Gran alegría me ha dado la publicación de este soneto dedicado al maestro Rosendo Romero, a quien conocí y con quien jugué al ajedrez en la Colonia Española, de Camagüey. Fue alrededor de 1964; yo tenía 16 años y estudiaba en el Instituto de Camagüey. Desde mis 14 años venía compitiendo en torneos locales de ajedrez en Florida (donde vivía entonces). Habiendo sabido que Romero solía acudir a la Colonia Española, me le presenté una mañana. Era un hombre muy cordial, y enseguida de invitó a jugar una partida. Convencido de que no podría ganarle a quien había sido campeón de Cuba y amigo de Capablanca cuando Capablanca era campeón del mundo, decidí jugar de manera arriesgada y perder peleando. Romero me cedió las blancas, y entramos en una Ruy López. Creo recordar que perdí en unas 23 jugadas, lo que era una derrota honrosa. Incliné mi rey y le tendí la mano. Sonriendo, el maestro aceptó mi rendición. "El ajedrez es un juego de caballeros", me dijo. "Esto debemos recordarlo siempre, y ser caballeros al ganar, y caballeros al perder. Me gustó mucho que hayas jugado sin miedo. Ven cada vez que quieras, y jugaremos... Y no dejes el ajedrez: ayuda a pensar, es un disfrute para la inteligencia, y también te puede abrir puertas en la vida". Por supuesto, lo que aquí cito lo escribo de memoria, y teniendo ahora más años de los que entonces tenía don Rosendo Romero, aquel noble camagüeyano a quien no he olvidado nunca. Gracias a El Camagüey por permirme recordarlo.
Comentarios
Elida Olga Díaz Fleites
7 mesesHermoso poema. Y en tablero de la vida, qué cuidado hay que tener para mover las piezas del camino!!
Emilio de Armas
7 mesesGran alegría me ha dado la publicación de este soneto dedicado al maestro Rosendo Romero, a quien conocí y con quien jugué al ajedrez en la Colonia Española, de Camagüey. Fue alrededor de 1964; yo tenía 16 años y estudiaba en el Instituto de Camagüey. Desde mis 14 años venía compitiendo en torneos locales de ajedrez en Florida (donde vivía entonces). Habiendo sabido que Romero solía acudir a la Colonia Española, me le presenté una mañana. Era un hombre muy cordial, y enseguida de invitó a jugar una partida. Convencido de que no podría ganarle a quien había sido campeón de Cuba y amigo de Capablanca cuando Capablanca era campeón del mundo, decidí jugar de manera arriesgada y perder peleando. Romero me cedió las blancas, y entramos en una Ruy López. Creo recordar que perdí en unas 23 jugadas, lo que era una derrota honrosa. Incliné mi rey y le tendí la mano. Sonriendo, el maestro aceptó mi rendición. "El ajedrez es un juego de caballeros", me dijo. "Esto debemos recordarlo siempre, y ser caballeros al ganar, y caballeros al perder. Me gustó mucho que hayas jugado sin miedo. Ven cada vez que quieras, y jugaremos... Y no dejes el ajedrez: ayuda a pensar, es un disfrute para la inteligencia, y también te puede abrir puertas en la vida". Por supuesto, lo que aquí cito lo escribo de memoria, y teniendo ahora más años de los que entonces tenía don Rosendo Romero, aquel noble camagüeyano a quien no he olvidado nunca. Gracias a El Camagüey por permirme recordarlo.
María Antonia Borroto
7 meses@Emilio de Armas: Nos alegra saber que hemos reavivado recuerdos tan entrañables. Muchas gracias por compartirlos con El Camagüey y sus lectores.