Era una modistilla de carne perfumada
con agua de colonia y jabón de Castilla
a quien amé con una pasión vaga y sencilla
que nació de unos versos de amor y una mirada.
Recuerdo que al decirla por primer vez: amada,
se coloreó un instante su pálida mejilla
y apoyando la mano nerviosa en una silla
se miró los zapatos y no me dijo nada.