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Pisto manchego: periodismo y publicidad, todo mezclado

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Pisto manchego: periodismo y publicidad, todo mezclado

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La sección Pisto manchego, asumida en 1924 por Nicolás Guillén, es toda una rareza en el contexto cubano. A medio camino entre la publicidad y el periodismo o, mejor dicho, con un uso muy eficaz de los procedimientos de ambas actividades, tiene también mucho de costumbrismo, al tiempo que se sirve de recursos muy diversos (desde composiciones en verso hasta diálogos, pasando por entrevistas simuladas, y supuestas —o quién sabe si verídicas— cartas de lectores), recursos que confieren ritmo y gracia a los textos, sazonados con un sabrosísimo sentido del humor.

El primero redactado por Guillén vio la luz el 25 de marzo de 1924; su título: “Una comedia modernista”. Ocupó, como casi siempre durante el año y cinco meses que tuvo a su cargo la sección, unos pocos centímetros de la séptima plana del diario conservador El Camagüeyano. La sección debía anunciar varios establecimientos camagüeyanos: el Colmado La Palma, el hotel Habana, las gaseosas Pijuán, los automóviles Studebacker, los libros de Pancho Bueno, entre otros, incluidos los servicios del sastre Leoncio Barrios y de la Nueva Funeraria, propiedad de Varona y Cía.

Los Pistos, escritos con frecuencia casi diaria en este ínterin, fueron compilados por Manuel Villabella y editados por Letras Cubanas en 2013. Son tres gruesos volúmenes donde es posible leer lo mismo sobre los vaivenes de la política cubana que sobre las plagas de mosquitos, no sé cuáles más exasperantes. Hoy les propongo un análisis de los Pistos en el contexto de la publicación periódica para la que fueron concebidos. Vistos así los menudos textos adquieren otra dimensión, y nuevos sentidos pueden ser advertidos en ellos. Mas vayamos por partes: comencemos por El Camagüeyano.

El periódico fue fundado en 1902 por Walfredo Rodríguez Blanca, Orlando Freire, Eduardo Vega Rodríguez y Manuel Bielse con el nombre de El Liberal. En 1906 sus nuevos dueños que pertenecían al Partido Conservador decidieron sustituir el nombre por El Camagüeyano. El periódico alcanzó casi desde sus comienzos la preeminencia informativa de la provincia. Su experimentado cuerpo de periodistas, la variedad de sus contenidos, y un impecable diseño e impresión, convirtieron al “Gran Diario”, como se autodenominaba, en una de las primeras y mayores empresas periodísticas del llamado interior del país. La publicación de libros y otros impresos formaban parte también de los negocios de la Compañía Comercial El Camagüeyano S.A. Miembro de The Associated Press, introdujo en la ciudad, los medios materiales más modernos para hacer un periódico. Contaba además con el servicio de la United Press, privilegio informativo en relación con los demás periódicos de la ciudad. Se mantuvo en circulación hasta finales de marzo de 1959, cuando fue intervenido por el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados.

A la altura de 1924 y 1925 tenía las dimensiones clásicas de la llamada sábana: largo: 55 cm x 42 de ancho, superficie impresa 52,5 x 40 cm; su cabecilla medía 3,5 x 40 cm, el machón, a su vez, 11 x 3,4 cm, impreso a siete columnas de 5,7 cm cada una.

Segunda plana de El Camagüeyano

La primera plana era informativa, con grandes titulares. Se utilizaba un procedimiento muy habitual en la época, incluso en las revistas: en primera se publicaban apenas unos párrafos del texto, el que era continuado en las páginas interiores; así quien tomara en sus manos un ejemplar podía tener una idea bastante abarcadora, facilitada también por los titulares y sumarios, del contenido informativo de cada edición. En la nómina de El Camagüeyano figuraban Emilio Lorenzo Luaces, Rogelio Rodríguez Blanca, Alfredo Correoso, Alberto Morell, entre otros. Poseía corresponsales en varias demarcaciones de la provincia —como Nuevitas, Guáimaro y Morón— y publicaba frecuentemente colaboraciones de Tancredo Pinochet, Angelo Patri, Sergio Carbó, Luis Felipe Rodríguez, entre otros. Pude ver incluso un texto de Rabindranath Tagore del que se aseguraba su primicia en español. Flora María Mousset estaba a cargo de la Página de la Asociación Femenina de Camagüey, con frecuencia quincenal.

