El hombre de vida honrada
y de limpio proceder
su casa tiene que ver
constantemente asaltada.
Sacándote de la almohada
por la razón más banal,
te acusan de un infernal
complot que te haría reír...
¡si no tuvieras que ir
al cuartel de la rural!
—¿Hasta cuándo, general?
Y en vez de pedir razones
que expliquen puedan tus pasos,
ahí te muelen a trancazos,
patadas y bofetones.
Claro que luego te pones
hielo en los golpes y tal,
pero ese encuentro fatal
te hace comprender, mi hermano,
que en Cuba más que cubano,
eres un simple animal.
—¿Hasta cuándo, general?
¿Hasta cuándo, Presidente,
golpes al trabajador?
¿Acaso es ser malhechor
decir la verdad de frente?
Y si el gánster inclemente
cuentan que hoy la pasa mal,
no me parece normal,
ni con ello estoy conforme,
que el gánster con uniforme
no sufra un castigo igual.
—¿Hasta cuándo, general?
Junio 26, 1952
IX
Que quieres, dicen,
ser periodista.
Eso, mi amigo,
mucho me atrista.
¿Cómo, si eres,
querido Paco,
débil, tan débil,
flaco, tan flaco,
a tal peligro
vas a exponerte,
cuando es tan fácil
hallar la muerte,
o por lo menos
hallar a un tipo
que de un leñazo
te quite el hipo?
Gente muy fina
vendrá a tu casa
y allí, fingiendo
que todo es guasa,
oirás piropos
de este sentido:
—Sal con nosotros,
Paco querido.
¡Qué linda luna,
qué bella noche!
¡Ven, paseemos
todos en coche!
Después, ya sabes...
(¡Qué horror, Dios mío!)
A pura estaca
te dejarán frito.
Deshecho un ojo,
rota la frente,
partido el labio,
partido un diente.
¡Y luego! ¡Vaya!
¡Cuidado luego!
Es peligroso
jugar con fuego.
Si al fin acusas
a tu asesino,
mira como hablas,
no seas cretino,
porque a la postre,
tras duro brete,
en vez de Paco...
¡te llamarán paquete!
Agosto 28, 1952
XIX
¿Dictadura? ¡Qué mentira!
Lo que hay aquí es dicta... dira.
O una situación más rara:
por ejemplo, dicta... dara.
Tal vez cuanto veis ahora
sea tan sólo dicta... dora.
O un régimen en salmuera
que llamastéis dicta... dera.
¿Dictadura? ¡Qué locura!
¡Llamar esto dictadura!
El que manda
y hace un año no enyuga,
hundiendo al pueblo en un hoyo,
lo que tiene es dictablanda,
tierna y blanca cual repollo
de lechuga.
¿El saquear un sindicato?
¡Ay, qué dulzura de plato!
¿Asaltar a un escultor?
¡Qué azucarado sabor!
¿Subir de grado a Casillas?
¡Natilla entre las natillas!
¿Romper la Constitución?
¡Qué suave melocotón!
¿Meter al pueblo entre rejas?
¡Merengue con miel de abejas!
El que manda
y hace un año nos enyuga,
hundiendo al pueblo en un hoyo,
lo que tiene es dictablanda,
tierna y blanca cual repollo
de lechuga.
No protestéis contra nada;
tened la boca sellada
y el cuerpo firme y muy quieto;
que os va en ello el esqueleto.
Dad una sonrisa fina
al que os quita la cantina
y no olvidéis aplaudir
al que no os deja reunir.
¿A una atmósfera tan pura
podréis llamar dictadura?
El que manda
y hace un año nos enyuga,
hundiendo al pueblo en un hoyo,
lo que tiene es dictablanda,
tierna y blanca cual repollo
de lechuga.
Febrero 19, 1953
XXIV
¿Qué es lo que la gente come,
qué es lo que come la gente,
un menú que al Presidente
puede que a la larga embrome?
¿Qué, con la cara mohina,
gesto desabrido y chato
el pueblo plato tras plato
sírvese de su cantina?
—Harina.
El rico su rica mesa
tiene muy bien atendida,
con filete en la comida
de toros de su dehesa.
Pero al fin de la fajina,
trabajando el día entero,
¿sabéis que encuentra el obrero,
en vez de una mesa fina?
—Harina.
El obeso funcionario,
vampiro del presupuesto,
se acuesta siempre indigesto,
pues se da un banquete diario.
Pero aquel que se acoquina,
porque padrino no tiene,
¿qué es lo que halla cuando viene
molido de la oficina?
—Harina.
El terrateniente ignaro
vivir puede sin afanes
con pechugas de faisanes,
y eso que el faisán es caro.
Mas la gente campesina,
que es hija de su trabajo,
al no tener ni tasajo
¿qué es lo que hierve o cocina?
—Harina.
La vida es en Cuba cruel
y el hambre, por nuestro mal,
si no llegó a general
ya es un hambre coronel.
Mas como el reloj camina,
sabéis, al final del rollo,
al que hoy sólo come pollo
qué manjar se le avecina?
—Harina.
Abril 23, 1953
Escenas industriales de California (detalle) – John Langley Howard.
Tomado de Obra poética. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2002, pp.310-311, 318-320, 333-334, 343-344.