¡Feliz quien junto a ti por fin suspira!
¡Quien oye el eco de tu voz sonora!
¡Quien el halago de tu risa adora,
Y el blando aroma de tu aliento aspira!
Ventura tanta —que envidioso admira
El querubín que en el empíreo mora—
El alma turba, al corazón devora,
Y el torpe acento, al expresarla, expira.