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Cosas de Camagüey (Pisto Manchego, 3 de abril de 1924)

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Cosas de Camagüey (Pisto Manchego, 3 de abril de 1924)

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Para los que amamos sinceramente las cosas del Camagüey antiguo hasta el extremo de emocionarnos con una pared o con alguna iglesia que rememoren tiempos que no han de volver a este histórico solar, vestido de limpio ya, por obra y gracia de la civilización, que todo lo destruye y todo lo acaba, han de tener fresco y profundo encanto los giros, expresiones y modismos del camagüeyano chapado a la antigua que habla de “vo” y dice “tenei” (no “vos” ni “tenéis”) porque el pueblo —y a él me refiero— es demasiado cómodo en sus cosas para soportar esas “eses” que son trabajosas de pronunciar.

Ayer mismo, no recuerdo si fue en la Plaza de la Caridad o en la del Cristo, gocé tanto como si me hubiera estado fumando una crema de Pardo o un cigarrillo de Calixto López, oyendo hablar a dos camagüeyanos al modo del “tiempo viejo”. Como recuerdo perfectamente la conversación, voy a trasladarla a estas columnas, para que los que se sientan tan misoneístas como yo, gocen como yo gocé. Lo único que no pude averiguar fue el nombre de los ciudadanos a que me refiero; pero como ello no es absolutamente necesario, voy a sustituirlos por otros cualesquiera: Higinio y Candelario, por ejemplo.

Ahí va:

HIGINIO:

—Oíme, Candelario, vení acá. ¡Qué mal habéi quedao conmigo! Los hombre pa ser hombre, necesitan tener palabra y vo recordareí que quedate conmigo de llevarme a ver las camas de Casildo López, que me dijite que eran tan buena como la lira que le compré a Eleodora en la Casa Debs; y etas son las tantas hora en que’o etoy eperando todavía. O vi anoche en El Baturro y tuve gana de habeo llamao la atención, pero me parecite tan entretenío ante una copa de vino, que no quise que’o fuerai vo a figurar que quería que me convidarai... ¿Cuándo vamo a ver eso?

CANDELARIO:

—No me digái na; mirá que etoy con gran pena con vo; así le etaba yo diciendo eta tardecita a mi mujer: ¡Qué dirá Higinio, que no le vuelto a ver má!

Pero mirá: o voy a contar, pa que no’o figuréi que soy un cualquiera. El mimo día que yo’o vi cayó Candelarito enfermo. Me he pasao la noche en claro dando viaje a la farmacia de Comas por las medicina, hata que ya al fin quiso Dios que por la mañanitica amaneciera mejorcito. Ahora mimo etuvo el médico en casa y le ha dejao tomar una gaseosita de Pijuán y comer un pedacito de galleta de la Espiga de Oro. El muy condenao con la enfermedad se ha puesto de lo más malcriao. ¿Sabéi lo que quiere ahora? ¡Pue na meno que un automovilito de la Casa Robaina!

CANDELARIO: 

—Milagro no’o pidió un Studebaker, porque esto vejigo también saben lo que’e bueno...

HIGINIO: 

—Ahora voy allá, pero quiero llegarme ante a La Boston a ver un par de zapato que quiero comprarme y a dejarle esto cinco peso a Pancho Bueno por los libro del bachillerato que le compré pa una sobrinita mía.

Ante quiero decío, ademá, que no ha sío solo lo del muchacho lo que ha hecho que yo no’o haya podio ver para lo que habíamo convenio. ¿Vo’o acordaí de Diego, el hijo de Ciriaca, que yo crié y que se había ío a La Habana dede que tenía dicisei ano? ¡Pue vino ayer, muchacho, vino ayer! ¡Etá má grande! ¡Figurao cómo me pondría yo cuando vi a Dieguito! Iba la mañana me la pasé con él en la calle. Lo llevé a ver a Barrio, el sastre de moda, para que se hiciera un par de trajes blanco con él, le enseñé El Colmado La Palma, que había oído mentar y hata le compré unas conservita, y por último lo convidé a tomar un roncito de Vallvey en la bodeguita de Teodoro, el viejito de la esquina de casa... Ahora mimito lo he dejao en el hotel Habana, donde se ha desmontao, mientras tanto le hacemos un lugarcito en casa. El pobre, el último encarguito que me dio, fue el de que a la tardecita lo llevara a ver al Dr. Ramos. Parece que le ha traío algún recao.

Conque ya vei, Candelario, que hay vece en la vida en que uno queda mal en contra de su volunta. Creo que ahora comprenderéi lo que ha sio y no me diréí má que soy un hombre de poca palabra. Yo, aunque feo me esté el decirlo, soy un hombre pobre, pero con mucha vergüenza...

HIGINIO:

—No hay novedá, Candelario: a mí me ha pasao eso muchas vece también. Lo único que si’o encargo e que llevéi a Diego a ver los trabajo en cemento que hace M. Zabalo y que si’o queda tiempo le habléi de la funeraria de Varona, Gómez y Compañía. .. No por ná, sino porque siempre e bueno verlo tó.

—Etá bien, Higinio; hata otra vista.

—Hata luego, Candelario, y que se ponga bueno de una ve el muchacho.

Interino
Jueves 3


Publicado en El Camagüeyano, 3 de abril de 1924. 
Tomado de Nicolás Guillén: Pisto manchego. Compilación y prólogo de Manuel Villabella. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2013, t.I, pp.102-104. 
Nota de El Camagüey: Entre 1924 y 1925 Nicolás Guillén asumió la redacción de la sección Pisto Manchego, en el periódico El Camagüeyano, una sección que combinaba la crónica periodística y la publicidad comercial. Debía anunciar los servicios de una funeraria, de un sastre y de El Baturro, las gaseosas Pijuán y el Colmado La Palma, la Casa Mendía, los muebles de Casildo López, los cigarros de Calixto López... La sección era diaria y muy ocurrente. Había sido creada por un periodista español, de apellido Santovenia, y su nombre, el de un plato español, es una metáfora precisamente de la mezcla consustancial a su espíritu, a medio camino entre el periodismo y la publicidad.

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