con Saco —de veras superior, por la preocupación nacional, por la austeridad, por la pericia con que trataron todo género de asuntos, siempre a la luz de los destinos de Cuba.
¿Qué más acerca del profesor Luis Martínez? Camagüey lo quiere y lo llama para todo cuanto signifique superación. Si a lo apuntado se agrega la condición amable, la modestia, la finura del experto Director, comprende uno su fuerte vinculación con la sociedad camagüeyana.
Al pie del texto aparece la siguiente nota: “Las palabras que anteceden constituyen un fragmento del artículo publicado por el Dr. Medardo Vltier, en el Diario de la Marina, el 22 de febrero de 1953.”
Tomado de El Lugareño y otros próceres. Camagüey, Ayuntamiento de Camagüey, 1954, pp.7-8.