Más de ciento veinte años después del entierro de Benjamín J. Guerra en el cementerio Green-Wood, de Brooklyn, su tumba ha sido identificada con una lápida, en la que aparecen el nombre, las fechas de nacimiento y muerte, 1856-1900, y una frase sencilla que sintetiza su labor patriótica más conocida: “Treasurer Cuban Revolutionary Party”, pues fue elegido para el cargo de Tesorero del Partido Revolucionario Cubano desde su fundación, en abril de 1892, hasta la disolución en diciembre de 1898. Aun cuando ya no existía la organización, muchos de sus compatriotas continuaron dirigiéndose a él con tan honroso título.
Son muchas las interrogaciones en torno al aparente olvido de la tumba del patriota camagüeyano, y confiamos en la posibilidad de obtener respuestas que contribuyan a conocer con mayor profundidad la vida de quien, a pesar de su niñez —había nacido el 12 de agosto de 1856— prestó servicios auxiliares a las fuerzas insurrectas en los primeros meses de la Guerra de los Diez Años, hasta que su salud le impuso el retorno al seno familiar. Huérfano de padre desde temprana edad, se vio precisado a realizar labores que contribuyeran al sustento de su madre y abuelos.
Por los escasos documentos de ese período, sabemos que hacia 1882 se trasladó a Nueva Orleans y, poco después a Nueva York, donde fijó residencia definitiva. Sus conocimientos del idioma inglés y de contabilidad le permitieron establecer vínculos con casas comerciales, en particular con la dirigida por Manuel Barranco —dedicada al giro del tabaco—, de quien llegó a ser socio. Por otra parte, contrajo matrimonio con la hija de éste, Ubaldina, y formaron una nueva familia, con tres hijos.
Benjamín Guerra
Archivo Nacional, cortesía de Ibrahim Hidalgo
En 1888, al crearse el club Los Independientes, integrado por miembros activos de la emigración cubana y puertorriqueña neoyorquina, Guerra se incorporó a sus actividades patrióticas. Dos años más tarde fue elegido vicepresidente de la agrupación, en la cual se encontraban, entre otros, José Martí y Gonzalo de Quesada. Junto a estos, formó parte de la Sociedad Literaria Hispano-Americana de New York. También colaboró con los esfuerzos de la Sociedad de Beneficencia Hispano-Americana de New York, creada en 1892, para aliviar las necesidades de los pobres y desvalidos.
Las crecientes actividades industriales y comerciales no hicieron decaer los sentimientos patrióticos y la dedicación política de Benjamín Guerra, quien dio su apoyo a las labores de José Martí, culminadas con la fundación del Partido Revolucionario Cubano, del que fue elegido Tesorero en abril de 1892, cargo que ocupó por elección democrática hasta su disolución, tres años después de la muerte en combate de su creador y guía.
Durante la guerra independentista mantuvo los esfuerzos unitarios que lo caracterizaron en todo momento, e hizo cuanto pudo por incrementar y controlar los fondos y su utilización. Casi al finalizar la contienda bélica, realizó un riesgoso viaje a La Habana, desde donde comunicó a su esposa las impresiones recibidas, unidas a sus profundas convicciones patrióticas: Aquí hay miseria, mucha miseria, pero agregaba, optimista: Yo estoy seguro (y tengo fe y confianza absoluta) de que en muy pocos años no quedarán aquí rastros de lo que ha pasado y de que esta nuestra Cuba adorada se convertirá en paraíso, como los cubanos tengamos un poco de sentido común y lo tendremos. Ya lo creo que lo tendremos.”
Guerra no permaneció indiferente ante los sufrimientos de sus compatriotas, pues tras terminado el conflicto bélico, en el país ocupado por las tropas estadounidenses no disminuyeron las penurias del pueblo, que continuaron durante 1899. La politiquería en la Isla, auspiciada y promovida desde Washington, hizo ascender a personajes que supuestamente deberían preocuparse por la situación desesperada de los humildes, ante lo cual un amigo expresó a Benjamín: “Estos caballeros lo único que les preocupa es su personalidad y lo demás puede hundirse que nada les importa. El discípulo de Martí, junto a otros muchos cubanos que anteponían los intereses de la patria a los personales, continuó los intentos para aminorar los efectos negativos de la precaria situación económica sobre los empobrecidos.
La preocupación y las actividades de Benjamín en beneficio de sus compatriotas se concretaron en el envío de varios cargamentos de víveres para los hambrientos abandonados, así como la creación de un comité para costear los viajes de quienes deseaban regresar al terruño y carecían de recursos. Los gastos ocasionados eran sufragados, en la mayoría de los casos, con sus recursos personales.
Benjamín nunca abandonó sus labores industriales y comerciales, que lo llevaron en viaje de negocios a Filadelfia, donde se hospedó en el Hotel Lafayette. El 8 de enero de 1900 fue encontrado muerto en su habitación, como consecuencia de una dosis excesiva del medicamento a base de láudano que usaba para aliviar una afección dolorosa del estómago que lo aquejaba. Al conocer el hecho, dos días más tarde, un sobrino reclamó el cadáver que, trasladado a Brooklyn, fue enterrado en el cementerio Green Wood, de esta localidad, en la tumba familiar donde se hallan los restos de quien fuera su suegro, Manuel Barranco.
Estas circunstancias podrían explicar la ausencia de una tarja en el lugar, que permaneció sin identificación hasta octubre del 2024, ciento veinticuatro años después, gracias a la labor investigativa y el interés patriótico de Lisandro Pérez, cubano radicado en Estados Unidos desde hace mucho tiempo, quien cuenta con una extensa y valiosa obra historiográfica que lo hizo acreedor, entre otras distinciones anteriores, del Premio a la Excelencia Académica en los Estudios sobre Cuba, otorgado por la Sección Cuba de la Asociación de Estudios sobre América Latina (LASA).
Quienes nos preocupamos por la preservación de la memoria histórica de la nación, radiquemos en nuestra patria o fuera de ella, le agradecemos su dedicación en el propósito de identificar el lugar donde se encuentran los restos del patriota camagüeyano, al igual que a la administración del cementerio y a su historiador, Jeff Richman, por apoyar la idea y hacerla realidad, con lo que ha sido saldada una deuda histórica con quien fuera, por sobre otros méritos, un hombre honrado.
Considero oportuna la ocasión para solicitar a todos los que posean información o testimonios de o acerca de la familia de Benjamín J. Guerra y Escobar, la den a conocer o nos la hagan llegar —a través de El Camagüey— para culminar adecuadamente la biografía del amigo y discípulo de José Martí, en la que me empeño desde hace algún tiempo.
Tumba de Benjamín J. Guerra en el cementerio Green-Wood, de Brooklyn. Foto cortesía de Lisandro Pérez e Ibrahim Hidalgo.