El ilustrado camagüeyano José Martí, residente en Nueva York, ha dirigido una carta-protesta en nombre de sus compatriotas, al periódico de Filadelfia The Manufacturer que indiscretamente se sirvió calificar a los cubanos de “perezosos” y otras cosas más, y cuya carta, sin ninguna rectificación, ha visto la luz, en idioma inglés, en las columnas de aquel periódico.
El Sr. Martí, vindicando a su patria de las falsas apreciaciones vertidas por The Manufacturer, ha sido consecuente una vez más, con su honrosa historia de cubano eminenta (sic) y patriota, orgulloso defensor de las virtudes cívicas de sus conciudadanos.
El éxito no ha podido ser más lisongero (sic). El Sr. Martí acudió, con derecho personal a la redacción del periódico aludido, y éste publica su rectificación con el epígrafe “Vindication of Cuba”.
Publicamos seguidamente, traduciéndola de dicho periódico, los siguientes párrafos de la carta del Sr. Martí.
“Los cubanos, dice The Manufacturer, «tienen repugnancia a todo esfuerzo», «no se saben valer», «son perezosos». Estos «perezosos» que no se saben valer, llegaron aquí hace veinte años con las manos vacías, salvo pocas excepciones, lucharon contra el clima, dominaron la lengua extranjera, vivieron de su trabajo honrado, algunos en holgura, unos cuantos ricos, rara vez en la miseria, gustaban del lujo, y trabajaban para él; no se les veía con frecuencia en las sendas oscuras de la vida; independientes y bastándose a sí propios, no temían la competencia en aptitudes ni en actividad; miles se han vuelto a morir en sus hogares; miles permanecen donde las durezas de la vida han acabado por triunfar, sin la ayuda del idioma amigo, la comunidad de religión, ni la simpatía de raza.
Un puñado de trabajadores cubanos levantó Cayo Hueso. Los cubanos se han señalado en Panamá por su mérito como artesanos, en los oficios más nobles, como empleados, médicos y contratistas. Un cubano, Cisneros, ha contribuido poderosamente al adelanto de los ferrocarriles y la navegación de ríos en Colombia. Márquez, otro cubano, obtuvo, como muchos de sus compatriotas, el respeto del Perú como como comerciante eminente. Por todas partes viven los cubanos; trabajando como campesinos, como ingenieros, como agrimensores, como artesanos, como maestros, como periodistas. En Filadelfia The Manufacturer tiene ocasión diaria de ver a cien cubanos, y algunos de ellos de historia heroica y cuerpo vigoroso, que viven de su trabajo en cómoda abundancia. En New York los cubanos son directores en bancos prominentes, comerciantes prósperos, corredores conocidos, empleados de notorios talentos, médicos con clientela del país, ingenieros de reputación universal, electricistas, periodistas, dueños de establecimientos, artesanos. El poeta del Niágara es un cubano, nuestro Heredia. Un cubano, Menocal, es el jefe de los ingenieros del canal de Nicaragua. En Filadelfia misma, como en New-York, el primer premio de las Universidades ha sido, como más de una vez, de los cubanos. Y las mujeres de estos «perezosos», «que no se saben valer», de estos enemigos de «todo esfuerzo», llegaron aquí recienvenidos de una existencia suntuosa, en lo más crudo del invierno: sus maridos estaban en la guerra, arruinados, presos, muertos: la «señora» se puso a trabajar: la dueña de esclavos se convirtió en esclava: se sentó detrás de un mostrador: cantó en las iglesias: ribeteó ojales por ciento: cosió a jornal: rizó plumas de sombrerería: dio su corazón al deber, marchitó su cuerpo en el trabajo: ¡éste es el pueblo «deficiente en moral!»
Tomado de El Pueblo. Diario Autonomista. Órgano de la Junta Directiva del Partido Liberal de esta Provincia. Año V. Puerto-Príncipe, domingo 7 de abril de 1889, núm.75, p.2, col.1-2.
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