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Homenaje (a Rolando Escardó, en Lunes de Revolución)

Homenaje (a Rolando Escardó, en Lunes de Revolución)

Desde cualquier punto que se la encare, la desaparición de Escardó es irreparable, pero si la referimos a lo nacional, se vuelve aun mas irreparable. En efecto, no disponemos de tantos buenos escritores y poetas como para regalarle a la Muerte unos cuantos de ellos. Por otra parte, esta mala pasada nos fuerza a la pregunta Incongruente: ¿Acaso hemos perdido el gran poeta que pudiéramos haber tenido? Y como ya el poeta ha sido destruido, como ya los futuros lineamientos de su obra que nosotros anticipábamos no son susceptibles de que los sigamos planteando, no nos queda otra cosa que esa pregunta incontestable.

Cuando Escardó muere tiene treinta y cinco años. ¿Cómo dibujar ahora lo que la muerte ha borrado? Dígase lo que se diga, por más que dispongamos de decenas de fotos para seguirlo en su evolución fisionómica; aunque tengamos este o aquel testimonio de sus amigos, a despecho de no hacer todavía un mes que estaba entre los vivos, no obstante tantas precisiones y tal lujo de referencias, nos resulta imposible decir ahora cómo era Rolando. Cuando la comunicación se interrumpe —y de hecho toda muerte es la más desesperante de las incomunicaciones— al que le ha tocado morir levanta, frente a los que han quedado del lado de acá, una barrera infranqueable: la de su imposibilidad de un retorno a la vida para confirmar o negar el retrato que de él hicimos.

Portada del ejemplar donde apareció este texto.

¿Cómo era Escardó? —nos preguntamos, y la respuesta no podemos buscarla en nuestros recuerdos. Nos lo veda esa otra pregunta: ¿cómo es ahora? y ya sabemos lo que es ahora: un muerto, un recuerdo, en fin, la nada.

En cambio, nos queda su obra. He ahí, de ahora en adelante, el verdadero rostro del poeta. No disponemos de otro, pero basta. ¿Quién no recuerda el verso de Mallarmé sobre Poe?: “Tal como en sí mismo en fin la eternidad lo cambia...” Y Escardó se nos ha cambiado en un libro, que hablará por él y con el que podremos hablar largo y tendido.

Este libro —que primero se titularía Poemas en la Plaza del Vapor, y que después el poeta tituló Libro de Rolando— ofrece, como la vida misma de Escardó una trayectoria azarosa. En 1957, habiendo reunido una pequeña cantidad, llevó este libro a la imprenta de la Sociedad Colombista. Pronto tuvo las primeras pruebas, pero la falta de dinero —Némesis implacable de éste y otros poetas cubanos— impidió su salida. Para colmo de desdichas Escardó se vio precisado a exilarse en México. Con la caída de Batista vuelve a Cuba, y de nuevo se da a la tarea de publicar su libro. Por ese entonces la revista Ciclón había reaparecido y su director tenía en proyecto una editorial anexa a la revista. Se acordó que el libro de Escardó iniciaría la colección, pero para desgracia suya este proyecto nunca se hizo realidad. Escardó no se desanimó y se puso a buscar nuevo editor, pero inútilmente. Entonces —ya estamos en el presente año— un grupo de escritores funda su propia editorial. Ahora, por fin, el poeta podría ver editado su libro. Hablamos de eso en Camagüey, él me pidió le enviara esas pruebas (que estaban en mi poder) para hacer una selección definitiva, añadir nuevos poemas y agrupar los todos en cuatro libros, a saber: Poemas en la Plaza del Vapor ( 1950-1953); La Casa (1954-1956); Vertes (1957); Libro de Rolando (1958-1960). En un viaje que hicimos en su jeep rumbo a las Cuevas de Cubita, Escardó me pidió un prólogo para su libro. En aquella ocasión le dije que no me gustaba hacer prólogos; hoy es un deber que cumpliré gustoso. Días más tarde me visitó y me entregó el libro para las Ediciones R.

Sólo dos meses más de vida (no es pedir mucho, ¿verdad? —diría el pobre Rolando) y él hubiera visto editado su libro. Habría visto el triste cortejo de sus treinta y cinco años, de su vida aperreada, de sus hambres antológicas, de sus terrores, de sus postergaciones y de sus ayes, cambiados en la rica púrpura de la Poesía. Pero la muerte le negó esta catarsis, y se la negó precisamente en el momento en que Escardó veía la vida con más optimismo, en el momento en que una Revolución por la que había luchado se afirmaba cada día más, y en el momento en que él liquidaba una etapa de su vida y comenzaba otra.

Aunque parezca cursi no estará de más decir aquí el cambio anímico operado en Escardó ante su vida asegurada, y la de su madre. Un día me lo encontré en una tienda comprando cosas para los dos. Me dijo: “Virgilio, ahora puedo darme el gusto de comprarme seis camisas y un corte de vestido para Mi Madre” (así la llamaba él). Esta madre era el otro gran amor de Rolando. A nadie extrañe, pues, que esos versos, los primeros que escribió, dedicados a ella aparezcan en este Homenaje. Son convencionales y son malos pero debemos a los muertos ciertos miramientos, y éste es uno de ellos.

La publicación original en Lunes de Revolución.

No sería exageración decir que Escardó se sentía optimista: como su alma nunca estuvo viciada pudo resistir toda la carga sórdida de esa miseria de tantos años. Ahora por fin respiraba a pleno pulmón. Como miembro del Ejército Rebelde trabajaba activamente en el desarrollo de cooperativas, construcción de casas en la zona de la Ciénaga de Zapata, en la zona de Camagüey, etc., y como si ello fuera poco se dedicó a la gran tarea de preparar el Primer Encuentro de Poetas Cubanos.

Pero tal interregno feliz (apenas duró año y medio) se vio brutalmente liquidado la mañana del domingo 16 de este mes de octubre. Una rueda que se desgrana, un vuelco y Escardó deja de proyectar su sombra en este mundo.

Ahora, con este número de Lunes, le rendimos homenaje. Los homenajes se dividen en merecidos e inmerecidos. El número de los segundos es infinitamente mayor que el de los primeros. Así son los hombres, pero en el caso de Escardó la heroicidad de su vida y la calidad de su obra, sumada al dolor que todos experimentamos ante su muerte, hacen más que merecido este homenaje. Al mismo se han sumado sus amigos, sus admiradores, y la familia misma, que ha tenido la amabilidad de cedernos sus manuscritos, dibujos y fotos para la composición de este Lunes. Muchas gracias a todos y eterna vida poética para Rolando Escardó.

El número especial de Lunes de Revolución dedicado a Rolando Escardó también incluyó una muestra de su pintura.


Tomado de 
Lunes de Revolución. La Habana, número 83, octubre 31, 1960, p.2. (Número a cargo de Oscar Hurtado y Virgilio Piñera.)

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