A este periódico llegó en 1924 Nicolás Guillén, tras ser cesanteado en la alcaldía. El periódico, curiosamente, publicó un texto del propio Guillén dando detalles del hecho. Una «de parada» es su título y apareció el 19 de marzo en las páginas primera y octava del rotativo. Citaré apenas unos fragmentos pues puede ser leída en su totalidad en este sitio web: 

No entra en mis cálculos, ciertamente, llorar la cesantía, ni mendigar el puesto, ni enternecer con dulces palabras el por lo visto duro corazón municipal. Soy demasiado orgulloso para hacer eso.
(...)
El ilustre señor Alcalde ha tenido a bien declarar extinguidos mis servicios, por una razón sencillísima: PORQUE YO NO HE HECHO POLÍTICA MACHADISTA, y, además, porque yo he tenido el poco tacto, seguramente, de no alabar la sabiduría del ilustre señor Alcalde, la prudencia del ilustre señor Alcalde, la habilidad del ilustre señor Alcalde y hasta los espejuelos doctorales y los hermosos trajes de dril blanco con que se viste el ilustre señor Alcalde.
Ahora comprendo mi error. Me hubiera adherido yo a la anatomía municipal, trepando por sus hombros democráticos hasta llegar a sus orejas atentas, soplando en ellas chismes y elogios, y a estas horas sería yo el empleado más seguro en su puesto de todo el Ayuntamiento. Pero para hacer esto hay que tener ciertas excepcionales condiciones de las que yo, por desgracia o por fortuna, carezco absolutamente. Una columna vertebral que no se dobla en serviles genuflexiones, es, como yo tengo oportunidad de saber ahora, cosa asaz incómoda para abrirse paso con determinados personajes. Sin embargo, yo declaro que estoy satisfecho de mi espinazo.
Nunca creí, francamente, que la circunstancia de que el ilustre señor Alcalde fuera machadista, católico o determinista, me obligara a mí, empleado municipal, pero hombre absolutamente libre en mis determinaciones, a ser lo que el ilustre Alcalde fuese, a pensar como pensara el divertido Pacheco camagüeyano.


I
I. Los Pistos…

Primer Pisto manchego a cargo de M. Santoveña

No fue Guillén el creador de los Pistos, aunque sí su redactor más constante. En enero de 1924 apareció por primera vez la sección, con precisiones sobre sus características y las tarifas. Lo explica M. Santoveña quien estuvo a cargo hasta mediados de marzo. En el primer Pisto, que aparece con el subtítulo “Anónimo”, explica que de la sección él sería apenas “un director técnico”.

Y explica:

Pues bien, en esta sección, que representa un conglomerado de asuntos semejantes al surtido del Colmado La Palma, unos días escribiré asuntos serios y otros jocosos con el fin de que sea leída esta sección por lectores de todos los gustos; esto de variar es una buena idea que me sugirió La Casa del Pueblo, por la variedad de sus camisas. No importa que las crónicas vengan desconectadas, lo interesante es que gusten, como gustan las lámparas que recibió E. F. de Mendía por la variedad de estilo.

A lo que sigue, varios párrafos después: 

(…) aquellos comerciantes a quienes agrada la forma pueden solicitar ser anunciados en esta sección; pero solamente uno de cada giro; excepción de los que radiquen fuera de Camagüey, que tienen oportunidad de escoger el ramo que les agrade, siempre, en cada pueblo, uno de cada ramo.
El precio es de $10.00 mensuales por cada renglón o ramo que se anuncie; la crónica es diaria y ésta representa una mención mensual de 210.000 veces al mes —que se alude su negocio.(…)Faltan, entre otros, estos renglones de comercio, a los que se brinda esta sección: un dentista, una ferretería, una mueblería, una marca de cerveza, y otra de cigarros y tabacos: aproveche usted si le interesa.Por otros ramos que no se me ocurren, diríjase para datos a esta redacción, como los lectores escrupulosos se dirigen a los expendios de periódicos cuando sale El CAMAGÜEYANO.

