Para el culto periodista José López Goldarás
¡Quien no tiene algún amor
perdido en un cementerio!
Muertos que en las tardes grises
vais envueltos en silencio
a fundiros con la tierra
en sagrado pudridero,
fantástica procesión
de cien carruajes grotescos,
de empenachados caballos,
de sucios palafreneros
que con palabras obscenas
murmuran en los cortejos:
¡cómo despertáis el alma
que se durmió con el tiempo!
A la puerta de una venta
que el castellano ventero,
puso en el triste camino
del más triste cementerio,
gusto sentarme en las tardes
lluviosas del triste invierno,
y entre zafias narraciones
de algún picaresco cuento
y entre vasos en que el agua
se ha mezclado con lo añejo,
contemplamos las macabras
procesiones de los muertos.
¡De los muertos que recuerdan
a los vivos que murieron!
¿Quién no tiene algún amor
perdido en un cementerio?
Los padres, algún hermano,
algunos de los que fueron
amigos en nuestros lances
o amigos en nuestros juegos,
¿quién no guarda de una novia
algún fúnebre recuerdo?
¡Quien no tiene algún amor
perdido en un cementerio!
Siguen pasando carrozas
y siguen pasando féretros
y enlutadas comitivas
y sucios palafreneros,
y siguen las nubes grises
entristeciendo los cielos.
Quiero ahuyentar la tristeza
─Acércate, mesonero:
¡vaya un vaso de buen vino
por la gloria de los muertos!
Tomado de Ofrendas líricas. Camagüey, Imprenta Ramentol, 1940, pp.35-36.