¡Qué triste la Nochebuena
del poeta desterrado!
Nada puede, amante y buena,
preparando alegre cena,
su ídolo tan amado.
Nada, el hogar venturoso,
ni la niña encantadora
de rubio cabello undoso
a quien mima cariñoso
cuando ríe y cuando llora
y a quien tanto y tanto adora.
Ríe con gesto fingido
por no revelar su pena;
piensa en el país perdido,
rememora lo vivido
y exclama: “¡Qué Nochebuena!”
Los ojos cierra un momento
Y al conjuro de algún hada
como en un mágico cuento,
va el alma en alas del viento
a su país transportada.
Ve las hermanas queridas
que aguardan al peregrino;
las ve de dolor transidas
que esperan descoloridas
a lo largo del camino.
Ve que la madre no existe,
ve al padre solo, cansado…
y el llanto al fin no resiste.
¡Qué Nochebuena tan triste
la que pasa el desterrado!
Tomado de Ofrendas líricas. Camagüey, Imprenta Ramentol, 1940, pp.65-66.