El estilo en esos primeros diez o doce pistos es muy diferente del que luego le imprimiría Guillén. Tienen en común la inserción en un texto de las menciones publicitarias, aunque sin la organicidad y calidad en la escritura que lograría posteriormente —ya en manos de Guillén—; apenas basta como botón de muestra los primeros párrafos:

Santoveña:

Las acciones habituales son las que favorecen a la salud o a las enfermedades.
Arreglad vuestro trabajo diario de tal manera que todo lo que hagáis os sirva de recreo. Conviene madrugar cuando el trabajo nos permite acostarnos temprano; y en este caso nada como un buen libro de la Casa Pancho Bueno para predisponer el ánimo a pasar felizmente el día. Si tenéis un hogar, haced de él un paraíso adornado con las modernas producciones que labora la fundición de cemento El Arte de Manuel Zabalo; y si no lo tenéis, procurad vivir en hoteles higiénicos como el Hotel Habana, que es un alarde de limpieza. 
(Gozando la vida)

Guillén:

La República atraviesa verdaderos momentos de crisis. Vivimos en pleno escándalo en el que todos los tonos, desde el grave hasta el agudo chillón, ponen su nota pintoresca.
De un lado gritan los Veteranos y Patriotas, desde sus trincheras en Cuba y desde sus barricadas en los Estados Unidos. Por otra parte, chillan los obreros, que no perdonan oportunidad de pedir aumento de sueldo, delegados, constitución de gremios y mejoras de carácter social. Los tranviarios, “los ferrocarrileros” (llamados también “ferrocarrilarios”), los panaderos, los recogedores de basuras, los empleados públicos, los maestros, los comerciantes, todos los que en este delicioso país contribuyen en alguna forma a su personalidad, gritan, lloran, piden, se revuelcan, se fajan, se insultan y hasta se matan, armando con todo esto una pelotera tan fenomenal, que apenas puede oírse algo que no sea amenazante, escalofriante y despanzurrante...
(Tópicos nacionales)


III. Publicidad y periodismo: todo mezclado

La publicidad en El Camagüeyano aparece a partir de la página 2, con abundantes imágenes y también con textos no tan breves como cabría suponer, o como ha sido el estilo dominante andando los años. Al contrario, los textos publicitarios contienen mucha información. Unos ejemplos bastan para corroborarlo:

Esto, amén de curioso, nos sitúa frente al hecho de que el propio nacimiento de los Pistos…, a caballo entre la publicidad y la crónica, forma parte, tal vez, del estilo mismo de la publicación.

El primer pisto de Guillén: Una comedia modernista

Los Pistos de Guillén permiten sentir el día a día y, como es de suponer, dialogan con otras páginas del periódico. Varios textos pueden aludir a un mismo hecho de actualidad: las informaciones en primera plana muestran lo que un periodista español llamaría la fiera jadeante de la actualidad. En la segunda plana, Emilio L. Luaces tendría su columna, llamada “Editoriales”, para reflexionar sobre hechos y circunstancias del presente de entonces. Aclaro que el nombre no se ajusta a las características del espacio, pues en ningún momento expresan la posición del medio respecto a sucesos considerados de importancia suma ni carecen de una firma, antes bien, aunque el tono es un tanto impersonal —más cercano incluso al estilo informativo que al llamado de solicitación de opinión— debe haber sido apreciado por los lectores como lo que, efectivamente, era: una columna de opinión.

En la página 3 estaba Rogelio Rodríguez Blanca, con una sección que sí tenía muy bien puesto el nombre: “Comentando”. La página 8 se reservaba al mundo deportivo, en el resto se alternan textos informativos, incluidos los breves centímetros dedicados al “Mundo social”, a los “Cultos católicos” y la sección “Masónicas”.

Con los Pistos… reunidos en el libro sucede lo usual con todas las compilaciones de textos periodísticos: puestos en relación los unos con los otros permiten apreciar su continuidad temporal y estilística, e, incluso, seguir las sinuosidades del pensamiento autoral, lo que ya es bastante (amén, por supuesto, del rescate que constituye toda compilación de textos cuya naturaleza es, en principio, perecedera). Sin embargo, se nos pierden otros sentidos, otras resonancias…

