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Carta a Ana de Quesada (2 de julio de 1873)

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Carta a Ana de Quesada (2 de julio de 1873)

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Julio 2 de 1873.

Señora Ana Quesada de Céspedes.

Mi muy querida esposa:

Están en mi poder tus afectuosas de 20 de febrero y 28 de marzo del corriente año, por las que veo con la mayor satisfacción que la familia sigue con salud y tranquilidad, esperando el día dichoso en que coronados con la victoria los esfuerzos de los verdaderos patriotas, tengamos el gusto de vernos reunidos en nuestro suelo natal, ya libre de sus tiranos y preparándose para reparar sus pérdidas en la paz, el orden y el trabajo; risueña perspectiva que embriaga de alegría los corazones de los buenos, pero que los malos se empeñan en nublar con la conducta que observan y los funestos pronósticos que de ella se desprenden para lo futuro.

¡Ya ves el manejo que en la emigración han adoptado algunos cubanos mal aconsejados! Pues lo mismo hacen aquí sus iguales: hombres que no consideran el daño que se sigue de las divisiones, y que arrastrados por sus ambiciones, rencillas y otras miserables personalidades, no ven más patria ni más libertad que la satisfacción de esas viles pasiones, poniéndonos a cada momento con sus imprudencias a dos dedos de la guerra civil, aun no acabada la de Independencia. No hace mucho que habían forjado los más malignos planes, contando con el difunto Agramonte, no sé con qué fundamento, y para lograr su objeto estaban soplando la discordia en todos los corazones, valiéndose de cualquier pretexto, pero la rectitud de mi procedimiento les había desbaratado gran parte de sus maquinaciones, cuando la desgracia de aquel General vino a echarlas todas por tierra. Sin embargo, ellos no desisten y hoy fraguan algo malo que todavía no he podido penetrar.

Nosotros triunfaremos de los españoles, es indudable, pero será a costa de mayores sacrificios y más tarde que si no se observara una conducta tan criminal; porque los enemigos, en vista de nuestra unión y sensatez, perderían más pronto la esperanza que probablemente el espectáculo de esas miserias alimenta en perspectiva de una disolución funesta de los elementos que están combatiendo su dominación en Cuba. Y los que sufrimos las consecuencias de todas estas luchas, los que agotamos nuestra virilidad en el cuidado y en el insomnio, los que sentimos sobre nuestra cabeza el gran peso de los años y a la ira de los enemigos estamos expuestos, pereceremos de un modo u otro en la contienda.

Días hace, querida Anita, que estoy muy triste y me atormenta esa terrible idea; pero no creas por eso que desmayo, ni me desaliento en mi empresa, que creo asegurada, sino que los disgustos son numerosos. Por eso me ha servido de muchísima complacencia la descripción que me haces de mis idolatrados hijitos. Con ella he gozado como si estuviera viéndolos; y ése será mi único gusto, mi único consuelo, porque yo no los veré nunca; moriré sin tenerlos en mis brazos, sin conocerlos siquiera más que por mudos retratos. Sin embargo, estoy resignado a todo.

(...)

Muchísimo me alegraría que el Sr. Zambrana siguiese siempre por el buen sendero y que tuviese bastante autoridad para atraer a él a todos los cubanos descarriados; pero aquí corren de él varias versiones y me temo de que sea arrastrado en el vértigo común. Por su propio crédito debe él trabajar en el sentido de reconciliar los ánimos en beneficio de Cuba.

(...)

Como los españoles han mentido tanto en lo que han contado de los encuentros habidos en Bayamo y Manzanillo, voy a hacerte una sucinta relación, empezando por decirte que es falso que hayamos peleado por la necesidad de escaparnos, que nos han dispersado, etc., etc.

Con miras de tomar una ú otra de esas poblaciones, mandé concentrar en el Distrito de Bayamo, a corta distancia de esta ciudad, la división de su nombre y las de Cuba, Holguín y Tunas. Todas, menos la última, concurrieron al lugar designado con tal exactitud, que el día 25 de mayo entrábamos en la hacienda Curan, unos por un camino y otros por otro.

Supimos que el enemigo, penetrado de nuestro movimiento por algún prisionero, había concentrado también sus fuerzas, guarneciendo las dos plazas y lanzando al campo columnas que observasen o atacasen a las nuestras, valiéndose de las ventajas que le dan su número, disciplina y armamento. Para ver lo que ellos intentaban y estar a punto de caer sobre el que más conviniera, nos trasladamos a Bigüela, cerca de dos leguas de Yara, posición fuerte y en que amenazábamos a la vez a Yara, Manzanillo y Bayamo. Los españoles nos siguieron, y el 1ro. de junio se presentaron en nuestra avanzada de Guasumabo, o Sabana Larga de Manacal, donde se hallaba el Teniente Coronel Emilio Noguera con 60 hombres de su batallón. Dos veces lo atacaron, haciendo uso del cañón, y otras tantas fueron rechazados a pesar de su incomparable superioridad numérica. Cuando esperábamos que penetrasen hasta donde estaba el grueso de nuestras fuerzas, supimos con asombro que se retiraban con tal velocidad, que fue imposible darles alcance a los batallones más ligeros de nuestra columna. Dejaron sepulturas y varios efectos, y al día siguiente se nos dio aviso de que habían tenido 45 bajas, entre ellas un jefe. Nosotros tuvimos un muerto y tres heridos, no habiendo hecho sus 16 cañonazos más efecto que matar una jutía que sirvió de almuerzo a uno de nuestros soldados.

Al día siguiente salió de nuestro campamento el Coronel Juan Fernández Ruz, con una columnita para efectuar un movimiento de diversión por Bicana, y llegó a la Bermeja en los momentos en que se proponía atacarla el Teniente Coronel Montaner, porque había sabido que allí no se encontraba más que una pequeña fuerza custodiando familias. Sin duda se figuró que allí iba a reproducir sus hazañas de Santa Cruz; pero sacó la cuenta sin la huéspeda (sic). El día 3 se trabó el combate, y a las dos arremetidas se pusieron en fuga los españoles, dejando 82 muertos con sus armas y llevando 97 camillas; nuestras pérdidas consistieron en 4 muertos y 13 heridos. Los enemigos hicieron uso de su artillería. Supimos luego que habían entrado en Manzanillo 116 heridos.

Domingo 6. — Gomo he estado ocupadísimo en estos días, y como has de ver en los periódicos los partes de las operaciones de Bayamo, omito seguir haciéndote relación de ellas.

Viernes 18. — Rafael llegó a la Isla en la noche del 6 al mismo lugar en que nuestras fuerzas lo estaban esperando; pero tuvo la desgracia de que se le rompieran los botes y no pudo desembarcar más que una parte del cargamento, que es de buena calidad. Se retiró, y sólo hemos sabido después que antier se oyeron cañonazos por la costa.

Yo no pude ir en persona, porque el camino era largo y sumamente escabroso, de suerte que siempre llegaría tarde. Mandé a Carlitos, y éste me trajo una maleta con los objetos siguientes:

(…)

Niñera leyendo a una niña pequeña 
Mary Cassatt


Tomada, tal como aquí aparece, de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada: 
Carlos Manuel de Céspedes. París. Tipografía de Paul Dupont, 1895, pp.252-255.
Nota de El Camagüey: Los signos suspensivos indican partes que, al parecer, fueron omitidas al ser trascrita esta carta por el hijo de ambos, Carlos Manuel de Céspedes y Quesada.

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