Él tenía el camino y el índice de luz que señala el destino;
yo era sólo una angustia en medio del camino.
Y sentía la llama lustral de la pureza
arder sobre el carbón que era mi carne opresa.
Él tenía el camino y el índice de luz que señala el destino;
yo era sólo una angustia en medio del camino.
Y sentía la llama lustral de la pureza
arder sobre el carbón que era mi carne opresa.
Y esperaba el instante de renacer. El alba
de una hora que descubre la eternidad que salva.
Punzábame la vida una virtud alcanzada y olvidada:
el goce no vivido de tanto presentido;
el dolor que se aguarda y en llegar se retarda;
la angustia de encontrar lo que quería hallar.
Y al fin: ¿por qué senderos perdidos me perdí
y vime, entre las ruinas, de lo que nunca fui?
Publicado en Social, La Habana, noviembre de 1926. Tomado de Poesía. Compilación, prólogo y notas de Emilio de Armas. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1983, p.86.