Al tener el periódico delante uno puede apreciar la relación de lo tratado por Guillén con la agenda informativa del rotativo, mejor dicho: que los tópicos tratados forman parte, muchas veces, de la propia agenda. Guillén era miembro del equipo de El Camagüeyano (no un colaborador desde la distancia, pues hacía vida en la redacción y en los talleres), y todo parece indicar que a su trabajo habitual (como corrector de pruebas, según le confesó a Villabella, y yo creo que también como redactor de mesa) se añadía esta tarea, con la que, al parecer, aumentaba sus ingresos. Es una sección, no lo olvidemos, patrocinada por algunos de los negocios más prósperos de la ciudad. El sentido dialógico respecto a otros espacios del periódico es tal que Guillén se permite, por ejemplo, parodiar el estilo de Correoso, el cronista social —lo llega a hacer en El diario que a diario, en Notas sociales el texto que atribuye a Fadrique Fontanalls, y que fue publicado en 1959 en el periódico Hoy—, y hasta usar como protagonista al personaje de las caricaturas que aparecían en el margen inferior de la página 3, don Pánfilo, creación del caricaturista noruego Oscar Jacobsson

Les propongo detenernos en este punto. El 26 de enero de 1924, el periódico anuncia que su agente ha cerrado contrato con la Bell Syndicate Inc., de New York, “la casa periodística más importante del mundo en la fabricación de caricaturas, para que suministre a El Camagüeyano diariamente, excepción de los domingos, strips o tiras en que se pintan las famosas aventuras de Adamson”. La nota también aclara que el Diario de la Marina pagó los derechos exclusivos para su publicación en La Habana, y que ellos, los de El Camagüeyano, acababan “de obtener esa exclusiva para la provincia de Camagüey”. El Diario de la Marina ya había bautizado el personaje con el criollo nombre de Don Pánfilo, el que sería conservado pues ya era conocido por muchos. De Oscar Jacobson aseguran que “es una notabilidad, más que eso: un genio, teniendo sus caricaturas la característica de que en ella la mímica es todo y no se necesitan los letreros «explicadores»”.

Son dos los Pistos que Guillén dedica a Don Pánfilo. Confieso mi estupor, mientras no había visto el periódico, cuando leía esas páginas. Podía imaginar un personaje genérico, y sí que lo es, lo que Guillén se sirve de un recurso muy ingenioso: elabora su personaje a partir de las características que ya han sido apreciadas. Y así nos lo presenta:

Y es que don Pánfilo constituye algo nuestro, algo que, desde el grave “paterfamilia”, hundido en las hondas meditaciones que produce la conciencia de la responsabilidad, hasta el niño inocente que pasa las horas entretenido con los juguetes que en la acreditada casa del Sr. Robaina le compran sus padres cariñosos; desde el rico feliz, a quien la suerte protegió benévola al extremo de proporcionarle el medio de pasear por la ciudad magníficamente instalado en una máquina Studebaker, hasta el desheredado de la fortuna, cuyo mayor placer se limita a deleitarse tomando la agradable gaseosa de Pijuán o fumando los cigarrillos de Calixto López, todos aman, como a una cosa suya, ligada a nuestra vida ciudadana por extraordinarios vínculos sentimentales.

En la edición siguiente aparece la anunciada entrevista a Don Pánfilo, “el viejo entusiasta y combativo”, quien cuenta pasajes de su vida:

Sí, señor, nací en Camagüey. La fecha no puedo decírsela ahora mismo, porque, aunque parezca esto imposible, no la recuerdo. Debo de tener próximamente sesenta y nueve años. Nací en la calle de Cisneros, frente adonde está ahora el Ayuntamiento y en la casa que ocupa el Hotel Habana, que, si ahora es un edificio lleno de enormes comodidades, en los años en que yo vine al mundo solo era una choza más entre las muchas de que se componía el Camagüey.
No, señor, no tengo título académico alguno. Estudié las primeras letras con don Chicho Barriguilla, veterinario de Pinar del Río establecido en Camagüey, y cursé dos años de enseñanza superior en el instituto de Cascorro. La guerra contra España, sin embargo, determinó la paralización de mi cultivo mental y me trasladé entonces, todavía un “muchachón”, a los Estados Unidos, desde donde traté de servir eficientemente la causa de mis hermanos y donde, de paso, si no completé de una manera eficaz mis estudios, aprendí el inglés, teneduría de libros, matemáticas, filosofía, botánica, agricultura, medicina, leyes, periodismo, baseball, foot ball, tenis, ajedrez, cocina, natación, astronomía, veterinaria y otras minucias por el estilo... 
A Camagüey volví después del desastre de la Marina Española en Santiago, y desde entonces me he dedicado a laborar por el pueblo que me vio nacer, con las escasas fuerzas de que dispongo.

