A Andrés Segovia
He respirado a Granada:
en luz —toda voz de olores—:
tierra fragante de adentro
de lejos, hondo, florece.
Carne viva de alma. Toda
pecho desnudo. Guitarra
sepulta: cantar eterno
de tu cordaje de agua.
¡Qué nudo anuda mi carne!
Raíz de aire que me enlaza
a música de temblores
en parpadeos de alma.
Óleo de torva hermosura
Granada —en la noche grande—:
seña perdida en la angustia
—ya sin fatiga—de antes.
Múltiple de amaneceres
¡qué bella entonces!
—Ahora
tan cerca ya de lo mío
¡claveles de resonancia!
Una primera versión de este poema apareció en la revista Social en enero de 1926. Incluido en Poemas en menguante (1928). Tomado de Poesía. Compilación, prólogo y notas de Emilio de Armas. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 1983, p.103.