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Hay siempre un fondo melancólico en el Recuerdo; y cuando éste se remonta a la época más bella de la vida, a la niñez, parece que nos comunica y presta el encanto de aquella edad: un rayo de sol de primavera que disipa por un momento las brumas de un día de invierno: reviviscencia fugaz, pero siempre dulcísima, y fenómeno psíquico que obedece en su esencia y en sus matices de intensidad y vibración moral, a las leyes de la Memoria y de la sensibilidad estética.

Cuando comienza ya a embotarse la facultad de la emoción en nuestra alma reaparece en ella con toda su delicadeza, con su brillante colorido y con cierto tinte poético indescriptible, la emoción que sentimos en días mejores: lazo simpático que une el presente al pasado, y que reintegra, por decirlo así, nuestra personalidad afectiva y moral, tan frágil de suyo, tantas veces trunca o mutilada por el olvido. 

Puentes Grandes


Tomado de El Fígaro. La Habana. Año X, Núm.24, Julio 8 de 1894, p.333.
Nota de El Camagüey: Se ha respetado el uso de las mayúsculas.

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