Las preguntas aparecen omitidas, a una que se supone referida a si es casado o no, responde así:

Tampoco soy casado. Solo una vez pude haberme unido a una mujer por “los indisolubles lazos matrimoniales” como dicen los cronistas de sociedad y no lo hice. Entonces fue cuando yo sufrí la más grande decepción que jamás experimentaré en mi vida. Mi novia, una mujer más linda que la más preciosa muñeca que tener pueda en su extensa juguetería el Sr. Robaina, me abandonó porque, según ella me dijo, yo no era su tipo. Y aún es para mí un verdadero problema determinar qué de malo encontró en mi prestancia aquella divina mujer, porque si bien es verdad que soy demasiado bajo y mi nariz tiene marcadas tendencias albondiguicias, mi boca, aunque carece de dientes, no espanta y mi bigote es marcial... Con absoluta franqueza le digo a usted, señor periodista, que si en aquella oportunidad hubiera habido en Camagüey una funeraria como la que hoy tienen los señores Varona, Gómez y Cía., que hubiera ofrecido a mi cadáver las suficientes garantías, yo me hubiera suicidado. No lo hice, como usted habrá podido observar, y aquí me tiene usted, soltero y sin hijos y, lo que es más triste aún, sin mujer.

Don Pánfilo había hecho política en otros tiempos:

Fue en la época en que los hombres eran menos corrompidos que estos hombres de ahora, empeñados, salvo excepciones rarísimas, en enriquecerse, en negociar con sus cargos,


III. El Gran Diario en acción

Referir a los sucesos reseñados por el periódico de los que son eco los Pistos haría muy largas estas páginas, amén de que este texto, tal como dije al principio, muestra apenas resultados preliminares de una investigación en curso. Prefiero ir, paulatinamente, publicando en El Camagüey las crónicas de Guillén acompañadas de información complementaria, lo que permitiría contextualizar mejor sus simpáticas ocurrencias al tiempo que podríamos valorar las especificidades del tratamiento de Guillén a determinados asuntos. Aun así, no puedo resistirme a la tentación de dejarles algunas imágenes del rotativo, en particular de lo relacionado con la condena y posterior indulto de Valentín Martínez, con los vaivenes de la política machadista, la muerte del periodista Armando André...


IV. ¿Por qué desapareció Pisto Manchego?

Puedo, de momento, esbozar cuatro hipótesis:

  • 1. ¿Agotamiento? Sostener el ritmo y el tono durante más de un año debe haber sido una tarea ardua. Nótese también que la extensión de los Pistos… va disminuyendo paulatinamente, y que también disminuye el número de anunciantes: más de diez en las primeras ediciones, apenas dos o tres en las últimas. ¿Seguiría siendo rentable la sección en términos económicos, incluso para el propio Guillén? Esto me lleva a la segunda hipótesis:
  • 2. ¿Cómo fue asumida por los propios anunciantes? Al parecer, al menos en sus inicios, la vieron con muy buenos ojos. Andando el tiempo, ¿les seguiría gustando esa suerte de publicidad tangencial, subordinada a las demandas literarias del texto en cuestión? ¿Se sentirían a gusto con el tono irónico e hiperbólico, medio burlón —o burlón y medio— de Guillén? ¿Esa sonrisa picarona y sarcástica la sentirían adecuada para la seriedad del mundo mercantil? ¿Notarían realmente un incremento en sus ventas tras las menciones publicitarias? El monto a pagar era alto: diez pesos. Hasta este minuto no he podido averiguar si hubo algún cambio en las tarifas o si el orden de las menciones en el texto implicaba diferencias en el costo. Hasta donde he podido precisar no hay un patrón ni un único orden en las menciones, cada establecimiento es nombrado según las necesidades narrativas del texto o viceversa, que una sección como Pisto Manchego está llena de “vicerversas”, lo que nos sitúa, de lleno, en la tercera posibilidad: 
  • 3. Cuestiones éticas: ¿periodismo o publicidad? La indefinición, saludable y retadora en los inicios, debió ser también una camisa de fuerza y condicionar reservas, tanto de los comerciantes como de los periodistas. ¿Estarían los anunciantes de acuerdo con las interpretaciones de los sucesos de actualidad del díscolo Nicolás Guillén? ¿Y los periodistas? Aun cuando no se hubiera esbozado cabalmente, había un código deontológico: publicidad es una cosa, periodismo, otra. 
  • 4. La creciente gravedad de los acontecimientos. La muerte de Armando André, la solidaridad expresada enfáticamente con la prensa censurada, el creciente peligro... (Poco antes del último Pisto... hay un suelto, sin firma, con su  mismo estilo, donde se dice que Machado ha prometido penas de hasta tres años a los que hablen mal de su gestión. No he podido corroborar la veracidad de esa afirmación, dicha con el usual tono burlón de los Pistos).

