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No creo yo que haya camagüeyano... (Pisto Manchego, 26 de diciembre de 1924)

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No creo yo que haya camagüeyano... (Pisto Manchego, 26 de diciembre de 1924)

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No creo yo que haya camagüeyano capaz de sentirse descontento del resultado de las fiestas de Nochebuena y Pascuas.

No ha quedado un lechón con vida en diez leguas a la redonda y los guanajos pueden decir exactamente lo mismo que los lechones.

Para los que sostienen la pobreza del pueblo cubano, esta inusitada alegría que ha caracterizado a las tradicionales cumbanchas habrá tenido la virtud de convencerlos de lo contrario, ya que se ha gastado muchísimo dinero, se ha rumbeado de lo lindo, se ha comido, se ha bebido y no se ha parado hasta hoy, según me dicen y yo lo creo.

Indiscutiblemente que, como lo afirmaba yo ayer a un amigo mío, éstos son los momentos en que las camas que vende el señor Casildo López en su colosal ferretería tienen toda su importancia. ¡Las “jumas” que deben haberse dormido en ellas!, y menos mal que una borrachera pasada en uno de esos artefactos es de lo más agradable que pueda darse. Pónganse ustedes a pensar en esos infelices que, por despreocupación o por indolencia, no han tratado de adquirir uno de los tales muebles y los cuales habrán tenido que pasárselas en catres detestables o en el duro suelo, como muchos que yo he visto.

Si la Nochebuena ha sido el día de los lechones y de los guanajos, justo es decir que el próximo día de Año Nuevo será el de los trajes. Nadie ha de querer que el nuevo año lo encuentre con la misma percha que ha estado usando en el pasado y al efecto tratará de adquirir su majagüita. Ésta es una observación que, en realidad, no es mía, sino de mi excelente amigo el Sr. Leoncio Barrios, el gran sastre de la provincia, admirador ferviente de la Nueva Funeraria de mis amigos los señores Varona, Gómez y Cía., la mejor de Camagüey, y el cual en estos días tiene un pedido extraordinario de trajes “para esperar el Año Nuevo”.

Sin embargo es preciso reconocer que en esto influye, no tanto la circunstancia de que va a empezar el 1925, como la de que Barrios es prenda de buen gusto y vestirse con él es tanto como tener asegurada por trescientos sesenta y cinco días la admiración de todas las mujeres de Camagüey, lo cual es bastante.


Y ahora, una observación de carácter puramente personal, que acaso no le interese a mis divertidísimos lectores, pero que no puedo tragarme: el único ciudadano que no se ha divertido soy yo, este humilde servidor de ustedes que ha visto pasar la Nochebuena y las Pascuas como cualquier otro día del año y que seguramente verá llegar el nuevo año como si tal cosa.

Sereno y tranquilo me he pasado yo estos días, mientras en mi derredor bullía el entusiasmo de las masas, que más que por las tradicionales fiestas parecía producido por la adquisición de todo un cargamento de lámparas como las que vende en Maceo número 12, mi distinguido amigo el Sr. E. F. de Mendía, experto electricista a quien admiro sinceramente.

Por lo visto, no he nacido yo para divertirme y esto, que entristece a muchos que se encuentran en idénticas circunstancias que yo, no me preocupa grandemente. Mío será el Reino de los Cielos, ya que sabido es que éste pertenece a los bienaventurados que sufren. Allá en el otro mundo, pues, correré todas las Nochebuenas que puedan correrse y todos los Años Nuevos y todas las Pascuas. Mientras tanto mi único placer será escribir este Pisto Manchego, no faltar un día a mi trabajo y dar a conocer, cada vez que la oportunidad para ello se me presente, todas las excelencias que en su giro encierra un establecimiento como La Gran Señora, situado en la Plaza de las Mercedes y famoso en toda la Isla por el plausible propósito que anima a sus dueños y que no es otro que vender las telas más anchas a los precios más estrechos.

Hoy mismo pienso ver a Joaquín Boves, el simpático dueño de esta casa, para que me diga “la última letra” en estos de las mercancías recibidas. Ya tendré al corriente a mis lectores.

Conque… hasta luego.

Interino
Viernes 26.



Publicado el 26 de diciembre de 1924. 
Tomado de Nicolás Guillén: Pisto manchego. Compilación y prólogo de Manuel Villabella. La Habana, Ed. Letras Cubanas, 2013, t.II, pp.361-363. (Ésta, como otras tantas, apareció en el periódico sin título propio, eso explica las cursivas en el título con que la publicamos y con que aparece en el citado volumen compilado por Manuel Villabella).
Nota de El Camagüey: Entre 1924 y 1925 Nicolás Guillén asumió la redacción de la sección Pisto Manchego, en el periódico El Camagüeyano, una sección que combinaba la crónica periodística y la publicidad comercial. Debía anunciar los servicios de una funeraria, de un sastre y de El Baturro, las gaseosas Pijuán y el Colmado La Palma, la Casa Mendía, los muebles de Casildo López, los cigarros de Calixto López... La sección era diaria y muy ocurrente. Había sido creada por un periodista español, de apellido Santovenia, y su nombre, el de un plato español, es una metáfora precisamente de la mezcla consustancial a su espíritu, a medio camino entre el periodismo y la publicidad.

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