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    La rosa del amor y del consuelo
    floreció, esplendorosa, entre tu mano,
    y a tu acento el dios rudo del pagano
    dejó el Olimpo y se estrelló en el suelo.

    De la existencia en el mortal desvelo
    fuiste un rayo de luz sobre lo humano
    y en el lodo podrido del pantano
    tu piedad derramó flores de cielo…

    Alumbró tu pupila nazarena
    la noche del dolor y de la pena;
    secaste llantos, disipaste dudas,

    bajaste de la vida a lo profundo
    ¡y al fin hallaste la maldad del mundo
    en el rastrero corazón de Judas!

Tomado de El Camagüeyano, Año XXII, Camagüey, viernes 18 de abril de 1924, Número 109, p.1.

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