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        Es inútil, no insistas; no comprendo
     las frivolidades de la vida...
     yo, como Jorge Sand, sólo pretendo,
     ganando el pan, pasar inadvertida.

        Porque he ayudado a hacer, quizás un nombre
     —que alguna vez ha sido periodista—
    sé lo que vale y cuesta ese renombre
    y cómo se suplica esa conquista.

       Prefiero mi aislamiento de reacio
    donde nada a mi espíritu se vede: 
    el águila que vive en el espacio
    no suele mendigar lo que ella puede.

       Gloria y vulgaridad, casi es lo mismo
    para un ser como yo, medio salvaje; 
    lo mismo puede ser cumbre o abismo, 
    cuestión de situación del peritaje.

       La gloria que mi alma ha preferido
    me la ofreció un amor: puso vehemente
    la más bella corona que ha existido,
    sus besos de pasión sobre mi frente.

       Extinta ya esa gloria, soy asceta; 
    sin corona de besos mi cabeza,
    no quiero ya laureles: al poeta 
    le basta su corona de tristeza.


Tomado de Revista de la Asociación Femenina de Camagüey. Año III, Camagüey, noviembre de 1923, Núm.35, p.3.

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