Guillén siguió trabajando en el periódico, según le confesó a Villabella, hasta 1926. ¿Cuánto de él hay en la concepción general del rotativo? ¿Existen en sus páginas otros textos de su autoría? Sólo he podido revisar parte de 1924 y todo 1925, pues quise saber si el Pisto… habría tenido continuación, y puedo asegurar que sí, que hay textos salidos de su pluma de los que no teníamos noticias. Hay uno, por ejemplo, de 1924, dedicado a José Martí con su firma, y hay por doquier textos que se parecen mucho a sus Pistos. Habría que hacer un pormenorizado rastreo desde 1923 hasta 1926, pues él mismo incluye en sus Páginas vueltas una composición en versos incluida en El Camagüeyano en 1923.

Otro asunto fascinante sería rastrear la presencia allí de sus poemas. ¿Poemas desconocidos aún hoy? ¿Versiones de textos luego incluidos en sus libros? Como también podríamos rastrear sus huellas en otros poemas publicados, en las selecciones de los poemas que se publicarían los domingos, por ejemplo. (Sobre su crítica a cierta poesía, ejemplo, en la Página de la Asociación Femenina.)

Y no menos atractivo sería un análisis estilístico de los Pistos y de otros textos de su autoría que podrían existir en El Camagüeyano en su relación con sus textos poéticos. Sabido es que Guillén apenas le dio importancia a a esta zona de su periodismo, como lo corroboran los mensajes cruzados con Villabella durante la peparación de sus memorias, mensajes que Villabella incluye o menciona en el prólogo a su compilación. ¿Serían acaso para él, tal como lo fuera la crónica para los modernistas (según conocida afirmación de Darío), un laboratorio del estilo?

Creo que son preguntas muy válidas, a las que, estoy segura, podrían sumarse otras. El inconveniente mayor para responderlas de manera satisfactoria es de índole tecnológica: las ediciones de El Camagüeyano correspondientes a esos años, conservadas en la Biblioteca Provincial Julio Antonio Mella de Camagüey, se deshacen entre las manos, y no se avizora la posibilidad de su digitalización.

De algo sí estoy segura: decir que El Camagüeyano es un tesoro para el conocimiento no ya de la región homónima sino del país e, incluso, de las peculiares formas de interpretar los acontecimientos mundiales, es casi como llover sobre mojado; decir, sin embargo, que la exhaustiva revisión de sus páginas ayudaría a comprender mejor la naturaleza del periodismo de Nicolás Guillén, la génesis de su comprensión del oficio y, tal vez, la génesis de su propio estilo poético, es algo que, les confieso, sólo pude advertir al tener frente a mí el “Gran Diario”, periódico provincial en lucha tenaz con el provincianismo, lucha de la que, debo decir, salió airoso. El Camagüeyano de esos años obliga a replantear muchas de nuestras premisas respecto a la prensa del mal llamado interior del país y respecto a las rutinas profesionales, y a la estrategia y articulación de los géneros periodísticos. Obliga, incluso, a reconsiderar las etiquetas que suelen usarse en ciertos estudios: la de prensa burguesa, por poner un caso, una de las más endebles. La manera tan despectiva en que investigaciones de la hora actual valoran su vinculación a intereses mercantiles y el hecho de que era, y nunca lo negó, una empresa, son actitudes que un investigador serio debe, al menos, evitar. Solo entonces se nos revelarán otras dimensiones del febril hacer de esos colegas, Guillén entre ellos.


Conferencia dictada en el XIV Coloquio y Festival Internacional Nicolás Guillén, Fundación Nicolás Guillén, La Habana, mayo de 2024.

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